Herencia. Ronnie Roberto Campos

Читать онлайн.
Название Herencia
Автор произведения Ronnie Roberto Campos
Жанр Религиозные тексты
Серия
Издательство Религиозные тексты
Год выпуска 0
isbn 9789877981186



Скачать книгу

      Era un buen plan. Sí, lo era.

      Al principio, todo el mundo creía que esto era un entusiasmo pasajero. Pero no lo era. Con sol o con lluvia, allí estaba yo gritando:

      –¡Hay helados de palitooo!

      Aquella cajita térmica debajo del brazo, un gorrito para cuidarme un poco del sol... De casa en casa, de calle en calle. Hasta el anochecer.

      –¡Hay helados de palitooo!

      Poco a poco fui haciendo mi clientela. Vendía tanto que necesité una caja más grande. Tenía que ser caja; no llegaba a empujar el carrito.

      Guardé cada centavo, moneda por moneda, dentro de una lata de leche en polvo vacía. Mis amigos decían que me estaba perdiendo todo el verano haciendo eso, pero no le daba importancia. Me ayudaba a continuar una frase que mi padre me dijo un día: “Si no podemos realizar los sueños por la fuerza, podemos alcanzarlos con perseverancia”. Escribí esa frase en una hoja de cuaderno y la pegué en mi cuarto. Todas las noches leía la frase antes de dormir.

      Un día, mi padre dijo que tenía que ir a Curitiba a ayudar a mi bisabuela a resolver unos problemas. Iría el fin de semana, pero estaría de vuelta para el martes. No me di cuenta de que se había llevado mi lata de monedas.

      El martes me levanté bien temprano. Las clases comenzaban a las 7. ¡Imagina mi sorpresa! Mi padre había vuelto durante la noche. Y en el medio de la sala había una caja enorme.

      –Mi… ¡bi-ci-cle-ta!

      Casi lloré. No entendía nada. ¡Estaba eufórico! Mi papá también. Dijo que la armaría mientras yo estuviera en la escuela. Al mediodía, cuando volviera, ya podría andar. ¿Piensas que pude concentrarme en el estudio? Solo pensaba en mi bicicleta.

      “Pero ¿cómo?”, me planteaba. “No tenía suficiente dinero en aquella lata de leche en polvo”.

      –Tu tío ayudó con el dinero que faltaba –explicó mi padre por la tarde, cuando volví de la escuela.

      Más adelante descubrí la historia completa. Mi padre no me lo quería decir para que no me desanimara, pero él también estaba juntando dinero para ayudarme. Yo no lo sabía, pero él iba a pie al trabajo para ahorrar el pasaje. Hasta hoy no sé qué otros sacrificios tuvo que hacer para realizar mi sueño.

      Aun así, sumando todo lo que él y yo habíamos ahorrado, faltaba un poco de dinero para comprar la bicicleta. La historia sobre la ayuda de mi tío era verdadera; él mismo fue con mi padre a la tienda. Cuando se dio cuenta de que el dinero no alcanzaba, se acercó y dijo:

      –No te preocupes, hermano. Quiero ayudar. Toma. No hay problema– dijo mi tío mientras entregaba el dinero en manos de mi padre.

      No hubo tiempo para decir que no era necesario.

      Por eso yo estaba allí, maravillado frente a mi nueva bicicleta. Nuevita, en caja. Pintura metálica y todo. Brillaba.

      –¡Guau, papi! ¡Qué bicicleta linda! Nunca vi una de estas.

      Realmente era linda. También era Monark, la misma marca que la Tigrão de Toco. En aquel tiempo solo conocíamos dos marcas de bicicletas, Monark y Caloi. La mayoría de los niños tenía un modelo de Monark llamado Monareta, pero la mía era la única Monareta Dobramatic de la región. Ese nombre pomposo estaba relacionado con el hecho de tener una especie de bisagra bien al medio que facilitaba su ubicación en el baúl del auto, en caso de viajar. Nunca usamos este dispositivo ya que no teníamos auto.

