Catequesis I-X. Santo - Simeón - el Nuevo Teólogo

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Название Catequesis I-X
Автор произведения Santo - Simeón - el Nuevo Teólogo
Жанр Документальная литература
Серия Clásicos de Oriente Cristiano
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788428561655



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casa del patricio (lo cual le obligaba a acudir al palacio con frecuencia), tuvo a los veinte años su primera visión. Acto seguido pidió por segunda vez entrar en el Monasterio de Estudios, pero un motivo desconocido se lo impidió. Esto se produjo en el año 969, cuando Tzimisces se hizo con el poder y, tras siete años de gobierno, murió en el 976. Curiosamente también son siete los años que pasan desde su segundo intento de entrar en el Monasterio de Estudios hasta su ingreso definitivo en el año 976.

      En este tiempo, es decir del 969 al 976, se produjo un relajamiento en la vida espiritual de Simeón, según nos informa el propio autor en la ya citada Catequesis 22, donde afirma que la relación con su padre espiritual se enfrió, aunque no rompió del todo con él y, además, nos refiere que en este período no observó todos los mandamientos.

      Finalmente, a los veintisiete años, vuelve a su vida fervorosa, lo que atribuye a una intervención divina en la que también tiene un papel importante su director espiritual, y acaba entrando en el Monasterio de Estudios. Un año antes viaja sin razón expresa a Paflagonia. Allí se dedica a la lectura de la Escala del paraíso de san Juan Clímaco y tiene una visión de demonios como los Padres del desierto.

      2.2. Estancia en el Monasterio de Estudios

      En el año 977, cuando Simeón contaba con veintisiete años, ingresó en el Monasterio de Estudios, donde vivía su padre espiritual, Simeón Eulabes, a quien le tenía una gran veneración, como puede comprobarse con la lectura de algunas de las Catequesis. Este monasterio había sido fundado por un cierto Estudios antes del año 454 en Psamatia, barrio de Constantinopla, y estaba dedicado a san Juan Bautista. Alcanzó gran importancia bajo el liderazgo del higúmeno san Teodoro quien, a finales del siglo VIII y principios del IX, protagonizó uno de los mayores movimientos de reforma en el monacato bizantino.

      En efecto, llamado por la emperatriz Irene para levantar el Monasterio de Estudios después de la crisis iconoclasta, se dispuso a poner los cimientos de la reforma a base de una serie de catequesis divididas en dos grupos, las pequeñas y las largas, en las que expone a los monjes su ideal de vida monástica. No hace una regla, como san Basilio, sino que utiliza solo estas catequesis para desarrollar su idea de monacato basada en la vida comunitaria, la obediencia al abad, la vida litúrgica y el trabajo constante. Así se distancia del quietismo oriental de Olimpo. Este tipo de catequesis son las que usará el Nuevo Teólogo para exponer a su comunidad cómo se debe vivir la vida monástica.

      En cuanto a la estructura de este monasterio el higúmeno era el jefe y director espiritual de la comunidad, secundado por el deuterós o vicario, el ecónomo, el epistemonarca o encargado de la disciplina, el canonarca o encargado de la música y otros oficios subalternos. Por su parte, los monjes tenían las siguientes obligaciones: compartían sus vestidos, que no eran particulares sino de toda la comunidad; practicaban el ayuno frecuente a pan y agua con frutos secos dos días a la semana y en las cuatro cuaresmas y no comían carne durante todo el año. Su jornada estaba dividida en tiempo de oración común y de oficios prolongados de unas seis horas, y el trabajo manual. En este recinto sagrado no había lugar para los anacoretas.

      Cuando Simeón ingresó en el Monasterio de Estudios, el entonces higúmeno Pedro confió su cuidado a su guía espiritual, Simeón Eulabes, con quien, por falta de celdas libres, tuvo que compartir la suya, durmiendo el nuevo novicio en el rellano de la escalera. En el relato de su biógrafo, Nicetas, la vida del Nuevo Teólogo es la de un novicio obediente en todo a Simeón Eulabes y con una vida cada día más mortificada8. Este hecho, junto con la intervención de su padre carnal, que no veía con buenos ojos la vocación religiosa de su hijo, y con la segunda visión que tuvo Simeón durante el breve período que permaneció en el Monasterio de Estudios, provocó, según su biógrafo9, los recelos y las envidias por parte de los monjes menos dados al ascetismo y su consiguiente expulsión del monasterio.

