Название | Las Inmortalidades |
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Автор произведения | Guido Pagliarino |
Жанр | Героическая фантастика |
Серия | |
Издательство | Героическая фантастика |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788873041832 |
âEste bien, presidenta, estoy de acuerdo con estas cosas, que evidentemente ya sabÃa y he escuchado solo por mi natural amabilidad.
La presidenta habÃa contenido la risa con dificultad, conociendo bien la rudeza del hombre que tenÃa delante.
El cual habÃa proseguido:
âEstará sin embargo de acuerdo en que solo porque no se haya encontrado hasta ahora no tiene por qué no existir al menos un mundo como la Tierra que posea un satélite como la Luna y que orbite en torno a una estrella gemela de nuestro Sol. En todo el universo y ¿quién sabe? tal vez incluso en nuestra galaxia.
âEs verdad profesor, pero de hecho le he hablado de probabilidades, no de certezas: también creo que su hipótesis basada en el mero azar, tiene una posibilidad muy baja y, entiéndalo bien⦠los fondos se dispensan mientras la posibilidad de éxito no se considere Ãnfima.
âUmâ¦
âEn el caso de la existencia de un Ser trascendente creador y ordenador del universo se podrÃa suponer la existencia de otras especies inteligentes en nuestro mismo universo. Indudablemente la cosa serÃa diferente si se demostrara la existencia de diversos universos paralelos al nuestro, esos universos que, ya a finales del milenio pasado, los cientÃficos habÃan conjeturado sin poder demostrarlos experimentalmente en la realidad, ni siquiera hoy. Solo si existieran realmente esos cosmos se podrÃa considerar como no demasiado improbable la existencia, no por intervención divina, sino por azar, de otra vida inteligente en alguno de ellos. Si por tanto es necesario imaginar billones y billones de universos paralelos para hacer suficientemente creÃble la aparición de otras vidas inteligentes por mero azar es obvio que, para un cientÃfico ateo como usted, deberÃan excluirse lógicamente otras criaturas inteligentes en nuestro universo, el único en que usted podrÃa investigar con las ondas ultrafotónicas.
âUmâ¦
âSolo la hipótesis de los cientÃficos creyentes, como yo, de que haya un Ente personal, un Dios creador y ordenador, no hace improbable la idea de extraterrestres en nuestro universo y le vuelvo a asegurar que yo serÃa la primera en querer que se descubrieran, porque serÃa maravilloso encontrar otras criaturas de Dios. Por eso se ha equivocado completamente al pensar que fui yo la que denegó su solicitud.
â⦠¿Y si yo hubiera sido creyente?
âLos miembros de la comisión son personas respetuosas con las teorÃas coherentes de los demás. Como hombres con dudas, al ser cientÃficos, saben que, según la epistemologÃa popperiana, no son cientÃficas ni las hipótesis de los infinitos universos ni la del Ente creador, ya que ni Dios ni, al menos por ahora, otros universos son experimentables. Sencillamente se trata de teorÃas aceptadas en ausencia de otras más verosÃmiles, hipótesis que tienen el 50% de probabilidad cada una: Es como en los tiempos del matemático Blaise Pascal y su apuesta por Dios al 50%. Si usted fuera creyente, profesor, indudablemente, en nombre de la duda cientÃfica y de la lógica, también la mayorÃa atea de la comisión, considerando además su enorme fama, le habrÃa respondido que sÃ, no pudiendo oponer más que el propio 50% asimismo no cientÃfico. Pero asÃ, cuando usted se declara desde el inicio como ateoâ¦
â⦠Una hipótesis al 50%, ¿ verdad? Ya, ya, después de todo es una idea que también se podrÃa considerar, ¿no es cierto? De hecho, escúcheme: inmediatamente, valiéndome del derecho de apelación, presentaré una nueva teorÃa según una hipótesis deÃsta. Pero usted está segura de que luego me darán los fondos, ¿verdad?
âLa Espiral de Oro, señor Juez, era sin duda la meta académica más ardua de la Tierra, tan difÃcil de alcanzar que, antes de mÃ, en cincuenta años desde su institución, apenas un centenar de personas habÃan llegado a la meta. Era un objetivo espléndido: el superlicenciado tenÃa derecho a una enorme renta a lo largo de toda su vida natural, con la que podÃa proseguir sus investigaciones tranquilamente, sin necesidad de trabajos lucrativos. Desde niño habÃa soñado con ella, desde que era un joven de dieciséis años que trabajaba en la tienda de mis padres en Módena: armas laser artesanales. No es que me desagradara ese trabajo, es que no me limitaba a seguir los diseños: muchas veces aportaba mejoras de mi invención a muchos modelos de fusiles y pistolas. Sin embargo mi sueño era dedicarme a la investigación pura, a tiempo completo. Por eso dedicaba al estudio horas nocturnas robadas al sueño. Pagaba, dedicando casi todo mi salario, las matrÃculas de las primeras universidades del mundo, en América y Asia. PodÃa asistir al menos en parte a las lecciones a lo largo de la noche, aprovechando los diversos husos horarios de los continentes y gracias al aparato que me habÃa regalado mi padre, el Teletransporte Instantáneo de Seres Vivientes Green-Berusci. AsÃ, con el paso del tiempo, examen a examen, una vez aprobada la selectividad general en Bolonia, obtuve primero la licenciatura en matemáticas y fÃsica en Princeton y luego el doctorado superior en filosofÃa universal en Tokio. TenÃa entonces treinta años. En todo ese tiempo no me habÃa concedido ninguna distracción. HabÃa estado tan dedicado al estudio que ni siquiera habÃa me habÃa relacionado con mujeres y permanecÃa soltero. Se podrÃa decir que era un monje del saber. Entretanto, al haber muerto ya mi padre y mi madre y haber heredado su tienda, para mantenerme habÃa seguido con la profesión, obteniendo bastante dinero y manteniendo la libertad de mi tiempo ante horarios inflexibles: sin duda no habrÃa tenido tal libertad si hubiera escogido una profesión dependiente, como habrÃa sido la investigador en alguna institución. Por oro lado, esta habrÃa sido una actividad de mayor prestigio que la de armero. Pero esto no me importaba. Durante otros veinte interminables años estudié y estudié para prepararme para las pruebas casi insuperables de la Espiral de Oro: estudiaba y fabricaba armas, fabricaba armas y estudiaba. Cuando por fin estuve listo, al inicio del año pasado realicé y aprobé los tres niveles previstos de examen en Moscú, Roma y ParÃs y expuse la tesis general en Oslo. ¡Conseguà por fin mi superdiploma! Ya habÃa cumplido cincuenta años. En cuanto empezó a llegarme la magnÃfica renta de la Espiral, vendà la tienda y con lo obtenido compre material cientÃfico, alquilé un laboratorio eficiente y amplio en Cambridge y finalmente me dediqué a la investigación pura, apuntando esta vez al Premio Unificado Nobel-Green-Berusci, pero el sueño no duró. Apenas dos meses después, señor juez, a causa del desgraciado lanzamiento al espacio de informaciones sobre la Tierra por parte del señor Bauer, usando las ondas ultrafotónicas, estalló la guerra y fuimos invadidos. Y una