por una nueva norma, se volvió a la cuenta de los años siguiendo el antiguo calendario plurimilenario. Hoy en dÃa, tanto los creyentes, cuyo número ha crecido, como los siempre numerosos incrédulos definen esos cuatrocientos años como la Era Antihumana. Veamos por qué. Las peleas empezaron ya en el año 2, después de algunos meses de entusiasmo general, se habÃan producido enseguida graves acontecimientos en el curso de los cuales también habÃa corrido la sangre. El proceso Visa Eterna era lento y complejo y se habÃa puesto a disposición del público, por decisión de los dos multimillonarios financiadores, exclusivamente dentro de los laboratorios Bertrand Russell: formalmente los dos magnates eran directores administrativos del Instituto, pero esencialmente eran los propietarios, gracias a ciertos cruces societarios, y podÃan tomar las decisiones que les resultaran más convenientes. Obviamente, ambos habÃan disfrutados los primeros del proceso Vida Eterna e inmediatamente después de ellos sus respectivos familiares. Luego se habÃan beneficiado los investigadores y sus familias, salvo un biólogo creyente y practicante que habÃa preferido renunciar, teniendo una fe muy firme en la vida eterna trascendente. Sin embargo el hecho era que el procedimiento era tan lento y complejo que solo una parte de aquellos que estaban en la lista de espera podÃan aprovecharlo antes de que les llegase la muerte y además la lista iba aumentando. Por otro lado, el proceso Vida Eterna era tan costoso que quedaban fuera casi todos y los excluidos no podÃan sino estar contrariados o algo peor, salvo los entonces rarÃsimos creyentes en Dios que aceptaban otra vida y a los que no les atraÃa la idea de existir para siempre en este mundo material. HabÃan aumentando constantemente los hurtos y robos a multimillonarios, frecuentemente realizados por bandas de varias decenas de personas que se enzarzaban en tiroteos y arrollaban a los guardias de sus vÃctimas y casi siempre, inmediatamente después de cometer el delito, se mataban entre sà por el botÃn, generalmente insuficiente para pagar la eternidad para todos los miembros del grupo. Además se perpetraban homicidios contra los magnates en la lista de espera, ayudados por sicarios contratados por otros multimillonarios también en la lista, con el fin evidente de reducir el número de los concurrentes. Añadamos a esto que se habÃan producido otros asesinatos entre los polÃticos, por parte de terroristas. Estos en algunos casos habÃan actuado aisladamente, pero la gran mayorÃa eran miembros de una organización paramilitar revolucionaria que se autocalificaba Grupos Armados para la Vida del Pueblo. Todos ellos habÃan atentado no solo contra la existencia de los multimillonarios a la espera de intervención, sino también contra la de los herederos de estos, tanto parientes hasta el tercer grado como terceros beneficiarios de los testamentos: pretendÃan en realidad conseguir que los patrimonios de los multimillonarios asesinados, ya sin sucesores, acabaran legalmente en herencia para el estado y que, bajo amenaza de atentados a los hombres públicos, se instituyera una loterÃa pública de la Vida Eterna con esos capitales como premio, a fin de que todos pudiesen tener al menos una mÃnima esperanza de eternidad. Aún asÃ, además de los terroristas, que habÃan logrado la simpatÃa popular, también muchos ciudadanos comunes, con manifestaciones en las plazas, pedÃan esa rifa pública y eran manifestaciones que degeneraban en tumultos. La solicitud no se habÃa concedido, los terroristas fueron capturados meticulosamente uno por uno, arrestados y condenados de por vida en los campos de trabajo de Titán, el satélite más grande de Saturno. Hay que advertir además que, mientras que los apuntados que no se habÃan sometido al procedimiento podÃan todavÃa, como es obvio, ser asesinados, los otros ya no. No os sorprendáis. He aludido a resultados del procedimiento muy superiores a la consecución de la eternidad natural de la vida. Bien, aquellos que ya habÃan superado el proceso Vida Eterna no solo se habÃan convertido en inmortales en el sentido de que ya no envejecÃan y por tanto no fallecÃan, sino que no podÃan morir ni siquiera en caso de heridas de naturaleza mortal. Parece imposible, ¿verdad? Y sin embargo era asÃ. Por cierto que esto corrobora la idea de la invención no era solo un resultado humano sino fruto de la interferencia de una causa externa ignota de gran poder. El primer caso que habÃa demostrado ese increÃble