Название | El capital odia a todo el mundo |
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Автор произведения | Maurizio Lazzarato |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877121919 |
En este cuadro trazado, por un lado, por el progreso del proyecto de secesión política de los “ricos” y, por otro, por la impotencia de las fuerzas que quieren bloquearlo, la democracia ya no sirve. La democracia representativa no entró en “crisis” con el neoliberalismo: el Poder Legislativo que debería realizarla y legitimarla comenzó a ser neutralizado por el Poder Ejecutivo desde la Primera Guerra Mundial. La guerra industrial conlleva una reconfiguración del Poder Ejecutivo, que no termina con el cese de las hostilidades, sino que, por el contrario, va a ir reduciendo progresivamente al Parlamento al estado de apéndice de ratificación y legitimación de los decretos del verdadero Poder Legislativo, que está en manos del gobierno. Pero detener el análisis aquí sería quedarse en el camino trazado por Carl Schmitt o Giorgio Agamben. El siglo XX ha manifestado una nueva realidad de la “política” que el neoliberalismo ha realizado por completo: el Poder Ejecutivo, como todo el sistema político-jurídico, es uno de los centros de decisión de la máquina de guerra capitalista, que ejecuta, ratifica y legitima los “decretos” destinados a aumentar la “vida” (el poder de actuar) del capital financiero.
Los liberales siempre han entendido la democracia como una democracia de propietarios. Siempre han concebido los derechos como vinculados a la propiedad. Son las revoluciones las que impusieron la igualdad y las que conquistaron los derechos políticos y sociales “para todos”. El capitalismo puede funcionar muy bien dentro de diferentes sistemas políticos: democracia constitucional, Estado centralizador y autoritario como en China, en Rusia o en los regímenes fascistas. La idea de que el capital va necesariamente de la mano con la democracia ha sido desmentida una y otra vez.
GUERRA Y CIRCULACIÓN
A partir de finales de los años setenta, los movimientos posteriores al 68 dejaron de cuestionar y problematizar la guerra, la guerra civil y la revolución. Los conceptos de guerra y revolución fueron abandonados por los “vencidos”, como si la guerra se hubiera pacificado y hubiera quedado integrada e incorporada, sin resto, a la producción, la democracia y el consumo, y la revolución pudiera solo ser conjugada con la tecnología (automotriz, informática, robótica, etc.). La paz se confundió con la victoria histórica del capitalismo y el “fin” de las guerras con la derrota de la revolución. Pero es imposible entender los cambios en el funcionamiento del capitalismo, su versión neoliberal, el surgimiento de nuevas formas de fascismo, sin tematizar las victorias y derrotas del siglo XX, ya que son los “triunfos” en la guerra de clases los que abrieron la posibilidad de estas transformaciones.
Si, como creo, la derrota política de fines de la década de 1960 y comienzos de 1970 implica igualmente una derrota teórica, la primera víctima fue el marxismo, que había aportado lo esencial de sus instrumentos políticos y teóricos al siglo de las revoluciones. La emergencia de sujetos políticos difícilmente identificables con la clase obrera (el movimiento de descolonización y el movimiento feminista, entre otros) sacudió el concepto de sujeto revolucionario inherente al marxismo europeo, pero las razones de su rápido colapso en los años setenta deben buscarse antes que nada en las guerras totales. La Gran Guerra fue la ocasión de la toma de poder por parte de los bolcheviques, pero también el origen de un cambio radical en el funcionamiento del capitalismo que se prolongó durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, transformación que el marxismo, a diferencia de los capitalistas, fue incapaz de captar.
Las dos guerras totales afectan profundamente la categoría marxiana de “producción”, fundamento de la ruptura revolucionaria desde el momento que engendra al sujeto capaz de realizarla. La producción que se deriva de las guerras totales se diferencia radicalmente del modo en que Marx la había definido y, junto con ella, los sujetos “revolucionarios”. La producción se vuelve una parte de la circulación
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