El reto de la construcción histórica del conflicto en Colombia. Gerardo Barbosa Castillo

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Название El reto de la construcción histórica del conflicto en Colombia
Автор произведения Gerardo Barbosa Castillo
Жанр Документальная литература
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Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789587903591



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tierras agenciados por paramilitares y narcotraficantes en las décadas finales del siglo XX (Deas, 2015, p. 122). Para Deas es importante revaluar este tipo de afirmaciones, especialmente porque en los acuerdos de La Habana se insistió en que la cuestión agraria es la médula del conflicto, fenómeno que limita la comprensión de este.

      Por último, Deas propone que algunos de los aspectos de los conflictos en Colombia adquieren mayor relevancia y pertinencia si son vistos “en la larga perspectiva de los doscientos años de su historia independiente”. Así se contribuye a su comprensión y también a desmitificar preconceptos y verdades sobre el conflicto que no parecen tan claras (Deas, 2015, p. 128).

      Por supuesto que Deas no propone un modelo particular para construir un relato histórico. Busca llamar la atención sobre diversidad de asuntos inherentes al conflicto, los cuales se alzan como realidades necesarias a la hora de explorar su desarrollo histórico, cuestión que para él es imposible que se elabore en su totalidad por un único historiador en un ensayo particular.

      Un argumento para tomar en cuenta es el de Gonzalo Sánchez, quien asevera que en Colombia las guerras internas presentan complejidades particulares para las que, vistas en perspectiva histórica, “resulta inútil buscar un sentido de totalidad del conflicto, de globalidad de las soluciones”. Lo anterior no excluye y más bien resalta la diversidad de experiencias de las víctimas y de los actores, es decir, la emergencia de “memorias parciales” (Sánchez, 2014, p. 65). Otro debate propuesto por Sánchez se vincula con tres dificultades que se vuelven complejas en la realidad colombiana al estudiar el proceso histórico de las guerras y la violencia, cuales son “cómo nombrar, periodizar y ordenar los eslabones de la cadena histórica” (Sánchez, 2014, p. 37).

      Para este autor, nombrar al otro es “asignarle un lugar en la memoria, en la narrativa política, en la escena social” (Sánchez, 2014, p. 37). Pero las denominaciones cambian al mismo tiempo que los escenarios que las producen. Las grandes circunstancias de rupturas y mutaciones político-sociales son “momento de quiebre en los usos del lenguaje”, en la medida en que este se vuelve un escenario perceptible de relacionamiento político (Sánchez, 2014, p. 38). Por ejemplo, “los ‘bandoleros’ en los sesenta, y los guerrilleros hoy, son clasificados en sus zonas como ‘los muchachos’, con cierto aire de tolerancia o simpatía” (Sánchez, 2014, p. 38).

      Lo anterior nos sitúa en una realidad que se ha venido nombrando: se trata del uso del lenguaje y las formas de construir un escenario de conflicto, partiendo de circunstancias, incluso del lenguaje, que están significadas por las viejas estructuras de la violencia, de generación de diferencia y exclusión. En estos casos, un relato histórico sobre la contienda social debería proponer nuevas formas de nombrar el otro, sobre todo entre las partes más contradictorias, de esta manera es posible propiciar nociones reales de perdón y convivencia.

       V. DEBATES METODOLÓGICOS

      En la amplia y diversa literatura existente se hallan reflexiones metodológicas de diferente índole. De tan variados referentes, algunos ofrecen propuestas sugerentes para el momento de Colombia. Algunas de ellas se presentan a continuación.

      Como punto de partida, se ubica el razonamiento de Jorge Semprún, quien fue prisionero en un campo de concentración nazi y a su retorno a la libertad escribió sus memorias, consignadas en el libro La escritura o la vida.

      Recordar la vivencia en un campo de concentración significaba para él volver a una época en la que no se consideraba vivo e incluso estaba desposeído hasta del nombre: “sobrevivir, sencillamente, incluso despojado, mermado, deshecho, ya había constituido un sueño un poco disparatado” (Semprún, 1995, p. 22). Por esta razón, durante muchos años de su vida el autor eligió el olvido y con él la posibilidad de estar vivo nuevamente. Como en el título de su libro, la escritura le resultaba insoportable, con ella volvían a la memoria las llamas anaranjadas del crematorio cegándole la vista en medio de la noches o el olor constante de cuerpos humanos incinerados. Sin embargo, con el paso de los años, Semprún decidió confrontar sus recuerdos optando por contar su experiencia “de la muerte, para decir mi vida, para expresarla, para sacarla adelante” (Semprún, 1995, p. 180). La escritura se convirtió entonces en la mejor manera de reelaborar su vida, la de un pasado inmerso en la violencia y el terror.

