Название | La democracia a prueba |
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Автор произведения | Ciro Murayama |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786078564583 |
XII Federalismo electoral: el caso de los OPLE FEDERALISMO ELECTORAL CONCURRENTE: SE BORRAN LAS FRONTERAS DE LAS ATRIBUCIONES ASUMIR, DELEGAR Y ATRAER A VOLUNTAD EL INE COMO DESIGNADOR DE AUTORIDADES ELECTORALES LOCALES APUNTE FINAL: EN DEFENSA DEL FEDERALISMO
A Marta, María y Julia
La democracia reconocía que, a pesar de que las personas no son ángeles, ni dioses o diosas, al menos son lo suficientemente capaces para evitar que algunos humanos piensen que lo son.
John Keane
Vida y muerte de la democracia
En mi pueblo sin pretensión
Tengo mala reputación,
Haga lo que haga es igual
Todo lo consideran mal.
Yo no pienso pues hacer ningún daño
Queriendo vivir fuera del rebaño
Georges Brassens
La mala reputación
(adaptación al español de Pierre Pascal)
Introducción
A las 11 de la noche de 1° de julio de 2018, en un mensaje difundido a todo el país por cadena nacional, el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, dio a conocer los resultados del conteo rápido para la elección a presidente de la república: Andrés Manuel López Obrador, candidato postulado por Morena, el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Encuentro Social (PES), obtendría el triunfo con 53% de la votación; su más cercano competidor, Ricardo Anaya, de la coalición encabezada por el Partido Acción Nacional (PAN), habría recibido alrededor de 22% de los sufragios, mientras que el abanderado del todavía gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Antonio Meade, se ubicaría en tercer lugar con 16% de los votos. Esas cifras fueron confirmadas por los cómputos finales. Los candidatos derrotados felicitaron al ganador. Enseguida del mensaje del INE, el presidente constitucional en funciones, Enrique Peña Nieto, ocupó las ondas de las radios y las pantallas de los televisores para reconocer, también en cadena nacional, la victoria del candidato opositor.
El resultado electoral fue novedoso: era la primera vez que llegaba a la Presidencia un candidato identificado con la izquierda, quien además había conseguido el más alto porcentaje de votos desde 1982, lo que habría de convertirlo en el de mayor respaldo en la historia de las elecciones competidas en el país.
A la mañana siguiente de la elección, el 2 de julio, y en los días posteriores, la prensa nacional consignó la magnitud del vuelco político.1 La prensa internacional tampoco fue ajena a la relevancia del resultado de las elecciones mexicanas.2
Con la elección de 2018 se producía en México la tercera alternancia en el gobierno de la república a lo largo de las dos décadas iniciales del siglo XXI, en las que se han celebrado cuatro elecciones presidenciales. En el año 2000, después de 70 años de hegemonía del PRI, ocurrió el primer cambio, hacia la centro-derecha, con el triunfo de Vicente Fox, postulado por el PAN; en 2012 se le dio una nueva oportunidad al PRI, y en 2018, con claridad, el electorado se decantó por la opción identificada con la reivindicación de la bandera de la igualdad social. En apenas 18 años el sistema electoral mexicano había permitido que todo el espectro político se hiciera con el Ejecutivo federal a través de vías institucionales y pacíficas.
Para estos comicios fueron convocados a las urnas 89.1 millones de mexicanos. Se elegían, además del Presidente de la República, 500 diputados federales y 128 senadores, ocho gobernadores, el titular de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, 27 congresos locales –con 1 597 legisladores– y 1 601 alcaldías. Se trató del mayor ejercicio democrático de la historia nacional, pues nunca tal cantidad de electores había podido decidir tantos cargos de gobierno y de representación en una sola jornada. La autoridad encargada de organizar la votación –el INE– instaló 156 000 casillas en todo el territorio nacional, para lo que debió visitar en los meses previos a 12 millones de electores en sus domicilios (13% del padrón electoral nacional) a efecto de invitarlos a desempeñarse como funcionarios de casilla; luego capacitó a 2.9 millones y, finalmente, 908 000 ciudadanos se hicieron cargo de instalar las mesas directivas de casilla, recibir la votación de sus vecinos y contar el veredicto de las urnas. En total, acudieron a sufragar 56 millones de ciudadanos, lo que constituyó una participación de 64%. Los partidos políticos contaron con 600 000 representantes el día de la jornada electoral. Ocurrió, en suma, una enorme movilización protagonizada por millones de personas para definir el futuro político del país.
Además de generar la alternancia en el Ejecutivo federal, las elecciones de 2018 modificaron el mapa de la representación en el Congreso de la Unión. Mientras López Obrador obtuvo la Presidencia con 53% de los sufragios, hubo una mayoría aún más amplia, del 56%, que votó para el Congreso de la Unión por partidos distintos a los que conformaron la coalición Juntos Haremos Historia, encabezada por Morena. Fueron más los mexicanos que a través de su voto optaron por construir un contrapeso legislativo al actual titular del Ejecutivo (28.9 millones en la Cámara de Diputados y 28.5 millones al Senado) que aquellos que otorgaron su respaldo a la coalición ganadora en el Congreso (24.5 millones y 24.7 millones, respectivamente). Hubo más de cinco millones de votantes por López Obrador que, al mismo tiempo, sufragaron por partidos opositores en la Cámara de Diputados y el Senado.
No se ha dedicado análisis suficiente al hecho de que aun cuando los partidos de la coalición ganadora no reunieron la mayoría de votos al Congreso de la Unión, terminaron por contar con la mayoría de los asientos en ambas Cámaras. Ello permite que las iniciativas del presidente se aprueben sin necesidad de negociar con la oposición; es el caso, por ejemplo, de la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos de la Federación.
El que exista mayoría en el Congreso sin haber cosechado la mayoría en las urnas implica que los partidos del gobierno estén sobrerrepresentados en el Poder Legislativo, mientras que la oposición esté subrepresentada; esto es, que se dé una disonancia entre la voluntad popular expresada a través del sufragio y el reflejo de ese mandato en la conformación del parlamento. O, para decirlo de forma más llana, la minoría de votos acabó convirtiéndose en mayoría parlamentaria y viceversa: la expresión mayoritaria de los ciudadanos terminó por ser minoría en el Congreso.
El porqué de esta alteración entre votos y escaños se explica, en la Cámara de Diputados,