Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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Название Sigmund Freud: Obras Completas
Автор произведения Sigmund Freud
Жанр Зарубежная психология
Серия biblioteca iberica
Издательство Зарубежная психология
Год выпуска 0
isbn 9789176377437



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una análoga deformación de un acto psíquico. En efecto, siempre que en la relación social entre dos personas se halle una de ellas investida de cualquier poder, que imponga a la otra determinadas precauciones en la expresión de sus pensamientos, se verá obligada esta última a deformar sus actos psíquicos, al exteriorizarlos; o dicho de otro modo: a disimular. La cortesía socal que estamos habituados a observar cotidianamente no es en gran parte sino tal disimulo. Asimismo, al comunicar aquí a mis lectores las interpretaciones de mis sueños me veo forzado a llevar a cabo tales deformaciones. De esta necesidad de disfrazar nuestro pensamiento se lamentaba también el poeta: Lo mejor que saber puede no te es dado decírselo a los niños.

      En análoga situación se encuentra el escritor político que quiere decir unas cuantas verdades desagradables al Gobierno. Si las expresa sin disfraz alguno, la autoridad reprimirá su exteriorización, a posteriori, si se trata de manifestaciones verbales, o preventivamente, si han de hacerse públicas por medio de la imprenta. De este modo el escritor, temeroso de la censura, atenuará y deformará la expresión de sus opiniones. Según la energía y la susceptibilidad de esta censura, se verá obligado a prescindir simplemente de algunas formas de ataque, a hablar por medio de alusiones y no directamente o a ocultar sus juicios bajo un disfraz, inocente en apariencia, refiriendo, por ejemplo, los actos de dos mandarines del Celeste Imperio cuando intente publicar los dos altos personajes de su patria. Cuanto más severa es la censura, más chistosos son con frecuencia los medios de que el escritor se sirve para poner a sus lectores sobre la pista de la significación verdadera de su artículo.

      La absoluta y minuciosa coincidencia de los fenómenos de la censura con los de la deformación onírica nos autoriza a atribuir a ambos procesos condiciones análogas de la formación de los sueños, dos poderes psíquicos del individuo (corrientes, sistemas), uno de los cuales forma el deseo expresado por el sueño, mientras que el otro ejerce una censura sobre dicho deseo y le obliga de este modo a deformar su exteriorización. Sólo nos quedaría entonces por averiguar qué es lo que confiere a esta segunda instancia el poder mediante el cual le es dado ejercer la censura. Si recordamos que las ideas latentes del sueño no son conscientes antes del análisis, y, en cambio, el contenido manifiesto de ellas emanado si es recordado como consciente, podemos sentar la hipótesis de que el privilegio de que dicha segunda instancia goza es precisamente el del acceso a la consciencia. Nada del primer sistema puede llegar a la consciencia sin antes pasar por la segunda instancia, y ésta no deja pasar nada sin ejercer sobre ello sus derechos e imponer a los elementos que aspiran a llegar a la consciencia aquellas transformaciones que le parecen convenientes. Entrevemos aquí una especialísima concepción de la «esencia» de la consciencia; el devenir consciente es para nosotros un especial acto psíquico, distinto e independiente de los procesos de inteligir o representar, y la consciencia se nos muestra como un órgano sensorial, que percibe un contenido dado en otra parte. No es nada difícil demostrar que la psicopatología no puede prescindir en absoluto de estas hipótesis fundamentales, cuyo detenido estudio habremos de llevar a cabo más adelante.

      Conservando esta representación de las dos instancias psíquicas y de sus relaiones con la consciencia, se nos muestra una analogía por completo congruente entre la singular ternura que en mi sueño experimento hacia mi amigo R. -tan denigrado luego en la interpretación- y la vida política del hombre. Supongámonos, en efecto, trasladados a un Estado en el que un rey absoluto, muy celoso de sus prerrogativas, y una activa opinión pública luchan entre sí. El pueblo se rebela conttra un ministro que no le es grato y pide su destitución. Entonces el monarca, con el fin de mostrar que no tiene por qué doblegarse a la voluntad popular, hará precisamente objeto a su ministro de una lata distinción, para la cual no existía antes el menor motivo. Del mismo modo, si mi segunda instancia, que domina el acceso a la consciencia, distingue a mi amigo R. con una exagerada efusión de ternura, es precisamente porque las tendencias optativas del primer sistema quisieran denigrarle, calificándole de imbécil, en persecución de un interés particular, del que dependen.

