Los frutos del árbol de la vida. Manuel Arduino Pavón

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Название Los frutos del árbol de la vida
Автор произведения Manuel Arduino Pavón
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788412107821



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el poderoso insultó en voz bien baja al pordiosero, al que todavía aplastaba con el peso de su cuerpo. No había reparado que aquel desventurado le quería advertir que, a causa de la estrechez y de su impericia física, se había expuesto peligrosamente a la llama de la antorcha y que ahora la levita de su traje se estaba prendiendo fuego. Cuando sintió el calor y el ardor y se apercibió de lo que le ocurría, el hombre poderoso se marchó corriendo, dejando la moneda, la antorcha y el pordiosero junto a los barriles. Este buen hombre respiró libre del peso del cuerpo del otro. Puso la antorcha cerca de su cuerpo para calentarse, recogió la moneda y se rió feliz por lo que le había deparado esa noche.

      ¿Alguno de estos hombres fue caritativo? En este ejemplo, ¿es el pobre el caritativo, al permitir que el satisfecho descubra cómo su peso comprimía al mundo y cómo esto ponía a riesgo su propia integridad?

      El hombre poderoso del cuento volvió esa misma noche al vecindario con otra antorcha encendida y puso fuego a la casa de su enemigo. Pero no se cambió de levita para ejecutar esta acción, por lo cual fue atrapado a unas pocas cuadras del incendio. Si bien la casa y la levita se perdieron, se puede decir que el fuego de la antorcha, que entonces también había entibiado el cuerpo del pordiosero, fue doblemente caritativo esa noche.

      IX

      El pobre mastica, el rico traga. El pobre tiene poco que perder. El rico quizás lo haya perdido todo. Los valores deben ser suficientes para que el hombre atraviese el puente en paz. Los valores deben ser importantes para que el animal se hunda en el río en sueños.

      X

      La pobreza es el vicio de los Estados. La virtud lejos de los Estados es la pobreza. Es necesario dar con la pobreza sin opción.

      He aquí presentado el tema de la pobreza como ascésis del alma, una pobreza que no es austeridad extrema ni mortificación, sino la naturaleza despojada y simple del alma en acción, modulando la conducta de "su hombre" en el mundo físico. Una pobreza sin opción, puesto que, según se nos enseña, las almas, en su nivel, viven desnudas de toda investidura, en la propia gloria de su condición amorosa, absolutamente desinhibidas y plenas. Se poseen a sí mismas y no conocen necesidad.

      Esta es también la pobreza inherente a la cabal toma de consciencia (inherente al alma), que viene del total desapego y renuncia a los frutos de la acción.

      XI

      Cuando sientas hambre, mastica arroz hasta volverlo líquido. Cuando tengas sed, trágalo.

      XII

      Si quieres penetrar en un pozo ponte a pensar. Si quieres salir de un pozo entra en un pozo.

      Las actividades del pensamiento desatado suelen llevarnos a un abismo de confusión. Se insinúa que descender a ese estado de marasmo e indefinición propio del abuso de la facultad del razonamiento, puede representarse por un pozo, por oposición a ahondar reflexiva y serenamente.

      Penetrar en un pozo por las actividades compulsivas de la mente indica la preexistencia de una depresión, de un vacío, de un estado en nosotros al que se desciende perdiendo con ello aquel nivel de la realidad. El pozo ha sido excavado por el hábito recurrente de pensar más por desesperación que como método, o, en otro sentido, como método ciego, desesperado y vicioso. Ahondar en el problema es más bien ver con claridad todo lo implicado, lo cual disuelve las apariencias ominosas y permite ingresar en niveles de significación más internos y no necesariamente descendentes o deprimidos.

      Por extensión, entrar en un pozo por el pensar obsesivo no permite salir de ese estado con naturalidad. En consecuencia, la experiencia positiva de salir de un pozo puede ser indicativa de que se ha ingresado a él previamente con un propósito de

      reconocimiento de otro nivel en nosotros, mediante la observación y el examen silencioso, ya para conocer las causas de la depresión, ya para rescatar lo rescatable y, fundamentalmente, porque se aspira a salir de la opresión y asfixia del pozo y recuperar el nivel de lo real, munido de un nuevo poder experimental. Un pensamiento así es la exteriorización de un conocimiento puesto en práctica. Es un poder, el poder de emplear la mente sólo cuando resulta útil y constructivo y no como mecanismo pretendidamente compensatorio de las emociones aflictivas.