      Aunque no se pueden descartar las simpatías y antipatías que pudo producir su comportamiento dentro de la comunidad monástica, es más creíble que nuestro personaje fuera expulsado por no seguir las órdenes del higúmeno del monasterio sino las de su padre espiritual. Sobre todo si tenemos en cuenta que en el Monasterio de Estudios se exigía que la dirección tanto espiritual como organizativa estuviera en manos del higúmeno, de modo que era normal que este ordenara a Simeón que siguiera la forma de vida del lugar y que abandonara la sumisión a su director espiritual y que, ante su negativa, fuera despedido del recinto sin haber transcurrido un año de su entrada en él.

      2.3. Monasterio de San Mamas

      Después de la expulsión del Monasterio de Estudios, su padre espiritual, Simeón Eulabes o el Viejo, le buscó otro monasterio, el de San Mamas, cuya construcción se fecha entre los siglos VI y VII. Este recinto se hizo célebre, precisamente, debido a la figura del Nuevo Teólogo que, siendo higúmeno, lo restauró porque se encontraba sumido en un estado lamentable, tanto material como espiritualmente, y, al mismo tiempo, comenzó a eliminar las tumbas que poblaban el recinto, conocido antes de él por ser un lugar de enterramiento. Dada la situación tan penosa en que estaba el monasterio y la necesidad que tenía de vocaciones, su higúmeno Antonio recibió al nuevo novicio sin muchas condiciones. Acogido en este centro, Simeón destacó de nuevo por llevar un régimen de vida austero y entregado a la ascesis personal, algo más propio de un anacoreta que de un miembro de una comunidad religiosa.

      Poco tiempo después de su entrada en este lugar, recibió la visita de varios miembros del Senado que intentaron convencerle de que abandonara su pretensión de dedicarse a la vida monástica, algo que no solo no consiguieron sino que, a los pocos días, recibió la tonsura. Al morir el higúmeno Antonio, los monjes de la comunidad lo eligieron como superior tras consultar con el patriarca Nicolás Crisoberges. Al poco tiempo fue ordenado sacerdote por el propio patriarca. Esto ocurrió a los dos años de su ingreso en San Mamas, el año 980, cuando tenía la edad de treinta y un años.

      Una vez higúmeno tratará por todos los medios de restaurar la vida espiritual y material de la institución, pues este lugar se había convertido en un cementerio de personajes ilustres y la parte donde vivían los monjes amenazaba ruina. Así emprende una serie de reformas que consisten, en lo que se refiere al edificio monástico, en su completa restauración, a excepción de la iglesia, dentro de la cual se limita a retirar todas las tumbas, cubrir el suelo con losas de mármol y decorar las paredes con iconos. En cuanto a los monjes, los instruye a través de sus catequesis en las que insiste, sobre todo, en que cumplan los mandamientos de Dios para avanzar en la vida espiritual. Es interesante en este sentido la lectura de la primera Catequesis, que corresponde a su primer discurso a la comunidad como higúmeno. En ella muestra un único camino para llegar al reino de los cielos, los mandamientos de Dios, donde existe una sola ciudad, que consiste en la tríada de virtudes: fe, esperanza y caridad, de las cuales la caridad es la más importante, ya que toda la ascesis no vale de nada si no termina en la caridad.

      Por lo que sabemos gracias a las Catequesis y a los datos de su biógrafo Nicetas, el régimen de vida en el monasterio se centraba en la plegaria y la penitencia. La vida de oración se concentraba en tres grandes momentos: los maitines, la santa liturgia y el oficio vespertino, seguidos todos ellos por una catequesis o plática del higúmeno. Las comidas consistían en raíces y legumbres, excepto en Cuaresma, cuando el régimen de los monjes se limitaba a pan y agua.

      En la Catequesis 26 Simeón nos da un programa de lo que debe ser la vida de un monje. En relación a los oficios litúrgicos les exhorta a que participen en ellos con el espíritu atento y eviten las distracciones. Estos empiezan antes del amanecer con el orthros10, durante el cual aconseja nuestro santo estar concentrados en lo que se reza, permaneciendo de pie, sin dejar a la inteligencia ni a la imaginación divagar. Además, pide que no salga nadie del coro sin haber terminado esta oración, salvo en el caso de necesidades mayores, y que se procure por todos los medios arrojar lágrimas durante el rezo de los salmos.

      Una vez acabado este largo oficio, el monje debe realizar un trabajo manual u ocupación que le sea asignada, pues no debe estar ocioso en la celda ni, por supuesto, visitar las celdas de sus compañeros para perder el tiempo en conversaciones insustanciales, que son malas