Ser paz en un mundo en conflicto. Marshall B. Rosenberg

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Название Ser paz en un mundo en conflicto
Автор произведения Marshall B. Rosenberg
Жанр Сделай Сам
Серия
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9788415053965



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LO QUE ESTÁ VIVO EN NOSOTROS?

      Observaciones

       “Se pueden apreciar muchísimas cosas solamente mirando”.

      YOGUI BERRA

      Expresar lo que está vivo en nosotros requiere unas competencias específicas. En primer lugar, que seamos capaces de dar respuesta a la pregunta que le hice antes sin hacer ninguna valoración. Le pedí que pensara en una cosa concreta que haya hecho una persona y que a usted no le haya gustado. Eso es lo que yo llamo una observación. ¿Qué hacen las demás personas que o bien nos gusta o bien no nos gusta?

      Se trata de una información importante que comunicar a los demás: para decirles qué está vivo en nosotros, tenemos que ser capaces de decirles qué es eso que están haciendo que enriquece nuestra vida y también qué es eso que están haciendo que no enriquece nuestra vida. Pero es muy importante aprender cómo decir eso a los demás sin introducir ninguna valoración.

      Por ejemplo, recientemente estaba trabajando con una mujer que estaba preocupada por algo que su hija adolescente no había hecho. Así que le dije: “¿Qué es lo que no ha hecho tu hija?”. Y ella respondió: “Es una vaga”. ¿Puede apreciar la diferencia entre la pregunta que le hice y la respuesta que me dio? Yo le pregunté sobre lo que su hija había hecho y ella me respondió lo que ella pensaba que su hija era. Le señalé a esta persona que etiquetar a las personas —diagnosticar a su hija como una vaga— es como una profecía que acarrea su propio cumplimiento.

      Diagnosticar a las personas hace que se cumplan los diagnósticos

      Toda palabra que usemos que implique que los demás están equivocados o hacen algo malo son expresiones trágicas, suicidas, de lo que está vivo en nosotros. Son trágicas o suicidas porque no conducen a que las personas disfruten contribuyendo a nuestro bienestar. Provocan actitudes defensivas y contraataques.

      Cuando aprendí esta lección por primera vez, me dio mucho miedo, porque vi lo llena que estaba mi mente de juicios moralistas. A lo largo de toda mi educación se me ha enseñado a pensar en términos de juicios moralistas. Como ya he mencionado, la razón es esa teoría sobre los seres humanos que se nos ha infligido: que las personas somos básicamente egoístas y malvadas. Por lo tanto, el proceso educativo dominante hace que las personas se odien a sí mismas por lo que han hecho. La idea es que hay que hacerles ver lo terribles que son y entonces vendrá el arrepentimiento y cambiarán los errores de su comportamiento.

      El idioma que me enseñaron a hablar cuando me hacía mayor en Detroit era así. Cuando iba conduciendo, si otra persona conducía de una manera que no me gustaba, quería educarla, así que bajaba la ventanilla y gritaba algo parecido a: “¡Idiota!”. La teoría es que los demás, supuestamente, se sienten culpables y se arrepienten, y por tanto tendrían que decir algo como: “Lo siento. Veo que estaba equivocado. He visto los errores de mi comportamiento”.

      Es una gran teoría, pero nunca ha funcionado. Pensé que quizá se trataba de ese peculiar dialecto que aprendí en Detroit, pero cuando obtuve mi doctorado en psicología aprendí cómo insultar a las personas de una manera mucho más educada. Así que ahora, cuando voy en coche y alguien conduce de una manera que no me gusta, bajo la ventanilla y grito algo como: “¡Psicópata!”. Pero aun así, sigue sin funcionar, ¿sabe?

      Decir a las personas lo que está mal en ellos es suicida y trágico. Y, además, no es eficaz. No nos conviene que se mezclen esos juicios cuando tratamos de decir a otra persona qué ha hecho que no nos gusta. Nos interesa ir directamente al comportamiento sin introducir ningún juicio. Una vez estaba trabajando con unos profesores que tenían un conflicto con su director. Les pregunté: “¿Qué hace el director que no les guste?”.

