Estética del ensayo. Josep M. Català

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Название Estética del ensayo
Автор произведения Josep M. Català
Жанр Изобразительное искусство, фотография
Серия Prismas
Издательство Изобразительное искусство, фотография
Год выпуска 0
isbn 9788437095493



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Hay que subrayar cuánto ha influido en el pensamiento occidental, y no solo en la filosofía, este «atomismo lógico», que no solamente apunta a lo simple, sino también a la inmovilidad de lo simple. El pensamiento cartesiano, por su mecanicismo, impide desarrollar conexiones fluidas o conceptos puente, impide metodológicamente la promoción de un pensamiento arquitectónico basado en configuraciones en constante variación. Es decir, impide el avance del pensamiento hacia formas distintas de las que el propio método constituye como ejercicio trascendental. Promueve, por el contrario, las conclusiones estáticas, ya sean de carácter particular o general. El recurso a la globalidad para exorcizar la atracción de lo particular no es una forma de solucionar el problema, ya que, como indica Adorno, «no es necesario hipostatizar la totalidad como entidad primera ni tampoco el reducto del análisis, los elementos (…) ni los elementos pueden ser desarrollados puramente a partir del todo ni, a la inversa, el todo a partir de los elementos».106 Resta, por tanto, la movilidad entre uno y otro aspecto, una movilidad que se distribuye por la arquitectura levantada a través de su propio movimiento: es el pensamiento en constante movimiento el que impide cualquier tentación hipostatizadora, a la vez que permite, a través de la visión de este movimiento convertido en arquitectura, la captación de conceptos.

      La tercera regla cartesiana –conducir por orden los pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos– no solo contradice, como afirma Adorno, la forma ensayo, que parte de lo más complejo y no de lo más simple o conocido, sino que además implica un proceso de pensamiento peculiar que supone que el mundo es fundamentalmente estático y, por lo tanto, no importa la manera en que se aborda, ya que el resultado será siempre el mismo. Un método es la derivación de un pensamiento que renuncia a su propia esencia a favor de un procedimiento estable que perpetúe las características de la reflexión inicial. Parece como si el momento de reflexionar se fuera posponiendo indefinidamente a través de una serie de etapas que habrían de alcanzar lo complejo mediante un proceder escalonado, pero «esta manera de posponer el pensamiento no hace más que impedirlo. Ante la convención de la comprensibilidad, de la idea de verdad como conjunto de efectos, el ensayo obliga a pensar desde un principio la cosa en toda su complejidad».107

      La ciencia, según Adorno, se enfrenta a la realidad como a un antagonista al que hay que vencer y, por ello, no entiende la necesidad de un compromiso que, sin embargo, el arte, el impulso estético, establece como su base de actuación. La ciencia pretende que el mundo está hecho a imagen y semejanza de sus propuestas básicas y es así como lo simplifica y fragmenta, falseándolo. El ensayo, por el contrario, buscaría en el ingenio que la ciencia rechaza la herramienta que permite a la cosa manifestarse en su plenitud.

      La cuarta regla cartesiana se refiere a la exhaustividad de un pensamiento sistemático considerado necesario para asegurarse de que no se omite nada: Hacer en todo momento enumeraciones completas y revisiones generales. A ella opone Adorno el hecho de que los infinitos aspectos del objeto intelectual solo pueden seleccionarse a partir de la intención de quien procede a conocerlos.108 Indica el filósofo que el ensayo piensa a través de fragmentos porque la realidad está hecha también de fragmentos, pero así como la ciencia trata de disimular las rupturas, es a través de ellas como el ensayo alcanza la unidad.109 No hay que confundir, pues, esta fragmentación del ensayo con la que establece la reducción analítica, ya que lo que en Descartes era consciencia intelectual que pretendía velar por el carácter necesario del conocimiento se transforma en la arbitrariedad de unos principios que es necesario preservar para «satisfacer la exigencia metódica y para dar plausibilidad a todo, sin que sea posible probar su validez o la propia evidencia».110 El ensayo procede a través de fragmentos que provienen de la ruinas de lo real, de la historia convertida en imagen, es decir, del resultado, según Benjamin, de la descomposición de la historia, que no se descompone nunca en historia sino en imágenes.111 El ensayo no es, por consiguiente, un dispositivo analítico, sino sintético.

      Mediante el reduccionismo analítico, hay que ir en busca de lo simple, descartando lo complejo. El fragmento por el contrario conlleva las características de lo complejo de lo que es resto. El fragmento es ruina de la complejidad que está patente en ese remanente, mientras que el dato reduccionista no es más que la construcción de lo simple, borrando todo lo complejo.

      Adorno, citando a Max Bense, indica que «escribir ensayísticamente quiere decir proceder de manera experimental, es decir, retornar sobre el objeto una y otra vez, interrogarlo, tantearlo, examinarlo, pensarlo de cabo a rabo, atacarlo desde diferentes lados, captar aquello que uno ve en él con los ojos del intelecto y trasladar a palabras aquello que el objeto permite ver en las condiciones creadas por la escritura».112 El film-ensayo, por su parte, interroga al objeto visualmente: proyecta sobre él lo que ven los ojos del intelecto. Se trata de una visión sobre otra visión: lo que se ve con los ojos del intelecto se traslada a la imagen, es decir, se traslada a imágenes aquello que «el objeto permite ver en las condiciones creadas…», en este caso, por lo visual.

      Adorno no hace referencia a la primera regla del método cartesiano: No admitir jamás como verdadero cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era, es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención. Pero el método ensayístico tiene también algo que decir al respecto no porque se apoye en la precipitación, sino porque parte de la base de que, como dice el mismo Adorno, aquello que trata de dilucidar es en realidad insoluble y, sin embargo, sigue empeñado en solucionarlo.113 El ensayo no se dirige a lo verdadero como algo estático cuya consistencia hay que comprobar, sino que se mueve con verdades provisionales que cambian constantemente. No rehúye el prejuicio, pero no porque no lo menosprecie, sino porque prefiere trabajar con él, puesto que se trata de reseguir y elaborar los materiales de los que está hecha la realidad, es decir, de prejuicios inscritos en los textos y las imágenes: prejuicios representados que actúan a veces como si fueran verdades y que se resisten a revelar su inconsistencia a menos que se establezca una aproximación capaz de extraer de ellos la porción de verdad que siempre contienen.

      El ensayo fílmico sube un peldaño con respecto al ensayo literario, puesto que parte de imágenes, de fragmentos visuales, que son la plasmación de aquello que la escritura, o el proceso de reflexión basado en ella, ha permitido ver del objeto.

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