Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson. Vincent Bugliosi

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Название Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson
Автор произведения Vincent Bugliosi
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788494968495



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a Frank que se quedara donde estaba, y telefoneó a su novio, Joe Dorgan, a quien le contó que Frank pensaba que pasaba algo en casa. Hacia las nueve y media Joe y Susan recogieron a Frank en el puesto de hamburguesas y los tres fueron directamente en coche al 3301 de Waverly Drive.

      Rosemary solía dejar un juego de llaves de casa en su coche. Lo encontraron y abrieron la puerta de atrás28. Dorgan propuso que Susan se quedara en la cocina mientras Frank y él revisaban el resto de la casa. Atravesaron el comedor. Cuando llegaron al salón, vieron a Leno.

      Estaba despatarrado de espaldas entre el sofá y una silla. Tenía un cojín pequeño encima de la cabeza, una especie de cable alrededor del cuello, y la parte de arriba del pijama estaba rasgada, de forma que se le veía el estómago. Había algo que sobresalía de él.

      Estaba tan quieto que supieron que estaba muerto.

      Temiendo que Susan los siguiera y viera aquello, volvieron a la cocina. Joe cogió el teléfono de la cocina para llamar a la policía y entonces, preocupado por que pudiera alterar pruebas, colgó y le dijo a Susan: «Está todo bien, vámonos de aquí». Pero Susan sabía que no estaba todo bien. En la puerta de la nevera alguien había escrito algo con lo que parecía pintura roja.

      Bajaron a toda prisa por la entrada de la propiedad, se detuvieron en un edificio de dos viviendas adosadas al otro lado de la calle, y Dorgan llamó al timbre del 3308 de Waverly Drive. Se abrió la mirilla. Dorgan dijo que habían apuñalado a alguien y que quería llamar a la policía. La persona al otro lado se negó a abrir la puerta y dijo: «Ya llamamos nosotros a la policía».

      La centralita del LAPD registró la llamada a las diez y veintiséis minutos de la noche, y la persona que la realizó se quejó de unos jóvenes que estaban armando alboroto.

      Como no sabía con seguridad si la persona había hecho de verdad la llamada, Dorgan ya había apretado el timbre de la otra vivienda, la del 3306. El Dr. J. Brigham y su esposa Merry dejaron entrar a los tres jóvenes. Sin embargo, estaban tan alterados que la Sra. Bringham tuvo que terminar la llamada. A las diez y treinta y cinco, enviaron la unidad 6A39, de color blanco y negro y a cargo de los agentes W.C. Rodríguez y J.C. Toney, a aquella dirección, y llegó muy rápido, entre cinco y siete minutos después.

      Mientras Susan y Frank seguían con el médico y su esposa, Dorgan acompañó a los dos agentes de la División de Hollywood al domicilio de los LaBianca. Toney cubrió la puerta de atrás al tiempo que Rodríguez daba la vuelta a la casa. La puerta principal estaba cerrada, pero no con llave. Después de echar un vistazo dentro, volvió corriendo y llamó para pedir una unidad de refuerzo, un supervisor y una ambulancia.

      Rodríguez llevaba en la unidad solo catorce meses; no había hallado nunca un cadáver.

      A los pocos minutos acudió la unidad de ambulancia G-1, y dictaminaron que estaba muerto cuando llegaron. Aparte del cojín que habían visto Frank y Joe, tenía una funda de almohada ensangrentada encima de la cabeza. El cable alrededor del cuello estaba sujeto a una lámpara enorme, y anudado con tanta fuerza que daba la impresión de que lo habían estrangulado con él. Las manos estaban atadas detrás de la espalda con un cordón de cuero. El objeto que sobresalía del estómago era un tenedor de trinchar con mango de marfil de dos dientes. Además de varias heridas de arma blanca en el abdomen, alguien había grabado las letras WAR29 en la piel al descubierto.

      La unidad de refuerzo, 6L40, a cargo del sargento Edward L. Cline, llegó justo después de la ambulancia. Cline, un veterano que llevaba dieciséis años en el cuerpo, asumió el mando y obtuvo de los dos técnicos de la ambulancia una ficha rosa donde se notificaba que Leno estaba muerto cuando llegaron.

      La pareja de la ambulancia ya estaba bajando por la entrada de la propiedad cuando los llamó Rodríguez para que volvieran. Cline había encontrado otro cadáver, en el dormitorio principal.

