Название | Historia de la industria papelera valenciana |
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Автор произведения | Federico Verdet Gómez |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788437096995 |
Tanto Ricord, como el Almanak Mercantil incluyen a Segorbe entre las localidades papeleras, pero aportan pocos datos. Ricord indica que se fabricaba tanto papel blanco como de estraza. En el Almanak, se afirma: “hay fábricas de papel cerca de Segorbe”. Cavanilles cifraba el número de molinos en ocho, que producían 14.000 resmas185; pero al iniciarse el nuevo siglo, todavía se establecieron nuevos molinos, como el de Vicente Tort186.
Los molinos papeleros de Castellnovo
Bernardo Espinalt asegura que, en el año 1784, en Castellnovo, funcionaba un molino de papel blanco, a cuyo cargo, quizás, estuvo Xavier Bolumar, hasta que, en el año 1785, se instaló definitivamente en Buñol187. Después de Bolumar, otros papeleros tomaron el relevo, entre ellos, Francisco Rodier y Pascual Berinas. Miñano confirma la continuidad de una manufactura de papel blanco, activa en el año 1826.
De todas formas, por estas fechas, las fuentes aluden a un segundo molino, emplazado en la partida de Susierres, que compartía instalaciones con un molino harinero contiguo. Este molino, propiedad de Cristóbal Tort, se dedicó pronto a la elaboración de papel de estraza188. En diversos documentos, se hace referencia a Pascual Bernat, Manuel Bellón y Antonio Ibáñez, los dos primeros fabricantes de papel y, el último, oficial.
Otros molinos papeleros del Alto Palancia (Soneja, Caudiel y Bejís)
En las Relaciones, se afirma que en Soneja, “junto al río Segorbe hay algunos molinos de papel y trigo y algunas casas o masías”189. Ricord incluye a Caudiel190 entre los pueblos que elaboraban papel blanco y a Bejís entre los que poseían molinos de papel de estraza. Aunque, Ponz, natural de Bejís, en ningún momento alude a esta industria cuando se refiere a su pueblo natal, tenemos constancia de la actividad de dos molinos papeleros, dedicados a la fabricación de papel de estraza. Ambos, se afirmaba en 1806, de construcción reciente y, junto a ellos, varios batanes (uno de ellos, propiedad de Josef Vicente)191. Uno de los molinos192, se “construyó en el lugar de Bexis, en las riberas del río que le baña y actualmente posee Juan Benedito, vecino y morador del mismo”193, mientras que, del otro, se dice pertenecer a Vicente Alcayde194. Aunque los dos molinos fabricaban papel de estraza, posteriormente, en Bejís, también se elaboró papel blanco, como asegura Madoz y confirma Viñas Campi.
4.3.3. El siglo XIX
En el siglo XIX, comenzó un proceso de declive para la industria papelera del Alto Palancia, que culminó con su total desaparición. Aun cuando se abrieran nuevos batanes en Teresa de Viver y Castellnovo, la decadencia se cierne sobre Bejís y Segorbe. Tampoco los molinos papeleros de Altura y Jérica superaron jamás las consecuencias de la desamortización. En pleno declive, la industria papelera del Alto Palancia no contaba con unas circunstancias favorables para sumarse a las innovaciones tecnológicas, necesarias para su supervivencia. A consecuencia de los procesos de mecanización, desapareció, por completo, la industria tradicional, de forma que no hay continuidad entre aquellos molinos y las fábricas del siglo XX, todas de nueva creación.
Los molinos papeleros de Altura
Los molinos cartujanos de Altura (y Jérica) fueron arrendados, en el año 1819, a Francisco Romaní, que había formado compañía con Jaime Perera. Seguramente, el molino permaneció arrendado a este fabricante y a sus herederos hasta la desamortización. Con el desarrollo del movimiento liberal, la Cartuja empezó a tener problemas hasta, finalmente, ser suprimida y, por tanto, su comunidad declarada disuelta el 4 de septiembre de 1835. Sus propiedades pasaron a dominio de la Nación.
