El cerebro adicto. Fernando Bergel

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Название El cerebro adicto
Автор произведения Fernando Bergel
Жанр Зарубежная психология
Серия
Издательство Зарубежная психология
Год выпуска 0
isbn 9789874731449



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causas que devienen en la enfermedad de la adicción cuando un cerebro se encuentra biológicamente alterado están muy vinculadas con:

      1 Estrés emocional situacional

      2 Mala nutrición en la adultez

      3 Exposición tóxica: metales pesados, pesticidas, herbicidas, insecticidas

      4 Estrés emocional de un cerebro biológicamente alterado

      5 Mala genética. Menos neurotransmisores y menos receptores

      6 Mala nutrición del lactante y del niño

      7 Mala nutrición prenatal: durante el período de gestación, madre con tabaquismo, ingestas de alcohol y drogas.

      Todas estas situaciones afectan a diferentes regiones del cerebro que terminan en depresión, adicciones a la comida, alcohol, drogas, sexo y violencia, trastorno de desatención, problemas de aprendizaje, síndrome obsesivo compulsivo y síndrome de Tourette. También devienen en una mala expresión genética, niveles de receptores de dopamina más bajos, niveles de receptores de serotonina más bajos y niveles de receptores de endorfinas más bajos. Además, la mala nutrición de la madre y del padre tiene como consecuencia un útero desnutrido y una deficiencia del embarazo, cuya debilidad obedece a una exposición a metales pesados, pesticidas, herbicidas e insecticidas. Si incursionamos en la historia familiar, revisando hasta siete generaciones anteriores, se pueden encontrar causas que dan como resultado casos agudos de depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar y ansiedad severa.

      Los neurotransmisores

       Las endorfinas: son sustancias naturales sintetizadas por el cerebro que, entre otras cosas, alivian el dolor a niveles muy efectivos solo comparables con la morfina u heroína, sin tener los efectos secundarios que tienen las drogas de alto impacto. Por otro lado, la baja segregación de endorfinas produce un cuadro de anhedonia, que es la dificultad para expresar placer y la incapacidad de dar y recibir amor. Es decir, corta el circuito de la empatía. Por ejemplo, la heroína, la marihuana y el alcohol, como también el azúcar y el tabaco, afectan a los sitios de este neurotransmisor sacando al cerebro de los carriles empáticos, emocionales y afectivos. También hay que decir que la D-fenilalanina es una proteína que se encuentra en muchos alimentos, siendo unos de los diez aminoácidos esenciales para el ser humano inhibiendo la actividad de la encefalinasa y, de ese modo, aumenta los niveles de endorfinas.

       La serotonina: ayuda a mantener la estabilidad emocional, la autoestima y la sensación de bienestar, bajando los niveles de consumo de alcohol y carbohidratos. Una deficiencia de serotonina produce depresión, tendencias suicidas, obsesiones, ansiedades, pérdida del sueño y la compulsión por los dulces, como también irritabilidad del carácter. La marihuana, el éxtasis y el azúcar bajan la segregación de serotonina. También el tabaco reduce los sitios y neurotransmisores de serotonina. El L triptófano y el 5 hidroxi triptofano son suplementos de aminoácidos que elevan la producción de serotonina en el cerebro.

       El AAG: el ácido aminobutírico gamma o GABA produce tranquilidad y relajación, generando efectos antiansiedad y, en algunos casos, ayuda con el insomnio. Cuando la mente se siente demasiado activa, cuando hay una deficiencia, los síntomas son una ansiedad flotante, es decir, temor, inseguridad, insomnio, tendencia a los ataques de pánico y atracones. El Valium, el alcohol y la marihuana afectan a la función de este neurotransmisor. Para aumentar los niveles de GABA, son imprescindibles la L glutamina y el AAG, ácido aminobutírico gamma.

       La norepinefrina: brinda energía, motivación, ambición, poder, estado de alerta y una sensación de bienestar. Una deficiencia de esta parece estar asociada con el estado de letargo, la falta de energía, la melancolía y la depresión. La cocaína, el Speed, la cafeína, el tabaco y la marihuana, el alcohol y el azúcar afectan a la función neurotransmisora de la norepinefrina. La L tirosina y la L fenilalanina son precursores de la norepinefrina.

