Название | México ante el conflicto Centroamericano: Testimonio de una época |
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Автор произведения | Mario Vázquez Olivera |
Жанр | Социология |
Серия | Pública memoría |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786078560813 |
Cuando enviaron a Gustavo Iruegas a Nicaragua, en la Cancillería le preguntaron si debían romper relaciones con el gobierno de Anastasio Somoza y él respondió que no “porque venía una guerra más larga, porque iba a haber necesidad de dar asilo y necesidad también de saber qué pasaba en el país”.79 Por eso en un principio él recomendaba no romper, sino estar presentes en la situación de guerra. Unos meses después, ya en 1979, volvieron a preguntarle y su respuesta fue distinta: “Ahora pienso que sí, porque ya existe el Ejército Sandinista, pronto van a hacer la ofensiva final, y la ruptura de México iniciaría el aislamiento internacional de Somoza”.80 En ese momento, la lucha sandinista era vista como una causa revolucionaria, tanto en México como en América Latina. Sin embargo, al principio, en la Cancillería hubo cierta reticencia a la ruptura de relaciones por distintos motivos, entre ellos, la posibilidad de tener un conflicto con Estados Unidos o la idea de que con la ruptura se estuviera mucho tiempo alejado, sin saber lo que pasaba, prácticamente desconectados.81 En su testimonio, Iruegas narra como “el viejo Rosenzweig, que era el más sabio de todos, dijo: si se ha de hacer, hay que buscar un pretexto”.82 Pero Iruegas argumentó que no debería buscarse ningún pretexto, sino que debían romper relaciones con Nicaragua, no porque le hubiera hecho algo a México, sino por lo que su gobierno le estaba haciendo a su pueblo.83
El acuerdo fue entonces que Iruegas les mandaría decir cuándo lo consideraba más conveniente y regresó a Managua. Primero habló con los sandinistas para ponerlos al tanto de la decisión y luego se trasladó a Costa Rica para hablar con Daniel Ortega, “clandestino yo y clandestino él”.84 Los sandinistas querían que la ruptura coincidiera con la “ofensiva final”, pero Iruegas pensaba que eso no era conveniente, sino que era mejor anunciarla un tiempo antes, para que realmente tuviera repercusiones. De lo contrario, la noticia de la ofensiva ahogaría a la de la ruptura y ésta no tendría efecto alguno. Ortega estuvo de acuerdo y programaron juntos una posible fecha.85 Sin embargo, debieron esperar a que tuviera lugar la visita de Fidel Castro a Cozumel, en mayo de 1979, para que no se le vinculara con la decisión de romper relaciones con Somoza. Iruegas aclara que aunque algunos medios vincularon la visita de Castro con el anuncio de la ruptura de relaciones, como si ésta hubiera sido idea de Fidel, en realidad ambos acontecimientos no tuvieron nada que ver. López Portillo ya había tomado la decisión antes.86
Casi al mismo tiempo, el presidente mexicano había cesado al secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, al secretario de Relaciones Exteriores, Santiago Roel, y al de Presupuesto, Ricardo García Sainz. La primicia “era que el nuevo secretario de Relaciones era don Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa”.87 Sin embargo, ante la presión de los acontecimientos, Iruegas decidió adelantarse y viajar a México porque la ruptura era ya muy urgente. Al llegar escuchó por la radio al presidente López Portillo que decía que le estaba ordenando al canciller que rompiera relaciones con Nicaragua. El presidente le ordenaba públicamente al canciller que rompiera relaciones con Nicaragua, pero en los hechos quien estaba rompiendo era él. Era el 20 de mayo de 1979.88
Iruegas tuvo que regresarse entonces a Managua semiclandestino, con un pasaporte ordinario. México había roto relaciones y era necesario volver para hacerse cargo de los asilados y cerrar la Embajada. Afortunadamente, como el funcionario de Migración era sandinista, Iruegas pudo llegar a la Embajada sin mayor dificultad y resolvió encargar los intereses de México al embajador de Perú en Managua. El canciller peruano era muy amigo de Castañeda, era un diplomático reconocido, también progresista; pero el embajador estaba horrorizado y no hacía las gestiones necesarias. Decía que no quería presionar para que le dieran a Iruegas los salvoconductos para los asilados, pero esa era la única manera en que podrían regresar a México. Finalmente, Iruegas se impuso argumentando que al día siguiente se iría a México y que, si no tenía los salvoconductos, los asilados permanecerían en la Embajada de Perú. De esta manera, el trámite se agilizó.89
Ahora bien, para poder evaluar el carácter del apoyo de Gustavo Iruegas, encargado de negocios de la Embajada de México en Nicaragua, y sus implicaciones en términos de intervención o no, debemos analizar algunos ejemplos concretos.
