Los irreductibles I. Julio Rilo

Читать онлайн.
Название Los irreductibles I
Автор произведения Julio Rilo
Жанр Языкознание
Серия Los irreductibles
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418996733



Скачать книгу

suya. Joaquín, ¿por qué dirías tú que nuestros usuarios usan nuestro producto de la manera en que lo usan?

      —Porque son unos cabrones enfermos y retorcidos. La mayoría, claro, hay excepciones.

      —En serio, Kino.

      Kino soltó un suspiro mientras sonreía y se quedó mirando a su hermano con una expresión torcida apoyado en el respaldo de su silla.

      —Porque están reprimidos. Tienen vidas grises y anodinas, y cuando llegan a casa necesitan aliviar sus frustraciones.

      —Tienes razón. En parte. La parte clave de lo que has dicho ahí, es la palabra «reprimido». En efecto, están reprimidos. La monotonía de su día a día les impide expresarse por sí mismos, así que cuando se les plantean más decisiones de las que pueden procesar, se bloquean. Ahora bien, yo pienso, igual que nuestro padre e igual que tú (estoy convencido), que la necesidad de descargar tensiones está ahí, pero que hay formas más constructivas de hacerlo, y por eso es por lo que aparece el campo del entretenimiento.

      —A ver, creo que entiendo lo que dices y sí, es verdad, aunque no entiendo a dónde quieres llegar. Desde las tramas y narrativas de las senseries se puede canalizar mejor la catarsis que llevando a cabo fantasías de depravación en la vida real, vale.

      —Exacto. Al fin y al cabo, cualquier obra de ficción cumple ese propósito. Guiarte hasta una catarsis y que o bien aprendas algo o bien solo te sirva para pasar un rato agradable y entretenido.

      —Bueno, y se te olvida un propósito.

      —¿Cuál?

      —El que a ti te mola. El que un proyecto sea rentable.

      —Es que no puedes contenerte, ¿verdad? —Kino negó con la cabeza lentamente y con una sonrisa torva—. En fin… el caso es que nuestro padre desarrolló una teoría, por la cual no solo pretende que se exploten las tramas y narrativas que se ponen al alcance de los usuarios, sino también dar con la forma de ofrecérselas de forma sutil y personalizada para que no la rechacen.

      —Hace un rato hablabas de la falta de sutileza en tus clientes, pero antes, ¿cómo pretendes que la oferta sea personalizada?

      —No solo eso, sino que también pretendo hallar la forma de escoger previamente cuáles serán las alternativas narrativas más satisfactorias para cada usuario.

      —Eso es imposible. No existe una base de datos con semejante cantidad de información, ni siquiera con todas vuestras redes sociales espiando las privacidades y los gustos de la gente.

      —Es cierto eso que dices, hay que tener en cuenta que, al fin y al cabo, el avatar digital de las redes sociales que tiene cada usuario es la proyección que hacen de sí mismos, y no reflejan necesariamente su personalidad real.

      Kino puso los ojos en blanco, sorprendido aún hoy en día de que a su hermano se le hubiese pasado por alto una crítica a su falta de escrúpulos a la hora del data mining.

      —¿Entonces? —preguntó Kino encogiéndose de hombros, empezando a impacientarse.

      —Creemos que hemos dado con la llave al subconsciente.

      Kino necesitó una pausa para asimilar esto. Y tras la pausa solo fue capaz de articular una palabra:

      —¿Perdona?

      —Lo que oyes. Tenemos fundamentos teóricos sólidos y un plan de acción.

      —Es imposible acceder al subconsciente… a no ser… Si me habéis traído aquí para que me drogue, haber empezado por ahí. Y aún encima me van a pagar… —dijo para sí mismo.

      —¡Que no! No es eso.

      —Y entonces, ¿cómo pretendes acceder a algo intangible?

      —No es tanto acceder, sino cartografiarlo.

      Kino puso cara de confusión.

      —¿Piensas hacer un mapa del subconsciente? —Raúl chasqueó los dedos, y se quedó señalándole a Kino con el índice como si fuera una pistola—. ¿Cómo?

      —Averiguando antes cómo funcionan los recuerdos.

      —Explícate.

      —Hacer un mapa de los recuerdos que nos sirva de mapa del subconsciente. A ver, ¿tú qué dirías que es, con tus propias palabras, el subconsciente?

      Kino cruzó los brazos sobre su pecho suspirando de nuevo, tomándose su tiempo para contestar.

      —El subconsciente es la parte de nuestro cerebro que toma una decisión antes de que nosotros seamos conscientes de que la hemos tomado.

      —Vale. ¿Por qué dirías tú que se toma esa decisión?

      —Pues depende de cada uno.

      —Explícate.

      —Pues a ver, no sé. Depende de las experiencias personales de cada persona, cada uno puede tener una reacción instintiva diferente ante la misma situación. Por ejemplo, un veterano de guerra no podría ir a las Fallas porque todos los petardos le darían flashbacks, pero los valencianos se lo pasan pipa.

      —Claro, dependiendo de nuestras vivencias nuestra personalidad se va formando de una manera u otra. «Yo soy yo y mis circunstancias». Así que, por decirlo de otra forma, ¿tú dirías que son nuestros recuerdos lo que marcan quiénes somos? Fíjate que digo recuerdos —siguió Raúl sin darle tiempo a contestar a su hermano—, no vivencias, porque las vivencias son objetivas y la manera que cada uno tiene de recordar el mismo suceso puede ser subjetiva.

      —Vale, bien —asintió Kino sin saber qué más decir—. Te lo compro. Pero vamos a ver una cosa. ¿Me estás intentando decir que has inventado una máquina que te permite leer los recuerdos de la mente de alguien?

      —No exactamente.

      —¿Entonces?

      —Hemos inventado una máquina que es capaz de analizar las reacciones químicas que desencadenan las emociones y los sentimientos dentro del cerebro al ir repasando una serie de recuerdos.

      —Eso es increíble.

      —Gracias. Estamos muy orgullosos…

      —No, es que todavía no me lo creo. No lo entiendo. Suena a ciencia-ficción.

      —A ver, no es leerle los recuerdos a una persona exactamente.

      —¿Y cómo es posible analizar la memoria de alguien?

      —Pues descargando la consciencia de una persona en una máquina. Y luego conectando unas mind-mallows.

      Kino tenía los ojos abiertos de par en par, pensando en las implicaciones de lo que su hermano le acababa de decir pudiese ser real.

      —¿Descargar la consciencia de una persona? ¿Cómo?

      —Verás, Joaquín, como te decía antes, este proyecto es uno en el que ya llevamos trabajando bastante tiempo con el máximo secreto…

      —Sí, sí, sí… máximo secreto y la idea fue de nuestro padre. ¿Pero cómo es posible eso? Tú te estás quedando conmigo.

      —Que no, que intento llegar a esa parte. En los últimos años, hemos sido capaces de pasar una consciencia a una máquina a través de innumerables sesiones de escaneo.

      —¿Escaneo?

      —Sí. Hemos escaneado un cerebro y observado sus reacciones y sinapsis durante todos los procesos cognitivos conocidos, y la manera de conseguir esto fue revivir los eventos de su vida una vez, y otra, y otra. A raíz de ahí empezamos a extraer patrones de personalidad después de grabar los recuerdos usando las mind-mallows. Durante años los modelos de los patrones de personalidad salían erróneos y no obteníamos los resultados esperados, pero a base de pura repetición fuimos capaces de dar con los algoritmos adecuados para analizar la forma en la que determinados recuerdos influyen en la personalidad, o del rastro que dejan en el cerebro