Después de la desamortización, el primer arrendatario del molino de Altura fue Mariano Huarro, fabricante de reconocido apellido papelero. No obstante, la insuficiencia de sus recursos financieros, le obligó a pedir un préstamo, con el que reanudar la actividad papelera. Reproducimos un fragmento del acta notarial que nos ha permitido comprobar estas circunstancias: “En la villa de Altura, á los once días de Enero de 1836. Ante mí, el infraescrito Escribano de su Majestad y testigos que se expresan, comparecieron Mariano Vicente, vecino y del comercio de la ciudad de Segorbe de una parte, y de otra Mariano Huarro de oficio papelero con la consorte Vicenta Máñez y Don Joaquín Lozano, presbítero, vecinos de esta villa ( . . . ). Dijeron: Que habiéndose quedado en arriendo dicho Huarro el batán de papel procedente del suprimido Monasterio de Valdecristo, y por consiguiente ahora de la Nación, y necesitando para su manejo de algunos fondos, han tratado y convenidose los comparecientes el que dicho Mariano Vicente les presta la cantidad de 20.000 reales de vellón que le hayan de abonar anualmente el rédito correspondientes ( . . . ) a devolver en dos años. Miguel Murciano de Echevarría195.
Madoz aún consideró que Altura disponía de la más importante concentración papelera de la provincia de Castellón. Sin embargo, la Cartuja fue puesta en venta mediante subasta pública, y adquirida, el 9 de noviembre de 1844, por Sebastián de Araujo y Pedro García Ruiz, que satisfizo 1.300 reales de vellón. Entre ambas fechas, el monasterio fue expoliado. La actividad papelera cesó definitivamente en este molino; así, se desprende de la documentación posterior, pues ni Giménez Guited ni El Indicador de Viñas Campi aluden a ella, lo que nos hace presumir que concluyó en este lapso de tiempo.
Los molinos papeleros de Jérica
En el año 1819, Francisco Romaní, que formó compañía con Jaime Perera (del comercio de Segorbe), arrendó los dos molinos papeleros de Jérica, emplazados en la partida de la Morería, junto al río Palancia. En este año, las dos manufacturas de Jérica estaban inactivas y, por lo tanto, la prioridad fue ponerlas en funcionamiento. Sólo lo consiguió en parte, pues únicamente habilitó una de las dos tinas disponibles. En ambos molinos, se proponían obtener papel blanco de escribir, “siendo el papel que se fabrica de muy buena calidad y por el mucho consumo, como por el ramo de policía se ha surtido en el año próximo pasado, para la impresión de pasaportes y son muchas á más las resmas que se hacen para Madrid”196.
Francisco Romaní había obtenido un contrato ventajoso (debía pagar 300 pesos, la mitad por el molino de Altura), ante el temor, por parte del prior, hacia las medidas que estaba tomando el gobierno constitucional (1820-3). De hecho, en el Diario de Valencia de 9 de febrero de 1823, se anunciaba la venta judicial del cuarto diezmo y medio diezmo de dicho molino, ubicado en la partida de la Morería. A la muerte de Romaní, el prior pretendió rescindir el contrato, iniciando un pleito contra Magdalena Tort, viuda de Romaní. No obstante, Tort obtuvo una sentencia favorable, por resolución de 16 de enero de 1833, a menos de tres años de la desamortización de la Cartuja.
Según Madoz, Jérica conservaba una fábrica de papel, mientras que la otra, al parecer, se reconvirtió en fábrica de borras. Esta fábrica no aparece en Giménez Guited del año 1862, pero sabemos que, dos años más tarde –así, se asegura en El Indicador-, seguía activa, se dedicaba a la elaboración de papel de estraza y pertenecía a José Monleón. En los Bailly-Bailliere de 1888 y 1900, se reafirma su continuidad, al tiempo que se asegura que la propiedad de los molinos de papel de estraza recaía en Rita Aliaga Espuch.
Los molinos papeleros de Segorbe
Sin duda, las últimas décadas del siglo XVIII y las primeras de la centuria siguiente -cuando todavía se establecieron nuevos molinos, como el de Vicente Tort, datado en el año 1816197- fueron las de mayor esplendor de la industria papelera segorbina. Algunos de los molinos, los pertenecientes a fabricantes, eran explotados directamente por sus dueños. Sin embargo, otros molinos, aquellos que pertenecían a compañías comerciales, estaban arrendados a fabricantes papeleros. En esta situación, se encontraban los molinos de «Lozano» y «del Tesorero», ambos propiedad de los hermanos Juan y Antonio Brugada Carbonell, vecinos de Madrid. A principios del siglo XIX, el primero, emplazado en el Realet y dedicado a la elaboración de papel de estraza, estaba arrendado a José Saumell198, mientras que el segundo estaba arrendado a Francisco