En Nicaragua Iruegas hizo contactos irregulares con los jefes de la guerrilla, con los revolucionarios, pero eso nunca lo mencionó en ningún informe.90 Los jefes lo sabían, pero él no lo escribía. En los informes proporcionaba datos de otra clase de asuntos y circunstancias y adjuntaba la documentación disponible. En ellos daba sustento a la línea general de los acontecimientos, pero nada más. ¿Por qué se reunía con la guerrilla? Porque lo primero era saber. El contacto con los guerrilleros era muy importante, era indispensable para conocer todo lo que pasaba en Nicaragua e informarlo a la Cancillería. El gobierno de México ganaba con estar informado y para los guerrilleros era importante hablar con los funcionarios que estaban en el poder.91 Además, se había establecido un sistema de mandar a México a los heridos de guerra, y de ahí se iban a Cuba; ese era el arreglo con la guerrilla. Hubo un momento en que Iruegas le dijo al canciller Santiago Roel que se había entrevistado con los jefes de la resistencia urbana en Nicaragua. Roel no le prohibió nada, pero le decía que tuviera cuidado.92
Iruegas recuerda que el asedio a la Embajada era muy fuerte, porque ellos estaban muy comprometidos con la lucha guerrillera. En una ocasión llevaron munición para un mortero, la entregaron y al poco rato los sandinistas atacaron con el mortero la casa del ministro de Gobernación, que estaba a diez casas de la Embajada. La mochilita en que habían llevado la munición la dejaron ahí mismo y todo eso salió en la televisión. Eran situaciones muy comprometedoras, pero estaban convencidos de que su participación era muy importante.93 En su testimonio, rememora que 1979 era un año de gran intensidad en la vida política de Nicaragua y que no solo él, sino también su esposa, hacían todo tipo de cosas: movían armas, dinero, gente. Iruegas relata cómo Susie llevó a la comandante Dos a Granada, en un auto con placa diplomática, con una bolsa llena de armas y, para ocultarlas, pusieron un montón de ropa interior arriba. En el camino las detuvieron y empezaron a catearlas, pero al ver que tenían placas diplomáticas, las dejaron ir. Eran decisiones y riesgos personales, que muchas veces hacían que estuvieran sumamente nerviosos.94
Susie se encargaba de hacer desayunos, comidas y cenas para los asilados que estaban en la Embajada. Iba al mercado temprano a comprar los ingredientes y, junto con la cocinera, preparaba las tres comidas para los muchachos.95 Como parte de su trabajo cotidiano, debía darle de comer en la boca a un muchacho que había llegado sin brazos, debido a que mientras hacía una bomba, le había explotado y había perdido ambas extremidades. También se dedicaba a curar a una joven que había sido violada de manera brutal y tenía una fuerte infección, por lo que había que limpiarla y ponerle yodo para que el mal no avanzara. También tuvo que atender a unos muchachos que llegaron a la Embajada con lepra de montaña, que es una especie de hongo y, para evitar que se propagara, los tuvo que inyectar a todos.96
Pero hubo momentos en que, como se señaló antes, su participación con la guerrilla fue más directa. En una ocasión, la muchacha violada se puso muy mal, tenía mucha fiebre y, a pesar del toque de queda, fueron a buscar a un médico. Tenían miedo, pero fueron por el médico porque era urgente que la revisara. Lo que hacían era poner la bandera de México en el automóvil, para que pareciera que era un asunto oficial.97 Una noche, cuando Iruegas estaba en México, Sergio Ramírez y Tito Castillo, que estaban asilados en la Embajada, le dijeron a Susie que tendrían que salir para asistir a una reunión clandestina. Ella no lo pensó dos veces y se ofreció a llevarlos escondidos en el auto, los esperó mientras estaban en su reunión y los regresó a la Embajada.98 En otro momento, Iruegas le avisó que tenía que viajar a México para explicar por qué estaba otorgando tantos asilos, pero, justo esa noche, él tenía la misión de ir a entregar a una gasolinera una maleta. La maleta ya estaba en la cajuela del coche y le pidió a Susie que la fuera a entregar. No tenía más que