Название | México ante el conflicto Centroamericano: Testimonio de una época |
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Автор произведения | Mario Vázquez Olivera |
Жанр | Социология |
Серия | Pública memoría |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786078560813 |
Con el ascenso de Ronald Reagan al poder en enero de 1981,64 se incrementaron las amenazas de intervención en Centroamérica y las posibilidades de regionalización del conflicto. Reagan impulsó una serie de acciones abiertamente intervencionistas, justificadas con el argumento de la defensa de la seguridad nacional de Estados Unidos, haciendo ver los conflictos en la región como producto de la confrontación Este-Oeste.65 La estrategia de Guerra de Baja Intensidad (GBI) hacia Centroamérica, desarrollada por la administración Reagan, buscó dar marcha atrás (roll back) al proceso revolucionario nicaragüense y, con el objetivo de que lo sucedido en Nicaragua no se repitiera, impulsó de manera paralela una estrategia de contrainsurgencia en El Salvador y en Guatemala, encaminada a combatir y derrotar a los movimientos revolucionarios en la región. Los recursos económicos utilizados fueron considerables y estuvieron destinados al apoyo económico para reforzar los ejércitos locales, al entrenamiento de los soldados guatemaltecos y salvadoreños, al financiamiento de la contra nicaragüense y a la construcción de bases militares, aeropuertos y depósitos de armamento en Honduras, medidas que produjeron un creciente proceso de militarización en la región que ponía en riesgo la estabilidad política del área.66
En palabras del canciller Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, la nueva administración estadounidense buscaba impedir el avance de los movimientos calificados como subversivos, que representaban una opción de cambio en El Salvador y Guatemala y, al mismo tiempo, propiciar un cambio en Nicaragua para volver a formas de gobierno más tradicionales, que pudieran garantizar la defensa de los intereses estadounidenses tanto económicos como políticos.67 De aquí que, durante 1981, México impulsara una serie de esfuerzos diplomáticos para fomentar la distensión entre las partes en conflicto.
El primero de ellos fue la entrevista entre Daniel Ortega, coordinador de la Junta de Gobierno de Nicaragua, y el presidente de Honduras, Policarpo Paz García, la cual tuvo lugar en mayo a petición expresa de Nicaragua, con el objetivo de fomentar un acercamiento entre ambos gobiernos, cuyas relaciones se habían deteriorado en virtud del apoyo otorgado por el gobierno hondureño a la Contra nicaragüense. De esta reunión surgió un comunicado conjunto que expresaba la voluntad de ambos mandatarios por buscar la solución a los conflictos a través del diálogo y la negociación, y acordaba la celebración de dos futuras reuniones de ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa, la primera en Tegucigalpa y la otra en Managua. Con todo, aunque estas reuniones no derivaron en resultados concretos, contribuyeron a generar un ambiente de distensión. El segundo fue la entrevista entre el secretario de Estado, Alexander Haig, y el vicepresidente cubano, Rafael Rodríguez, realizada en México en noviembre de 1981. Sin embargo, este esfuerzo tampoco derivó en resultados concretos y más bien fue utilizado para tratar de convencer al gobierno cubano de que no se inmiscuyera en los asuntos centroamericanos.68
Por último, en febrero de 1982, durante su visita a Managua en apoyo a la Junta de Reconstrucción Nacional, el presidente López Portillo propuso un Plan Regional de Distensión. Esta iniciativa multilateral tenía como finalidad disminuir las tensiones y sentar las bases de negociación para la paz, la estabilidad, la democracia y el desarrollo en Centroamérica.69 El plan proponía una solución negociada para El Salvador, un pacto de no agresión de Estados Unidos hacia Nicaragua y hacia el resto de los países centroamericanos, y el diálogo entre Cuba y Estados Unidos, para todo lo cual México se ofrecía como mediador.70 Nicaragua vio el plan con buenos ojos, pero El Salvador lo consideró una intromisión, mientras que Estados Unidos resolvió esperar los resultados de las elecciones salvadoreñas.71 En ellas, la derecha derrotó a la Democracia Cristiana de Duarte, lo que provocó el acercamiento entre México y Venezuela y dificultó que Estados Unidos siguiera otorgando ayuda militar al gobierno salvadoreño. Así, aunque la iniciativa no prosperó, sentó un precedente importante pues hizo evidente la necesidad de un esfuerzo concertado para la paz en Centroamérica72 y constituyó uno de los antecedentes de la creación del Grupo Contadora un año después.73
