Название | La sociedad de castas |
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Автор произведения | Agustín Pániker Vilaplana |
Жанр | Социология |
Серия | Ensayo |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788499884264 |
Por lo general, los miembros de una casta poseen los mismos apellidos (o incluyen el genérico de jāti o gotra en el apellido). La casta no se oculta. Cuando uno dice que se apellida Bhattacharyya o Chakravarty, como en el episodio anterior, todo el mundo sabe que pertenece a una jāti de brāhmaṇs de Bengala. Y si el apellido es Agrawal, se inferirá que nació en alguna de las diferentes secciones –hindúes o jainistas– de la casta baniā agaravāl. Claro que existen también apellidos neutros (Kumar, Singh, Prasad, Gupta, Khan, etcétera) y otros que han ido variando.
Ocurre que la mayoría de los indios están familiarizados con los apellidos de su región y, en cambio, tienen dificultades en reconocer la casta en apellidos de regiones diferentes a la suya. Cuando menciono mi apellido en Nueva Delhi, muchos lo toman por maharashtri (ya que bastantes apellidos de esa región terminan en -kar o -ker), pero cuando lo pronuncio en Kerala todo el mundo capta de inmediato que es uno de los títulos de la casta nāyar.
Conocer la jāti de alguien diferente de su región lingüística tampoco permite saber gran cosa de dicha persona. Los apellidos de la casta kumhār de Chhattisgarh, por ejemplo, dicen mucho acerca de la subcasta o la posición de sus miembros. Si uno se apellida Pade, que es el término chhattisgarhi para “alfarero” (ocupación tradicional de los kumhārs), indica un estatus relativamente bajo. En cambio, si se apellida Pande, una deliberada sanscritización de Pade que coincide con un típico apellido brāhmaṇ (y significa “erudito”), denota mayor estatus y, posiblemente, que la familia en cuestión ya no se dedica a la alfarería. Alguien de otra región, al ver el apellido Pande puede hacerse un buen lío, pero los kumhārs y sus vecinos chhattisgarhis saben detectar los matices.
Desde que uno nace, es identificado como miembro de una jāti. Exceptuando a los indios “modernos”, los amigos más próximos de un indio o una india seguramente serán miembros de su propia casta. Las relaciones con miembros de otras castas son siempre más formales. K.S. Singh lo expresaba con cierta exageración: «Cada comunidad tiene su identidad, su visión del mundo, su frontera y, en muchos casos, un fuerte sentido de solidaridad y diferencia cultural».6 Este punto es clave: la casta es casi una asociación de ayuda mutua. Octavio Paz, que fue embajador de México en la India, decía que las castas son «grupos solidarios, verdaderas fraternidades. Cada individuo está seguro casi siempre de encontrar ayuda en los otros miembros de su casta»;7 si bien, a medida que los miembros de una casta empiezan a diferenciarse del resto, tanto a nivel económico como en modo de vida, el tradicional igualitarismo dentro de la casta puede dislocarse.
Es cierto que en las modernas ciudades las marcas diacríticas de la casta –como el apellido, el atuendo y hasta el porte– son cada vez más irreconocibles y neutras, y uno podría camuflarse bajo la guisa de una casta diferente a la propia. Algunos ex-intocables han sentido la necesidad de hacerlo [véase El passing o la casta oculta]. Pero, por lo general, incluso cuando un jāṭ se convierte al sikhismo o un nāḍar lo hace al cristianismo no deja de ser jāṭ o nāḍar. Como comprobaremos en repetidas ocasiones, la conversión no borra el sentido de identidad de casta.
Con ocasión de bodas, funerales, festivales, los miembros de una misma casta se reúnen. Los festivales sirven para integrar las jātis y conectar a sus miembros (y establecer nuevas amistades, enlaces matrimoniales, negocios, etcétera). También los rituales funerarios fortalecen la solidaridad de la familia y la casta.
Casi la mitad de los templos de la India son, en verdad, templos de casta (donde los sacerdotes suelen ser de la casta en cuestión o de una subcasta sacerdotal especializada en el ritual de la casta). De los 44 santuarios de Ramkheri, la aldea de Madhya Pradesh estudiada por Adrian Mayer, 16 eran exclusivos de castas particulares. Una deidad muy popular allí es Bheru (forma local de Bhairava, una manifestación feroz de Śiva). En Ramkheri había 13 templitos de Bheru: uno de los barberos, otro de los brāhmaṇs, otro de los rājputs, otro de los tejedores, otro de los tamborileros, etcétera.8 Por si esto fuera poco, cada casta (y más aún, cada subcasta o linaje dentro de la casta) suele poseer su diosa o divinidad de clan, que recibe el culto únicamente de miembros de la jāti. Ya decía Govind S. Ghurye que «las castas son pequeños mundos sociales completos en sí mismos».9
Dieta y comensalidad
Quizá el aspecto que –después de las reglas de endogamia– mejor delimite las fronteras de casta sea la comensalía o comensalidad. Eso quiere decir que, en teoría, los miembros de una misma casta sólo comerían los alimentos cocinados y servidos por miembros de su misma clase o superior y con comensales de rango parejo. Hasta hace pocas décadas, el criterio de la comensalidad era la expresión más visible del estatus ritual.10 El punto que debía evitarse a toda costa era sentarse a comer en línea (paṅgat), es decir, contiguo a alguien de casta diferente. (Nótese que en los eventos tradicionales de la India, la gente no se sienta a la mesa, sino en estas hileras sobre el suelo.) En consecuencia, el acceso a restaurantes públicos, tea-shops, hoteles o a los pozos de las aldeas estaba hasta hace relativamente poco restringido por tabúes de casta. (Cualquier discriminación en este sentido es hoy ilegal, pero eso no significa que haya desaparecido.)
Las prohibiciones dietéticas (propias de cada casta) y las reglas de “etiqueta” han gobernado las relaciones entre castas durante siglos. Aceptar comida cocinada por alguien de otra casta requería, y aún requiere, una serie de juicios y valoraciones –acerca de la cualidad ritual de los alimentos– muy complejos. Un sacerdote brāhmaṇ, por ejemplo, puede aceptar comer en compañía de gentes no brāhmaṇs con ocasión del festival del pueblo o de ciertos ritos. En realidad, eso forma parte de su trabajo como clérigo. En otras circunstancias actuará imitando al dios que recibe la ofrenda de cualquier feligrés. Pero si los alimentos tienen que ser cocinados, será imperativo que hayan sido preparados por otro brāhmaṇ o por miembros de su familia [FIG. 33].
Puesto que los brāhmaṇs tienden a comer sólo alimentos cocinados por otro brāhmaṇ existe en la India casi una “subcasta” de cocineros brāhmaṇs y un alto número de restaurantes regentados por miembros de esta clase. En el sur de la India, el rótulo “Vegetarian Restaurant” es virtualmente indicativo de que el cocinero es brāhmaṇ. Al ver el rótulo, cualquier hindú leerá entre líneas: “pase usted y consuma nuestros platos aquí porque no corre ningún riesgo de polucionarse; el cocinero es brāhmaṇ”.
Hay que decir que –como en el caso de la ocupación tradicional– este aspecto se ha relajado mucho en los medios urbanos modernos [FIG. 17]. Incluso en el hogar pueden sentarse a la mesa amigos e invitados de estatus rituales diferentes. En los espacios públicos, ya casi nadie se preocupa de quién ha cocinado los alimentos o con quién tiene que compartir mesa en una comida de negocios. (Aunque sólo hasta cierto punto, como muestra el pertinaz recurso al servicio de los dabba-wallahs de Mumbai: los mensajeros que reparten diariamente