      Un pensamiento sano es un pensamiento autónomo capaz de integrar. Y el pensamiento es integrador cuando no se trunca o mutila a nivel emocional. Todo mimetismo entre el pensamiento y el dolor es disociativo y termina en la experiencia del pozo, del que no se sale sin heridas. Y la presencia de las heridas es señal de que no se ha terminado el proceso. Lo mismo puede decirse de las cicatrices, aunque estas presentan la otra faz de reparación y reconstrucción del espacio interior que había padecido la deflación.

      Admitamos también que no se puede subestimar tal "descenso a los infiernos", como puesta a prueba o parte de un proceso mayor que perseguiría el facilitarnos el poder de afrontar, sobrellevar y superar las pruebas de la vida sicológica. Es decir, salir regenerados, bañados en las aguas bautismales de un nuevo nacimiento, en el sentido de despertar a una condición autónoma desde un estado de encapsulamiento adictivo o encierro opresivo en un nivel deprimido al que, en clave sicológica, las tradiciones llaman el inframundo, el abismo o la noche oscura del alma. Y que aquí se designa, en este aspecto que hemos querido subrayar, como "un pozo".

      XIII

      Se posó un pájaro en la cabeza de un ignorante. Es un sueño, pensaron los poetas. Es un loco, pensaron los supersticiosos. Es un elegido, pensaron los piadosos. Es un árbol, pensó el pájaro.

      XIV

      En la inmensidad del desierto hay un oasis, y en el oasis hay un hombre pensando en el océano. En la inmensidad del océano hay un islote, y en el islote hay un hombre pensando en el desierto. En la inmensidad de la mente hay un Testigo y por su testimonio no hay relatividad. Todo es de la medida del testimonio; por eso, una vez en el oasis, una vez en el islote, ¿por qué no medir la soledad con el fiel de la inmesidad?

      XV

      Benditas las tinieblas que permiten que una sombra devenga en hombre.

      En la oscuridad de la mente, en la negrura y opacidad del corazón, existe un desplazamiento del foco de la conciencia, de suerte que esas tinieblas interiores se vuelven sombras, fragmentos dolorosos de los que nos quisiéramos deshacer.

      Con la primera luz del alma las sombras se definen, se diferencian aún más, se rodean de halos de poder y se adscriben a todo cuanto conocemos. Entonces sorprendemos las sombras afuera, discutimos con ellas, las rechazamos, nos separamos de ellas para volver a integrarlas por la inercia de tan fútil violencia. Hemos perdido la conciencia cabal, nuestra legítima herencia, al rebajarse ésta, por necesidad, a un foco de conciencia.

      Una mente tenebrosa procede diferenciándose en máscaras y disfraces que llevan hombres como nosotros, nuestros rostros escondidos, nuestras deformidades. Tarde o temprano las sombras se unifican porque el foco de conciencia que surgiera tan trabajosamente alcanza a tocar las semillas de la deformidad en nuestra naturaleza, ilumina la zona de sombra de nuestra mente, provocando un nuevo interés por conocernos a nosotros mismos. El estado anterior al de hombre es el de sombra asumida como una parte de la conciencia, oscilando entre representaciones externas irritativas y asperezas interiores. Es en esencia una y la misma cosa. Finalmente se la identifica en el examen silencioso de las voces y los impulsos subconscientes. La conciencia que se había focalizado en las tinieblas, para poder penetrar a través de ellas, se transforma en luz envolvente e inclusiva, y los aspectos sórdidos de nuestra propia nocturnidad, que se habían incrustado y endurecido, como la semilla fuera de la tierra, se rompen. Asoma el broto. Es el segundo nacimiento y en verdad el primer nacimiento en el espíritu. Así, un hombre es un broto que fue sombra, y en consecuencia semilla, y está destinado a ser árbol y servir de cobijo para los demás hombres. Una vez que se es árbol, se aprende el dominio de la sombra a la que se disolvió por gracia del sol de la conciencia. Pero se conserva oculta y segura la semilla de la sombra así transmutada, para asegurar la sucesión, la transferencia del poder, la dinastía de nuevos hombres árboles que den sombras simplemente benéficas.

      Se puede decir que el hombre consumado