A mediados de 1982, tuvo lugar una nueva ronda de conversaciones entre Estados Unidos y Nicaragua, realizada gracias a la iniciativa del gobierno mexicano. El punto nodal fue la exigencia por parte de Washington de que se democratizara el régimen sandinista, como un mecanismo de presión en contra de Nicaragua encaminado a aislarla del resto de Centroamérica. De esta reunión no se desprendieron resultados concretos y se fortaleció la idea de que Estados Unidos no tenía ninguna intención de negociar. Derivada del acercamiento entre México y Venezuela, en septiembre del mismo año tuvo lugar en Cancún una reunión de cancilleres de ambos países, en la cual los presidentes de México y Venezuela acordaron enviar sendas cartas a sus homólogos de Estados Unidos y Honduras, así como al coordinador de la Junta de Reconstrucción Nacional, conminándolos a frenar la escalada bélica en Centroamérica y a fomentar el diálogo y la negociación para la solución de los conflictos. El presidente Reagan ignoró este llamado y optó por convocar a un Foro para la Paz y la Democracia, en San José de Costa Rica, cuya finalidad consistía en aislar al gobierno sandinista. En esta reunión participaron Costa Rica, El Salvador y Honduras, quedando excluidas Nicaragua y Guatemala por no cumplir con los principios de un gobierno democrático. Por ello, ni México ni Venezuela aceptaron participar en el Foro y prefirieron concertar una entrevista entre Daniel Ortega y el nuevo presidente de Honduras, Roberto Suazo Córdova, con el fin de promover el diálogo acerca del problema de la contra. Sin embargo, Suazo Córdova no aceptó la invitación y la mediación de México y Venezuela quedó sin efecto alguno.74
Más allá de los principios
A partir de 1979, la relación entre la política exterior y los principios se modificó. En primer lugar, el gobierno mexicano empezó a definir una serie de intereses, ubicándolos por encima de los principios y, en segundo lugar, comenzó a entenderse la necesidad de relativizar dichos principios, ya que en ciertas ocasiones debía imponerse el pragmatismo. En suma, se pensaba que había llegado el momento de apoyarse en los principios, pero sin limitarse a ellos. Había otro elemento de mayor jerarquía que justificaba la nueva política de México hacia Centroamérica: la batalla contra la violación de los derechos humanos. Así, se mantuvo la idea de la no intervención directa, pero se comenzó a justificar una política diplomática activa y una participación más decidida en los conflictos.
A todo ello coadyuvó a la idea de que los principios son algo más que verdades eternas e inmutables y encierran cierto grado de ambigüedad que les permite ser más flexibles. De aquí que no puedan abstraerse de una relación constante y compleja con la política real y concreta, pues son un ingrediente necesario pero, a veces, insuficiente en la elaboración y ejecución de la política exterior.75 De este modo, se produjo una ruptura en el sentido de que los principios se colocaron en un lugar diferente y México empezó a llevar a cabo acciones diplomáticas con repercusiones reales. La política exterior buscó, a partir de entonces, influir en las acciones y decisiones de otros países. ¿Podemos entonces hablar de intervencionismo? Pondremos algunos ejemplos.
En el libro de Emma Yanes se afirma que los integrantes del movimiento mexicano de solidaridad con Nicaragua siempre pudieron trabajar con absoluta libertad, aprovechando las facilidades otorgadas por el gobierno, tales como “lugares para hacer prácticas de tiro en Cuernavaca, casas de seguridad, dinero y pasaportes”. Se hace referencia también a los apoyos del propio presidente José López Portillo, del secretario de Gobernación Jesús Reyes Heroles y de Carlos Sansores Pérez, entonces dirigente nacional del PRI, quien les proporcionó “dos millones de dólares en efectivo, un avión Cessna de turbohélices y un automóvil blindado Ford LTD”.76
Por otra parte, en septiembre de 1978, meses antes del triunfo de los sandinistas, cuando Gustavo Iruegas estaba por partir para hacerse cargo de la Embajada de México en Managua, después de que el gobierno de México retirara a su embajador en ese país, el canciller Santiago Roel le dijo: “Vaya usted a Nicaragua a hacer todo lo que pueda por esa gente y su revolución, cuidando las formas, esas son sus instrucciones”.77 Iruegas siguió al pie de la letra la encomienda del canciller, pero reconoció que eran unas instrucciones