      Pasó mucho tiempo hasta que tuvimos nuestro propio auto. Pero en bicicleta… ¡Oh, qué vida buena! No iba a ningún lugar sin ella. Toco, claro, se puso casi tan feliz como yo. A veces lo dejaba andar en la Monareta mientras yo iba en la Tigrão. Era mi forma de agradecer.

      No tardé mucho en notar que mis padres hacían sus sueños realidad en mí y en mis hermanos. Con el tiempo, aprendí que cuando decían que no se podía, realmente no se podía. Aprendí que un padre deja hasta de comer con tal de que no les falte nada a los hijos.

      –No quiero –decía cuando repartíamos alguna fruta o golosina.

      ¿No quería? ¡Qué va! Decía eso solo porque apenas alcanzaba para nosotros lo que había. Los padres tienen a sus hijos como tesoros. El tiempo me hizo ver que el verdadero tesoro es lo que ellos enseñan a sus hijos, las semillas que plantan en nuestro corazón y que el tiempo hace germinar, produciendo frutos para toda la vida. Especialmente, cuando las lecciones se dan sin palabras.

      Si lloras porque perdiste el sol,

      las lágrimas no te dejarán ver las estrellas

      (Rabindranath Tagore).

      CAPÍTULO CUATRO

      Tiempo de llorar

      A veces sentimos ganas de llorar y no podemos parar. Las lágrimas se van a abriendo camino, forzando su salida, y por más que intentemos impedir que caigan, brotan y corren sueltas, como un dique que se rompe.

      A los doce años, en general, la emoción está siempre a flor de piel. A veces intentamos evitarla, pero parece que todo ayuda a que las lágrimas salgan. Películas, canciones, poemas, novelas, noticieros, ¡todo! Absolutamente todo.

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

/9j/4R5hRXhpZgAATU0AKgAAAAgABwESAAMAAAABAAEAAAEaAAUAAAABAAAAYgEbAAUAAAABAAAA agEoAAMAAAABAAIAAAExAAIAAAAhAAAAcgEyAAIAAAAUAAAAk4dpAAQAAAABAAAAqAAAANQACvyA AAAnEAAK/IAAACcQQWRvYmUgUGhvdG9zaG9wIDIxLjEgKE1hY2ludG9zaCkAMjAyMDowMzoyNiAw OTowODo0NQAAAAOgAQADAAAAAQABAACgAgAEAAAAAQAABLCgAwAEAAAAAQAABzkAAAAAAAAABgED AAMAAAABAAYAAAEaAAUAAAABAAABIgEbAAUAAAABAAABKgEoAAMAAAABAAIAAAIBAAQAAAABAAAB MgICAAQAAAABAAAdJwAAAAAAAABIAAAAAQAAAEgAAAAB/9j/7QAMQWRvYmVfQ00AAf/uAA5BZG9i ZQBkgAAAAAH/2wCEAAwICAgJCAwJCQwRCwoLERUPDAwPFRgTExUTExgRDAwMDAwMEQwMDAwMDAwM DAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwBDQsLDQ4NEA4OEBQODg4UFA4ODg4UEQwMDAwMEREMDAwMDAwR DAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDP/AABEIAKAAaAMBIgACEQEDEQH/3QAEAAf/xAE/ AAABBQEBAQEBAQAAAAAAAAADAAECBAUGBwgJCgsBAAEFAQEBAQEBAAAAAAAAAAEAAgMEBQYHCAkK CxAAAQQBAwIEAgUHBggFAwwzAQACEQMEIRIxBUFRYRMicYEyBhSRobFCIyQVUsFiMzRygtFDByWS U/Dh8WNzNRaisoMmRJNUZEXCo3Q2F9JV4mXys4TD03Xj80YnlKSFtJXE1OT0pbXF1eX1VmZ2hpam tsbW5vY3R1dnd4eXp7fH1+f3EQACAgECBAQDBAUGBwcGBTUBAAIRAyExEgRBUWFxIhMFMoGRFKGx QiPBUtHwMyRi4XKCkkNTFWNzNPElBhaisoMHJjXC0kSTVKMXZEVVNnRl4vKzhMPTdePzRpSkhbSV xNTk9KW1xdXl9VZmdoaWprbG1ub2JzdHV2d3h5ent8f/2gAMAwEAAhEDEQA/APNrnuqqFY