Название | Procesos urbanos en América Latina en el paso del siglo XIX al XX |
---|---|
Автор произведения | Gerardo G. Sánchez Ruiz |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786077116097 |
REQUERIMIENTOS DEL EXTERIOR Y EL LENTO TRANSITAR HACIA EL PROGRESO
La situación de avanzar en aquellos aspectos fue harto difícil para América Latina, si se considera el cúmulo de intereses en torno a la creación de las nuevas naciones, donde aparte de lo que intentaban imponer los grupos nativos, fue determinante la limitada perspectiva y acción política de las sociedades; por lo que consecuentemente se dejaron sentir con fuerza los intereses imperialistas, como fueron los casos de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, los que se enfrascaron en la delimitación de áreas para sus mercados o como ocurrió en el caso de México, para apropiárselas.
Fue la época en que los aventureros ilustrados o no, o los representantes de países interesados en los posibles mercados de materias primas y consumidores, visitaron la región para tener el panorama necesario para insertar sus negocios. En México in 1827 (1828) Ward señala:
Es difícil concebir que un país menos preparado de lo que México estaba en 1824 para la transición del despotismo a la democracia. Los principios sobre los cuales se forma el gobierno actual, al principio no hayan sido debidamente apreciados, ni comprendidos en general; sin embargo, debido a la mera fuerza de las circunstancias, han echado raíces, y ya han penetrado demasiado profundamente en el suelo para ser fácilmente sacudidos. El dominio sobre el país no se basa en una difusión general del conocimiento, ni en lo que podría denominarse patriotismo teórico; descansa sobre una base aún más fuerte, las pasiones e intereses de las clases más influyentes de los habitantes. Para la masa popular, todas las formas de gobierno son indiferentes, y muchos aún no saben bajo qué viven; pero entre aquellos que sólo poseen un carácter político, los terratenientes residentes, los comerciantes, los militares, los abogados y el clero parroquial, las consideraciones de ventaja local y personal han creado un sentimiento decidido a favor del sistema federal (Ward, 1828:18-719).
Pese a esas condicionantes, ante exigencias de grupos y las accidentadas acciones provenientes de oficinas de gobierno o de particulares, la producción de mercancías fue reconstituyéndose y adquiriendo caracteres propios en cada nuevo país, como obra de la manera en que se condujeron las políticas o por las dinámicas desplegadas por sus sociedades. Lo anterior dio lugar a las especializaciones entre países, si bien derivadas del sector agropecuario, de acuerdo con “La belle époque y el capitalismo global”. En los Cuadernos de Historia (Béjar, 1999), se apunta que los países al consolidar su independencia y entrar a periodos de progreso, en particular en la segunda década del siglo XIX, y en correspondencia con el desarrollo que se producía en Europa y al que se experimentaba entre países de América Latina, en la región hubo una cierta especialización en productos.
Por ejemplo, en las pampas de clima templado como fue el caso de las repúblicas de Argentina y de Uruguay, hubo un significativo crecimiento en la “producción de lana, cereales y carne”; en países de clima tropical, como lo eran Brasil, Colombia, Venezuela y algunos de América Central sobresalió la producción de café; también en la región tropical y en especial en Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela floreció el cultivo de plátano; en Cuba, Puerto Rico y Perú hubo un impulso a la producción azucarera. Casos importantes fueron los países mineros por el nivel que retomó el rubro y por la participación de empresas extranjeras; por ejemplo en México, Bolivia y Perú mantuvieron elevados niveles en extracción de plata; Perú y Chile en cobre; en Bolivia estaño, y a principios de siglo empezaron a destacar México y Venezuela como países petroleros y, donde por cierto, aquellas empresas extranjeras empezaron a hacer y deshacer en el rubro y hasta en lo que tocaba a regímenes políticos (Béjar, 1999).