      Uno de ellos dijo: “Tiene una boca muy grande”.

      “No”, le respondí yo. “No le he preguntado de qué tamaño tiene la boca. Le he preguntado qué hace”.

      Otro añadió: “Bueno, yo sé lo que quiere decir. Es que habla demasiado”.

      Yo les dije: “Habla demasiado es un diagnóstico, ¿lo ven?”.

      Otro dijo: “Bueno, es que se cree que es el único que tiene inteligencia”.

      Continué: “Decirme lo que usted piensa que el director piensa es una evaluación. ¿Qué es lo que hace el director?”.

      Con mi ayuda finalmente se aclararon sobre qué comportamientos concretos les molestaban, sin incluir diagnósticos, pero durante toda la sesión no dejaron de decir: “Madre mía, qué difícil es esto. Todo lo que nos viene a la cabeza son diagnósticos o juicios”.

      “Sí”, les dije. “No es fácil despejar nuestra conciencia de estos juicios”. De hecho, el filósofo indio Jiddu Krishnamurti dice que la forma más elevada de la inteligencia humana es la capacidad de observar sin evaluar.

      Al final los profesores enumeraron varios comportamientos. El primero de la lista se refería a que, durante las reuniones del personal docente, independientemente de cuál fuera el orden del día, el director siempre relataba una experiencia de su niñez o de la guerra. A consecuencia de ello, las reuniones duraban más tiempo del programado. Muy bien, esa sí era una respuesta a la pregunta que les había hecho: una observación clara que no incluía ninguna evaluación.

      Les dije: “¿Alguno de ustedes le ha hecho notar este comportamiento específico que les preocupa?”.

      Definir comportamientos con claridad sin introducir un diagnóstico

      Entonces uno de ellos respondió: “Bueno, ahora vemos que nos estábamos comunicando a base de juicios y en realidad no mencionamos el comportamiento específico. No me extraña que se pusiera a la defensiva”.

      Así que este es el primer paso a la hora de intentar decir a las personas qué está vivo en nosotros. Es la habilidad de hacer notar a la persona —en concreto, de manera específica— qué está haciendo que nos gusta o no nos gusta, sin mezclarlo con ninguna evaluación.

      EJERCICIO:

       Eche un vistazo a lo que escribió. Fíjese en si hay alguna evaluación mezclada con su observación. Si es así, trate ahora de formularlo siendo muy específico, simplemente describiendo lo que esa persona hace, aquello sobre lo que quiere hablarle. Ahora que tenemos en mente una observación de lo que la persona hace, si usamos la Comunicación NoViolenta queremos ser honestos con ella sobre ello. Pero es una honestidad diferente al simple hecho de decirle a los demás lo que hacen mal. Es una honestidad desde el corazón, no una honestidad que implica que los demás estén haciendo algo mal.

       “Nuestros sentimientos son nuestros más genuinos caminos hacia el conocimiento”.

      AUDRE LORDE

      Queremos adentrarnos en nosotros mismos y decir a los demás qué está vivo en nosotros cuando hacen lo que hacen. Y esto implica otras dos clases de competencias: alfabetización en sentimientos y alfabetización en necesidades. Para expresar con claridad lo que está vivo en nosotros en un momento dado, debemos tener claro lo que sentimos y lo que necesitamos. Comencemos con los sentimientos.

      Imaginemos que nos dirigimos a esa persona y queremos ser honestos con ella. Empecemos por decirle cómo nos sentimos. Escriba cómo se siente cuando la persona lleva a cabo el comportamiento en el que está pensando. ¿Qué emociones siente usted cuando lo hace?

      Un estudiante de una universidad con la que me encontraba trabajando quiso trabajar una situación relacionada con su compañero de habitación. Yo le dije: “Muy bien, ¿cuál es el comportamiento de tu compañero de habitación que no te gusta?”.

      Él dijo: “Pone la radio muy tarde, por la noche, cuando yo estoy intentando dormir”.

      “De acuerdo. Vamos a decirle cómo te sientes. ¿Cómo te sientes cuando hace eso?”.

      Respondió: “Siento que está mal”.