Название | Un crisol de terror |
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Автор произведения | Max Liebster |
Жанр | Биографии и Мемуары |
Серия | |
Издательство | Биографии и Мемуары |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9782879531717 |
Decidimos ir a una posada aislada, situada en la zona más remota de las montañas Odenwald, donde nadie nos conocería. Como la niebla amortiguaba la luz de los faros y el ruido del motor, nuestro viaje a través de las montañas pasó más desapercibido. El desasosiego aumentaba a medida que nos acercábamos al lugar donde esperábamos pasar la noche. ¿Sería esta decisión nuestra ruina? Nosotros nos considerábamos alemanes. Los Oppenheimer estaban completamente integrados, tan solo su apellido les identificaba como judíos, y mi apellido, Liebster, era alemán y significaba “el más querido”. Mis primos siempre habían sido muy discretos. En Viernheim, ni siquiera colocaban el candelabro en la ventana, como hacían los demás judíos. Sin embargo, ahora temíamos ser descubiertos. En nuestros papeles, como en los de todos los judíos, constaban los nombres “Israel” o “ Sara”, por imposición de los oficiales nazis.
Aquella noche en la posada me obsesionaba la idea de que el temor al nazismo se extendiera como una plaga por todo el país. La gente había cambiado tan repentinamente, que se hacía difícil distinguir entre el amigo y el enemigo. Me sentía como una presa solitaria acechada por una fiera desconocida e incomprensible.
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En enero de 1933, el presidente von Hinderburg nombró inesperadamente canciller del Reich a Adolf Hitler. Yo para entonces solo contaba 18 años, y oía a algunos de nuestros clientes calificar de peligroso el acontecimiento. Sus voces pronto se acallaron, ya que los camisas pardas* organizaban redadas de opositores políticos, confiscaban sus papeles y libros, y disolvían sus reuniones. De repente cesaron las estruendosas marchas y los enfrentamientos en las calles. Los lugares públicos volvían a ser seguros, por lo que los niños podían jugar de nuevo en la calle. Ahora un solo partido, el Partido Nazi (el NSDAP)**, controlaba el país. Alemania se había convertido en un estado policial, pero el pueblo agradecía el retorno a la calma, que para muchos compensaba la pérdida de libertad de algunas personas. En todo caso, la gente no se atrevía a expresar sus sentimientos. La amenaza de ser tachados de disidentes paralizaba de miedo a la mayoría de los ciudadanos, dispuestos a conformarse a la creciente presión.
* Hitler utilizó a los sturmabteilung (SA), también conocidos como camisas pardas, para ganar poder político mediante la violencia callejera y la intimidación de los opositores políticos.
** Nationalsozialistische Deutsche Arbeitspartei, o Partido de Trabajadores Alemanes Nacionalsocialistas.
JUDA VERRECKE!
(¡Muerte al judaísmo!)
(Eslogan nazi pintado en paredes y ventanas.)
Desde el comienzo de su carrera política, Hitler denunció con vehemencia a los “peores” enemigos del Estado: los comunistas y los judíos. Su mensaje cobró fuerza con el apoyo de la propaganda del ministro Joseph Goebbels. En sus exacerbados discursos, Hitler prometía empleo, un volkswagen y mejor vivienda para la gente común (el volk). Las fábricas tenían que paralizarse mientras los trabajadores escuchaban sus arengas. En efecto, el führer proporcionó trabajo. Todas las mañanas pasaban por delante de nuestra tienda obreros con palas atadas a sus bicicletas. En vez de hacer cola para conseguir un poco de sopa, ahora tenían trabajo, quizás no el que les hubiera gustado, pero al menos podían ganarse el pan. Hiciese frío o calor, con niebla o lluvia, trabajaban nivelando el terreno a lo largo del río Rin para construir la primera autopista alemana, la “autobahn”.
El judío extendió su garra con avaricia para arrastrar al
granjero alemán al abismo; entonces vino Adolf Hitler
y le detuvo, y ¡Alemania fue liberada!
(Día especial de los granjeros alemanes.)
Los granjeros empezaron a colaborar con el nuevo régimen, lo cual mejoró la economía. El gobierno tomó medidas para proteger de los prestamistas las propiedades de los granjeros, siempre y cuando estos pudiesen probar que eran de pura raza “aria”. Las masas celebraban la rápida recuperación económica y parecían ciegas ante el gradual estrangulamiento de la libertad. Aclamaban a Hitler como su salvador.
Adolf Hitler, tú eres nuestro gran führer.
Tu nombre hace temblar al enemigo.
Tu Tercer Reich viene,
solo tu voluntad se hace en la Tierra.
Permítenos oír tu voz a diario
y tennos bajo tu liderazgo,
pues obedeceremos hasta el final, incluso con nuestras vidas.
¡Te alabamos! Heil Hitler!
(Oración escolar.)
Empezamos a oír afirmaciones como “Hitler quiere orden y decencia. Alemania debería apoyar a su líder”. El saludo Heil Hitler! reemplazó al saludo normal. Servía de constante recordatorio de que Heil, la salvación, viene mediante el führer. Parecía que todo el mundo estaba de acuerdo, lo quisieran o no. ¿Quién iba a atreverse a disentir en público? Cualquier voz disidente habría sido silenciada con la amenaza de “detención preventiva” en un campo de concentración. Yo mismo pude comprobar cómo nuestros propios clientes hacían oídos sordos a los horribles rumores sobre ciertas atrocidades que estaban empezando a circular.
¡Viernheim permanece leal a Adolf Hitler y a la patria!
[...] ¡Viernheim es Alemania, y somos un gran pueblo,
en una hermosa comunidad nacional!
¡Alemania y nuestro führer Adolf Hitler sobre todas las cosas!
¡Heil Alemania, Heil führer!
(“Diario del pueblo de Viernheim, 30 de marzo de 1936.)
Un trabajo seguro unido a la baja tasa de criminalidad y a comida en abundacia calmaba los ánimos de la población, así que pocos alzaban su voz en contra de los degradantes carteles que presentaban a los judíos como una influencia maligna. Las leyes iban restringiendo cada vez más nuestras libertades. El gobierno organizaba boicots contra los negocios judíos. A Julius y a su hermano Leo se les había forzado a vender su representación de golosinas a un “ario” por una cantidad insignificante. A pesar de que Leo tuvo que empezar a trabajar en una fábrica, Julius y Hugo se sentían seguros gracias a la buena relación que mantenían con sus clientes.
La expresión “un judío decente” es una absoluta contradicción,
ya que las expresiones “decencia” y “judío” son
términos opuestos y excluyentes entre sí.
(Diario del pueblo de Viernheim,1938.)
Los periódicos publicaban historias inquietantes sobre los judíos. Aparecían señales que les prohibían la entrada a lugares públicos, como teatros o parques, y debido a su “sangre” inferior, no podían ser funcionarios del Estado ni profesores. El antisemitismo se había extendido incluso entre los alemanes cultos, que se apresuraban a ocupar las vacantes creadas por los académicos y profesionales judíos, a quienes