Ahora bien, como apoyo a esa producción dentro de un proceso renovador, los gobiernos se apresuraron a mantener o extender relaciones políticas y comerciales con otros países ya fuera de este lado de los océanos o más allá de éstos, para así atender carencias en productos para la vida cotidiana, apoyar las distintas actividades económicas y hasta para actuar en la parte ideológica de los grupos pudientes, como los casos de permitir la entrada de materiales que sirvieron para erigir o adornar las ostentosas edificaciones públicas o privadas que fueron luciendo las grandes capitales y aun otras. Bulmer-Thomas, respecto a la situación apunta:
Algunos países latinoamericanos (por ejemplo, Ecuador y México) eran grandes exportadores de productos alimenticios, comercio que beneficiaba a los Estados Unidos más que a Europa. Unas cuantas naciones canalizaron gran parte de su comercio a través de otros países latinoamericanos, y no por el “centro”. Paraguay, cuya principal exportación era la yerba mate, que sólo se consumía en Sudamérica, dependió principalmente del mercado argentino y, en realidad, acabó por amarrar su moneda al peso argentino. Bolivia compraba muchas de sus importaciones a naciones vecinas, aunque en gran parte de este comercio “intrarregional” los países de origen casi siempre estaban fuera de América Latina (Bulmer-Thomas, 2010:95).
Esa situación modificó la estructura territorial, pues hubo de sustentar las rutas de los intercambios y las de consumo, de ahí que las ciudades y puertos adquirieran en estos años caracteres comerciales, sin abandonar las pertenencias administrativas, y en algunos casos, despuntando como incipientes enclaves industriales. En ese punto, el ferrocarril tuvo un importante papel como liga entre las regiones de producción y las de consumo. Eduardo Galeano en referencia a algunos puertos señala:
Los grandes puertos de América Latina, escalas de tránsito de las riquezas extraídas del suelo y del subsuelo con destino a los centros de poder, se consolidaban como instrumentos de conquista y dominación contra los países a los que pertenecían, y eran los vertederos por donde se dilapidaba la renta nacional. Los puertos y los capitales querían parecerse a París o a Londres, y a la retaguardia tenían el desierto (Galeano, 2012:232-233).
En ese desenvolvimiento de la región y en esa idea de activar sus economías, indefectiblemente los espacios de producción tradicionales, por ser los dominantes, se convirtieron en un factor de atraso, en tanto al no ser receptoras de las nuevas tecnologías que alumbraban al siglo, de los cambios en las maneras de pensar y de las restringidas formas de comunicación con otros territorios, pesaron en las formas de desarrollo de grandes partes de la región, convirtiéndose en obstáculos a las formas de producción capitalistas que buscaron impulsar en particular los grupos liberales.20
Así, de acuerdo con las posibilidades y los consensos logrados entre grupos y en condiciones desiguales, fueron ampliándose, diversificándose o apareciendo especializaciones en las actividades económicas, en consecuencia y al ir avanzando los procesos, se generaron nuevos roles sociales otorgándose determinados caracteres a los sustentos territoriales. Irremediablemente, las diferencias de desarrollo entre países fueron expresándose como consecuencia de las formas en que se lograban la pacificación en los territorios, crecían sus economías, se consolidaban los Estados y se observaba un cierto progreso en sus sociedades. De manera que, aun enfrentando obstáculos como resultado de la variada geografía de la región, el bajo nivel de la infraestructura en cada país, la falta de recursos económicos y humanos, el bajo nivel tecnológico utilizado en las áreas productivas, hubo avances en actividades muy particulares y en regiones específicas.
Fue un hecho que, por las condiciones vividas en esos años, América Latina se desarrolló entre avances y retrocesos, y entre intentos por transformar cualitativa y cuantitativamente formas productivas y las relaciones sociales que le ataban con el pasado y que impedían otros desenvolvimientos en el entramado jurídico, político, ideológico y cultural y, en una relación dialéctica, esos caracteres de atraso impidieron revoluciones en aquellas condiciones. Indudablemente se fue imponiendo en el manejo de las economías las formas en que se condujo cada país, las riquezas naturales, humanas o monetarias poseídas pero, además, las pertenencias culturas expresadas en los territorios, de ahí lo disparejo de los desarrollos alcanzados entre países como Argentina y Bolivia, México y Guatemala o Cuba y Haití.21
Lo