fenómeno habÃa acaecido en febrero del año 2, un accidente que debÃa haber sido absolutamente mortal, al caer el sujeto desde un despeñadero de varios centenares de metros de desnivel. Por el contrario, aunque fuera con grandes dolores, como habÃa explicado luego a los medios, se habÃa recuperado perfectamente, como si se hubiera curado naturalmente. Al principio la opinión pública se habÃa mostrado escéptica, la mayorÃa habÃa pensado que habÃa sido un caso muy afortunado, por ejemplo, una caÃda sobre un montón de nieve blanda. Pero se habÃa cambiado de opinión con el tiempo al verificarse otros casos de traumatismo potencialmente mortales que sin embargo no tenÃan consecuencias luctuosas. Y quedó claro para todos que ninguno de quienes habÃa recibido el tratamiento Vida Eterna podÃa ya morir. Tampoco, por otro lado, podÃa suicidarse: de ninguna manera. También de esto hablará, en un momento, el teólogo profesor Serra. Durante los primeros tres siglos de los cuatrocientos años de la nueva y terrible era el mundo se habÃa visto ensangrentado a causa del procedimiento Vida Eterna. Sin embargo, poco a poco, esa violencia iba disminuyendo, hasta desaparecer del todo. ¿Por qué? Porque los eternos, con el paso del tiempo, cada vez parecÃan menos personas privilegiadas, ya que los mortales comunes, en el curso de sus generaciones, les habÃan visto entristecerse cada vez más, casi hasta la desesperación. Los últimos casos de violencia, realizados solo por ignorantes, se produjeron hace unos ciencuenta años, episodios que vuestros abuelos sin duda recordarán. ¡Señores estudiantes, meditad sobre esos horrores! Considerad cuánta soberbia puede ejercerse en la investigación cientÃfica, cuando falta en ella el espÃritu humanista: ese humanismo que no debe ser solo filosófico, sino también cientÃfico y que debe dirigir a la ciencia y la tecnologÃa hacia el bien de todos los seres humanos y no solo de unos pocos privilegiados. Oh⦠veo que el profesor Eugenio Serra está apareciendo ahora mismo a mi lado en forma holográfica: os pido un aplauso y que a continuación le escuchéis en perfecto silencio.
âSeñoras y señores âcomenzó a decir el teólogo y filósofo después de haber rogado a los estudiantes que interrumpieran su largo aplausoâ, iré directo al grano porque desgraciadamente, a causa del gran número de los usuarios de las transmisiones holográficas interagentes, la sociedad gestora no concede mucho tiempo a cada uno. Os planteo un par de preguntas retóricas: ¿Por qué disminuyó y luego cesó la lucha por conseguir ser admitido en el proceso Vida Eterna? ¿Por qué, por otro lado, los instrumentos, las sustancias quÃmicas y el resto de materiales necesarios para el procedimiento acabaron siendo destruidos por sus propios guardianes, sin ni siquiera atender las órdenes de la autoridad? Bueno, sencillamente porque en un cierto momento era evidente para todos el sufrimiento que padecÃan los eternos, ese sufrimiento al que luego se llamó su aburrimiento mortal o sencillamente el aburrimiento: no en el sentido habitual del tedio, sino en el clásico de tormento, incluso de infierno. Quede sin embargo claro que esta afirmación mÃa se dirige solo a los que sean creyentes, porque me refiero al infierno en sentido teológico. Por tanto, si alguno de los presentes es ateo, es muy libre de extrañarse al respecto. Como decÃa, con el paso de los siglos los eternos habÃan sido presos de una aversión cada vez insoportable por la vita. Esta en realidad no les ahorraba ni los sufrimientos psÃquicos ni los fÃsicos. Por ejemplo, si un eterno sufrÃa un revés de la fortuna podÃa pasarse el resto de la eternidad como un vagabundo. Si perdÃa una mano en un accidente, le crecÃa otra, pero con dolores atroces. O si sufrÃa una migraña congénita, que parece completamente incurable, esta se reproducÃa una y otra vez por siempre. Por otro lado, si es también verdad que no debÃan soportar ya la angustia de la muerte, esta después de una larga experiencia de dolor era sustituida, y más gravemente, por la angustia de una eternidad de sufrimiento. Os recuerdo que el procedimiento Vida Eterna era algo casi absurdo, al ser tan contrario a las leyes naturales. En definitiva, su mecanismo resultaba un misterio para sus propios inventores, que sencillamente habÃan tratado de alargar la duración de la existencia, no de eliminar la muerte. Sin embargo su invención, si se puede decir que era suya, la habÃa abolido. Exactamente asÃ: un hecho no realmente cientÃfico, es decir,