      Para avanzar en su tarea, Semprún reflexionó sobre la manera de convertir una experiencia personal en un texto escrito que pudiera transmitir lo vivido, y al respecto sostuvo que “la verdad esencial de la experiencia sólo en transmisible mediante la escritura literaria”, en su caso una reconstrucción a modo de novela pero en la que su esencia no es ficción (Semprún, 1995, p. 141). No optó entonces por un relato sometido a los formalismos habituales del histórico.

      En cuanto a las fuentes para abordar el componente de verdad en la justicia transicional, en Colombia va en aumento el debate sobre su existencia, procedencia y pertinencia. Las hay de diversa índole, desde libros de memoria hasta los testimonios judiciales y las tradiciones orales de algunas comunidades y actores. La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad sin duda recogerá infinidad de testimonios y evidencias.

      Partiendo de la consideración de Jan Vansina, las tradiciones orales “son todos los testimonios orales narrados, concernientes al pasado” (Vansina, 1967, p. 33). Sin embargo, no toda fuente oral supone una tradición oral. “Sólo las fuentes narradas; es decir, las que son transmitidas de boca en boca por medio del lenguaje” (Vansina, 1967, p. 33). Menciona tres tipos de testimonios orales: el testimonio ocular, la tradición oral (testimonios auriculares) y el rumor. Todos ellos conservan y comunican algún hecho del pasado y se constituyen en fuente para la historia.

      Por testimonio verbal el autor entiende un “conjunto de declaraciones hechas por un mismo testigo concerniente a una misma serie de acontecimientos, en la medida que tengan una misma referencia” (Vansina, 1967, p. 36). Es importante señalar que el testimonio es definido en primer lugar por el testigo, por tanto la existencia de variantes de un testimonio está ligada a su carácter verbal, de lo cual resulta que, desde el testimonio inicial hasta la tradición final, el contenido puede ser alterado por los diversos testigos auriculares, o por pérdida de la memoria.

      Vansina sugiere una clasificación de las tradiciones orales partiendo del entendido de que “en el interior de cada cultura puede elaborarse una división, basada en los géneros literarios” de las mismas (Vansina, 1967, p. 67). Tales textos están sometidos a reglas que determinan su disposición interna, asunto de la mayor importancia para evaluar la pertinencia de tales relatos: “[E]l análisis de la estructura formal e interna de los testimonios es de gran utilidad para el historiador. Alumbra el problema de la transmisión, da directivas para la comparación de los testimonios, permite descubrir las fuentes de error y de engaño y alumbra la interpretación que se debe dar al testimonio”.

      A partir de las propuestas metodológicas de Vansina, utilizadas por él en sus trabajos de campo, puede pensarse en sus alcances para situaciones muy diferentes de aquellas que él vivió en sus trabajos académicos. En ese sentido, autores que abordan este tipo de problemas en Colombia, como Escamilla y Novoa, problematizan “la conexión que se ha planteado entre los archivos orales y la memoria histórica del conflicto armado interno” (Escamilla & Novoa, p. 3). Formulan una serie de dificultades como: (1) “La poca importancia que tienen los documentos orales como documentos de archivo […] esta poca atención que han merecido los archivos orales en el país se ha reflejado en el escaso desarrollo teórico de los mismos”; en este aspecto resalta la confusión entre historia y tradición oral (Escamilla & Novoa, pp. 5-6); (2) la reducción continua de los archivos orales de memoria del conflicto armado interno colombiano a la categoría de archivos de derechos humanos. A la luz de los autores, el aporte de los primeros “trasciende los ámbitos jurídicos que hoy por hoy presupone la connotación humanitaria” (Escamilla & Novoa, p. 12).

      Otorgar la importancia que debieran poseer los archivos orales en la construcción de la memoria