Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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Название Sigmund Freud: Obras Completas
Автор произведения Sigmund Freud
Жанр Зарубежная психология
Серия biblioteca iberica
Издательство Зарубежная психология
Год выпуска 0
isbn 9789176377437



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Pero nos hallamos aquí ante una cuestión que podemos muy bien desglosar de nuestro tema. Sentimos, ciertamente, la necesidad de llevar a cabo una síntesis de toda la serie de singulares condiciones a cuyo conocimiento hemos llegado. Para la producción de un síntoma histérico es necesario que exista una tendencia defensiva contra una representación penosa; esta representación ha de hallarse enlazada lógica y asociativamente con un recuerdo inconsciente, por conducto de elementos intermedios más o menos numerosos, que por el momento permanecen también inconscientes; el contenido de dicho recuerdo inconsciente ha de ser necesariamente sexual y consistir en un suceso acaecido en determinado período infantil, y no podemos menos de preguntarnos cómo es posible que este recuerdo de un suceso innocuo en su día tenga a posteriori el efecto anormal de llevar a un resultado patológico un proceso psíquico como el de la defensa, permaneciendo por sí mismo inconsciente en todo ello.

      No obstante, habremos de decirnos que se trata de un problema puramente psicológico, cuya solución hace necesarias ciertas hipótesis sobre los procesos psíquicos normales y sobre el papel que en ellos desempeña la consciencia, pero que de momento puede quedar insolucionado, sin que ello disminuya el valor de nuestros descubrimientos sobre la etiología de los fenómenos histéricos.

      EL problema antes planteado se refiere al mecanismo de la producción de síntomas histéricos. Pero nos vemos obligados a exponer la causación de estos síntomas sin atender a aquel mecanismo, circunstancia que ha de disminuir la claridad de nuestra exposición. Volvamos al papel desempeñado por las escenas sexuales infantiles. Temo haber hecho formar un concepto exagerado de su fuerza productora de síntomas. Haré, pues, resaltar de nuevo que todo caso de histeria presenta síntomas cuya determinación no procede de sucesos infantiles, sino de otros ulteriores y a veces recientes, si bien otra parte de los síntomas depende, desde luego, de sucesos de las épocas más tempranas. A ella pertenecen principalmente las tan numerosas y diversas sensaciones y parestesias genitales y de otras partes del cuerpo, síndromes que corresponden simplemente al contenido sensorial de las escenas infantiles, alucinatoriamente reproducido y muchas veces dolorosamente intensificado.

      Otra serie de fenómenos histéricos mucho más corrientes -deseo doloroso de orinar, dolor al defecar, trastornos de la actividad intestinal, espasmos laríngeos y vómitos, perturbaciones digestivas y repugnancia a los alimentos- demostró ser también en el análisis, y con sorprendente regularidad, derivación de los mismos sucesos infantiles, quedando fácilmente explicada por peculiaridades constantes de los mismos. Las escenas sexuales infantiles son difícilmente imaginables para un hombre de sensibilidad sexual normal, pues contienen todas aquellas transgresiones conocidas por los libertinos o los impotentes, alcanzando en ellas un impropio empleo sexual la cavidad bucal y la terminación del intestino. El asombro que este descubrimiento produce queda pronto reemplazado en el médico por una comprensión total. De personas que no reparan en satisfacer en sujetos infantiles sus necesidades sexuales no puede esperarse que se detengan ante ciertas formas de tal satisfacción; pero, además, la impotencia sexual de la infancia impone irremisiblemente aquellos actos subrogados a los que el adulto se rebaja en los casos de impotencia adquirida. Todas las extrañas condiciones en que la desigual pareja prosigue sus relaciones amorosas: el adulto que no puede sustraerse a la mutua dependencia concomitante a toda relación sexual, pero que al mismo tiempo se halla investido de máxima autoridad y del derecho de castigo, y cambia constantemente de papel para conseguir la satisfacción de sus caprichos; el niño indefenso y abandonado a tal arbitrio, precozmente despertada su sensibilidad y expuesto a todos los desengaños, interrumpido con frecuencia en el ejercicio de las funciones sexuales que le son encomendadas por su incompleto dominio de las necesidades naturales, todas estas incongruencias, tan grotescas como trágicas, quedan impresas en el desarrollo ulterior del individuo y en su neurosis, provocando un infinito número de afectos duraderos, que merecería la pena examinar minuciosamente. En aquellos casos en los cuales la reacción erótica se ha desarrollado entre dos sujetos infantiles, el carácter de las escenas sexuales continúa siendo repulsivo, puesto que toda relación infantil de este orden supone la previa iniciación de uno de los protagonistas por un adulto. Las consecuencias psíquicas de tales relaciones infantiles son extraordinariamente hondas. Los dos protagonistas quedan unidos para toda su vida por un lazo invisible.