       La dopamina: es la activadora principal de los centros del placer. Crea una sensación de bienestar, felicidad, amor, contento y paz interior. Disminuye los atracones. La carencia de dopamina crea una sensación de miedo, urgencia, depresión, irritabilidad y una falta de la sensación de bienestar. La cocaína, el Speed, la marihuana, el alcohol, el tabaco y el azúcar funcionan como un inhibidor de sus funciones. La L tirosina y la L fenilalanina son precursores naturales. La L fenilalanina parece incrementar el número de receptores dopamínicos, un hecho que es importante debido a que muchas personas nacen con un alelo A2 D1 disminuido, lo que significa que tienen un tercio menos de receptores dopamínicos.

      Un código en la enfermedad de la adicción

      El ser humano, desde sus comienzos como mamífero, fue construido sobre la base de la supervivencia. Este principio está fundado en la dopamina como el neurotransmisor que motoriza el hambre y la reproducción, ubicado en el cerebro límbico o cerebro medio. Este diseño implica el hábito representado por la búsqueda del placer del hambre y la sexualidad, basado en la proliferación de la especie como un acto de supervivencia. Otro factor importante que define al hombre primitivo es la conquista del espacio territorial, mediante la lucha con otros animales y, luego, la lucha con otros grupos de los mismos hombres. La evolución trajo la neocorteza, el lóbulo frontal como factor evolutivo, dándole a este último el carácter de la corona de la creación. Todos estos diseños tienen un propósito específico, pero a partir del siglo XIX, con la industrialización de muchos factores en la sociedad, estos lineamientos originales fueron alterados por la civilización.

      Aquí aparece el hombre como hombre, como sujeto enclavado en una mecánica social que estimula al cerebro y lo ubica con otra mirada de sí mismo y con otra expectativa de realidad. Desde la revolución cognitiva en la alfabetización, que tardó trescientos años entre el siglo XV y el siglo XVIII —que no fue un acto menor en cuanto a las capacidades del cerebro—, podemos entender que esta fuerza neurológica ha dado capacidades neuroplásticas de otro nivel. El ser humano comenzó a jugar en otra liga: en la liga del texto. La revolución de la imprenta y la revolución de los libros en serie le dieron un carácter expansionista al cerebro, donde la cantidad de datos se multiplicó ampliamente en una mutación informacional. Esto produjo una apertura a regiones del cerebro que antiguamente no se abrían ni estimulaban. Podemos hacer la analogía de ampliar una casa. Donde anteriormente se usaban cien metros cuadrados, en trescientos años se ampliaron a miles de metros cuadrados. Se abrieron espacios nuevos, espacios totalmente desconocidos, con funciones novedosas para el hombre, enmarcadas por la estimulación alfabética.

      El conocimiento dado por la lectura, sumado al inicio de la escolarización a nivel masivo y las carreras terciarias y universitarias, tuvo un impacto en el cerebro que, estimo, aún no hemos producido el proceso completo de su metabolización. La universidad, en términos de acceso masivo, no tiene más de 250 años. De hecho, Oxford, Cambridge o la Sorbona eran bastante elitistas en sus comienzos, ya que uno debía ser de la aristocracia o tener un cerebro privilegiado para sortear exámenes de ingreso estrictos donde se evaluaba si estábamos calificados para que la institución invierta tiempo en nosotros.

      Además, debemos tomar en cuenta el cambio de eje del cerebro en su relación con el poder, donde estos asuntos sufrieron transformaciones desde las monarquías a las naciones soberanas. No se trata de un acto menor, ya que el poder de las monarquías administraba arbitrariamente asuntos tales como quién vive y quién muere. Fueron épocas donde el conde o el duque permitían al pueblo vivir en sus tierras, pero podían ordenar su muerte si no cumplían los reglamentos y las pautas que, muchas veces, se sancionaban por intereses personales o caprichos del regente de la zona.

      En la Modernidad, el hombre cambió este sistema. La desaparición de las monarquías puso al individuo en otra posición social. Este tipo de relación con el poder del hombre promedio, sumado a un cerebro proveniente de la Edad Media, cambió hacia las relaciones sociales en las cuales el poder administra los patrimonios del pueblo y este es el dueño de la tierra, de los recursos e, inclusive, comienza a seleccionar a sus líderes. Así se empieza a comprender que el poder administra la vida y no la muerte. De allí los reclamos sociales y las luchas de clases.