      Sospechamos auqí que la interpetación onírica puede proporcionarnos, sobre la estructura de nuestro aparato anímico, datos que hasta ahora habíamos esperado en vano de la filosofía. Pero no queremos seguir ahora este camino, sino que, después de haber esclarecido la deformación onírica, volvemos a nuestro punto de partida. Nos preguntamos cómo los sueños de contenido penoso podían ser interpretados como realizaciones de deseos, y vemos ahora que ello es perfectamente posible cuando ha tenido efecto una deformación onírica; esto es, cuando el contenido penoso no sirve sino de disfraz de otro deseado. Refiriéndose a nuestras hipótesis sobre las dos instancias psíquicas, podremos, pues, decir que los sueños penosos contienen, efectivamente, algo que resulta penoso para la segunda instancia, pero que al mismo tiempo cumplen un deseo de la primera. Son sueños optativos, en tanto en cuanto todo sueño parte de la primera instancia, no actuando la segunda, con respecto al sueño, sino defensivamente, y no con carácter creador. Si nos limitamos a tener en cuenta aquello que la segunda instancia aporta al sueño no llegaremos jamás a comprenderlo, y permanecerán en pie todos los enigmas que los autores han observado en el fenómeno onírico.

      El análisis nos demuestra en todo caso que el sueño posee realmente un sentido y que éste es el de una realización de deseos. Tomaré, pues, algunos sueños de contenido penoso e intentaré su análisis. En parte son sueños de sujetos histéricos, que exigen una larga información preliminar y nos obligan a adentrarnos a veces en los procesos psíquicos de la histeria. Pero no me es posible eludir estas complicaciones de mi exposición.

      En el tratamiento analítico de un psiconeurótico constituyen siempre sus sueños, como ya hubimos de indicar, uno de los temas sobre los que han de versar las conferencias entre médico y enfermo. En ellas comunico al sujeto todos aquellos esclarecimientos psicológicos con ayuda de los cuales he llegado a la comprensión de los síntomas; pero estas explicaciones son siempre objeto, por parte del enfermo, de una implacable crítica, tan minuciosa y severa como la que de un colega pudiera yo esperar. Sin excepción alguna se niegan los pacientes a aceptar el principio de que todos los sueños son realizaciones de deseos, y suelen apoyar su negativa con el relato de sueños que, a su juicio, contradicen rotundamente tal teoría. Expondré aquí algunos de ellos:

      «Dice usted que todo sueño es un deseo cumplido -me expone una ingeniosa paciente-. Pues bien: le voy a referir uno que es todo lo contrario. En él se me niega precisamente un deseo. ¿Cómo armoniza usted esto con su teoría?» El sueño a que la enferma alude es el siguiente:

      «Quiero dar una comida, pero no dispongo sino de un poco de salmón ahumado. Pienso en salir para comprar lo necesario, pero recuerdo que es domingo y que las tiendas están cerradas. Intento luego telefonear a algunos proveedores, y resulta que el teléfono no funciona. De este modo, tengo que renunciar al deseo de dar una comida.»

      Como es natural, respondo a mi paciente que tan sólo el análisis puede decidir sobre el sentido de sus sueños, aunque concedo, desde luego, que a primera vista se muestra razonable y coherente, y parece constituir todo lo contrario de una realización de deseos. «Pero ¿de qué material ha surgido este sueño? Ya sabe usted que el estímulo de un sueño se halla siempre entre los sucesos del día inmediatamente anterior.»

      Análisis. Su marido, un honrado y laborioso carnicero, le había dicho el día anterior que estaba demasiado grueso e iba a comenzar una cura de adelgazamiento. Se levantaría temprano, haría gimnasia, observaría un severo régimen en la comidas y, sobre todo, no aceptaría ya más invitaciones a comer fuera de su casa. A continuación relata la paciente, entre grandes risas, que un pintor, al que su marido había conocido en el café, hubo de empeñarse en retratarle, alegando no haber hallado nunca una cabeza tan expresiva. Pero el buen carnicero había rechazado la proposición, diciendo al pintor, con sus rudas maneras acostumbradas, que, sin dejar de agradecerle mucho su interés, estaba seguro de que el más pequeño trozo del trasero de una muchacha bonita habría de serle más agradable de pintar que toda su cabeza, por muy expresiva que fuese. La sujeto se halla muy enamorada de su marido y gusta de embromarle de cuando en cuando. Recientemente le ha pedido que no le traiga nunca caviar. ¿Qué significa esto?

      Hace ya mucho tiempo que tiene el deseo de tomar caviar como entremés en la s comidas, pero no quiere permitirse el gasto que ello supondría. Naturalmente,