      En ocasiones son detalles accesorios de estas escenas sexuales infantiles los que en años posteriores alcanzan un poder determinante con respecto a los síntomas de la neurosis. Así, en uno de los casos por mí examinados, la circunstancia de haberse enseñado al niño a excitar con sus pies los genitales de una persona adulta bastó para fijar a través de años enteros la atención neurótica del sujeto en sus extremidades inferiores y su función, provocando finalmente una paraplejía. En otro caso se trataba de una enferma cuyos ataques de angustia, que solían presentarse a determinadas horas del día, sólo se calmaban con la presencia de una de sus hermanas, careciendo de tal eficacia el auxilio de las demás. La razón de esta preferencia hubiera permanecido en el misterio si el análisis no hubiese descubierto que la persona que en su infancia le había hecho objeto de atentados sexuales preguntaba siempre si se hallaba en casa dicha hermana, por la que temía, sin duda, ser sorprendida.

      La fuerza determinante de las escenas infantiles se oculta a veces tanto, que un análisis superficial no logra descubrirla. Creemos entonces haber hallado la explicación de cierto síntoma en el contenido de alguna de las escenas posteriores; pero al tropezar luego, en el curso de nuestra labor, con una escena infantil de idéntico contenido, reconocemos que la escena ulterior debe exclusivamente su capacidad de determinar síntomas a su coincidencia con la anterior. No queremos, por tanto, negar toda importancia a las escenas posteriores. Si se me planteara la labor de exponer aquí las reglas de la producción de síntomas histéricos, habría de reconocer como una de ellas la de ser elegida para síntoma aquella representación que es hecha resaltar por la acción conjunta de varios factores y despertada simultáneamente desde diversos lados, regla que en otro lugar he tratado de expresar con el aserto de que los síntomas histéricos se hallan superdeterminados.

      Hemos dejado antes aparte, como tema especial, la relación entre la etiología reciente y la infantil. Pero no queremos abandonar la cuestión sin transgredir, por lo menos con una observación nuestro anterior propósito. Ha de reconocerse la existencia de un hecho que desorienta nuestra comprensión psicológica de los fenómenos histéricos y parece advertirnos que nos guardemos de aplicar una misma medida a los actos psíquicos de los histéricos y de los normales. Nos referimos a la desproporción comprobada en el histérico entre el estímulo psíquicamente excitante y la reacción psíquica, desproporción que tratamos de explicar con la hipótesis de una excitabilidad general anormal o, en un sentido fisiológico, suponiendo que los órganos cerebrales dedicados a la transmisión presentan en el enfermo un especial estado psíquico o se han sustraído a la influencia coercitiva de otros centros superiores. No quiero negar que ambas teorías pueden proporcionarnos en algunos casos una explicación exacta de los fenómenos histéricos. Pero la parte principal del fenómeno, la reacción histérica anormal y exagerada a los estímulos psíquicos, permite una distinta explicación, en cuyo apoyo pueden aducirse infinitos ejemplos extraídos del análisis. Esta explicación es como sigue: La reacción de los histéricos sólo aparentemente es exagerada; tiene que parecérnoslo porque no conocemos sino una pequeña parte de los motivos a que obedece.

      En realidad esta reacción es proporcional al estímulo excitante y, por tanto, normal y psicológicamente comprensible. Así lo descubrimos en cuando el análisis agrega a los motivos manifiestos, conscientes en el enfermo, aquellos otros motivos que han actuado sin que el enfermo los conociese ni pudiera, por tanto, comunicarlos.

      Podría llenar página tras página con la demostración del importante principio antes enunciado en todos y cada uno de los elementos de la actividad psíquica total de los histéricos, pero habré de limitarme a exponer algunos ejemplos. Recuérdese la frecuente susceptibilidad psíquica de los histéricos, que ante la menor desatención reaccionan como si de una mortal ofensa se tratase. ¿Qué pensaríamos si observásemos una tan elevada susceptibilidad ante motivos insignificantes entre dos personas normales; por ejemplo, en un matrimonio? Deduciríamos que la escena conyugal presenciada no era únicamente el resultado del último