      Rosemary LaBianca yacía bocabajo en el suelo del dormitorio, en paralelo a la cama y el tocador, en un gran charco de sangre. Llevaba un camisón corto rosa y, encima, un vestido caro, azul con rayas blancas horizontales, que Susan identificaría después como uno de los favoritos de su madre. Tanto el camisón como el vestido estaban remangados por encima de la cabeza, de modo que la espalda, las nalgas y las piernas estaban al descubierto. Cline ni siquiera intentó contar las heridas de arma blanca, había muchísimas. Las manos no estaban atadas, pero, igual que Leno, tenía una funda de almohada encima de la cabeza y un cable de lámpara envuelto alrededor del cuello. El cable estaba sujeto a una de las dos lámparas de la habitación, que estaban tiradas en el suelo. La tirantez del cable, más un segundo charco de sangre a unos sesenta centímetros del cadáver, indicaba que quizás había intentado arrastrarse y había derribado las lámparas.

      Se rellenó otra ficha rosa, para la señora Rosemary LaBianca. Joe Dorgan tuvo que contárselo a Susan y Frank.

      Había pintadas, con lo que parecía sangre, en tres sitios del domicilio. A gran altura, en la pared norte del salón, por encima de varios cuadros, habían escrito en letra de imprenta DEATH TO PIGS. En la pared sur, a la izquierda de la puerta principal, incluso a mayor altura, había una única palabra, RISE. Había dos palabras en la puerta de la nevera de la cocina, la primera de ellas mal escrita. Ponía HEALTER SKELTER30.

      LUNES, 11 DE AGOSTO DE 1969

      A las doce y cuarto de la noche, asignaron el caso a Robos-Homicidios. El sargento Danny Galindo, que había pasado la noche anterior en el turno de vigilancia en el domicilio de Tate, fue el primer inspector en llegar, hacia la una de la mañana. Poco después se sumó el inspector K.J. McCauley y varios inspectores más, en tanto que una unidad adicional, pedida por Cline, acordonó el terreno. Sin embargo, igual que en los homicidios del caso Tate, los periodistas, que ya habían empezado a llegar, al parecer tuvieron pocas dificultades para conseguir información confidencial.

      Galindo realizó un registro minucioso del domicilio, de una planta. A excepción de las lámparas tiradas, no había signos de forcejeo. Tampoco había pruebas de que el móvil hubiera sido el robo. Entre los artículos que Galindo registraría en el informe del administrador público del condado31, había un anillo de oro de hombre, con una piedra principal que era un diamante de un quilate, y otras piedras que también eran diamantes, solo un poco más pequeños; dos anillos de mujer, ambos caros, ambos a plena vista en el tocador del dormitorio; collares, pulseras, material de cámara fotográfica, revólveres, escopetas y rifles; una colección de monedas, una bolsa de monedas de cinco centavos fuera de circulación, hallada en el maletero del Thunderbird de Leno, con un valor bastante superior al nominal de cuatrocientos dólares; la cartera de Leno LaBianca, con tarjetas de crédito y dinero en efectivo, en la guantera del coche; varios relojes, uno de ellos un cronómetro muy caro de los que se utilizan en las carreras de caballos, junto con muchos otros artículos que podían venderse con facilidad.

      Varios días después Frank Struthers regresó al domicilio con la policía. Los únicos artículos que faltaban, por lo que pudo determinar, eran la cartera y el reloj de pulsera de Rosemary.

      Galindo no pudo encontrar indicios de que se hubiera forzado la entrada. Sin embargo, al probar la puerta trasera, descubrió que era muy fácil abrirla con una palanca. Fue capaz de abrirla solo con una tira de celuloide.

      Los inspectores descubrieron varias cosas más. El tenedor de trinchar con mango de marfil que sobresalía del estómago de Leno pertenecía a un juego hallado en un cajón de la cocina. Había cortezas de sandía en el fregadero. También había salpicaduras de sangre, tanto allí como en el baño trasero. Y se encontró un trozo de papel empapado en sangre en el suelo del comedor, con una punta raída que indicaba que posiblemente se había utilizado para escribir las palabras en letra de imprenta.

      En muchos aspectos las actividades del resto de aquella noche en el 3301 de Waverly Drive fueron una repetición de las que se habían desarrollado en el 10050 de Cielo Drive menos de cuarenta y ocho horas antes. Hasta con el mismo reparto, en algunos casos, porque el sargento Joe Granado llegó hacia las tres y media de la mañana para tomar muestras de sangre.

      La muestra del fregadero no fue suficiente para determinar si era sangre animal o humana, pero todas