Karma al instante. Marissa Meyer

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Название Karma al instante
Автор произведения Marissa Meyer
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789877477603



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Siempre practico ad nauseum, hasta el cansancio, para no trabarme y trabajo duro en ser vivaz y entretenida.

      Los momentos previos son espantosos. Siempre estoy segura de que algo saldrá mal. Mi mente se pondrá en blanco y olvidaré todo. Empezaré a sudar. Me ruborizaré. Me desmayaré. Pero una vez que empiezo, suelo estar bien. Solo tengo que decir la primera oración… y luego, en un abrir y cerrar de ojos, todo terminará. Y escucharé lo mismo de siempre: “Guau, Prudence. Eres una oradora natural. Eres una presentadora excelente. Buen trabajo”.

      Palabras que tranquilizan mi alma frenética.

      Al menos mis profesores suelen decir cosas así. El resto de mis compañeros raramente se molestan en prestarme atención.

      Lo que no me molesta en absoluto.

      Tardo un par de segundos en acomodarme, acomodo la presentación sobre la pizarra blanca y apoyo mi bolsa con sorpresas en un costado. Luego, muevo la mesa con rueditas con la maqueta que traje antes de que iniciara la clase, todavía está cubierta por una tela azul.

      Sujeto mis tarjetas en una mano y con la otra tomo la vara que el señor Chavez usa para señalar detalles en sus diapositivas de PowerPoint.

      Le sonrío a mis compañeros.

      Intento encontrar la mirada de Jude, pero está haciendo garabatos en su cuaderno y no recibe mensajes.

      Genial, hermano. Gracias por el apoyo.

      El resto de la clase clava en mí su mirada prácticamente comatosa por el aburrimiento.

      Se me retuerce el estómago.

       Solo empieza.

       Solo son diez minutos.

       Estarás bien.

      Inhalo.

      –Iba a tener material suplementario para que puedan mirar –mi voz suena aguda y hago una pausa para aclarar mi garganta antes de continuar– y seguir la presentación. Pero Quint debía traerlo y… no está aquí.

      Aprieto los dientes. Quiero hacer notar la injusticia de esta situación. ¡Los compañeros de todos los demás vinieron! Pero el mío no se molestó en aparecer.

      –Bueno –continúo y agito la vara en el aire con dramatismo–. Aquí vamos.

      Camino delante de la presentación y exhalo entrecortadamente.

       Solo empieza.

      Sonriente, inicio mi introducción ya preparada.

      –Algo que he aprendido sobre la biología marina, gracias al tutelaje excepcional del señor Chavez… –pauso para señalar con entusiasmo a nuestro profesor–, es que somos muy afortunados de tener acceso a una floreciente vida marina aquí en Fortuna Beach. Nuestras playas y aguas costeras son el hogar de especies maravillosas. Peces y mamíferos, tortugas marinas y tiburones…

      –Los tiburones son peces –dice Maya.

      Me tenso y le lanzo una mirada fulminante. Nada como una interrupción innecesaria para descarrillar una presentación bien ensayada.

      Las interrupciones son el enemigo.

      Vuelvo a invocar mi sonrisa. Estoy tentada a volver a empezar, pero me obligo a seguir adelante. Peces y mamíferos, tortugas marinas y tiburones…

      –… hasta los ricos ecosistemas de plancton y vida vegetal que pueden encontrarse en la bahía de Orange Bay. Estos recursos son un tesoro y es nuestra responsabilidad disfrutarlos y protegerlos. Por eso, para nuestro proyecto, Quint y yo decidimos concentrar nuestros esfuerzos en… –Hago una pausa para un efecto dramático–. ¡Conservación marina a través de ecoturismo!

      Con un movimiento elegante, levanto la tela azul y revelo mi modelo hecho a mano de la calle principal de Fortuna Beach, el centro turístico se despliega de manera paralela a la playa y a la rambla.

      No puedo resistir y echo un vistazo a mi alrededor para ver las reacciones de mis compañeros. Algunos en las primeras filas estiran el cuello para ver la maqueta, pero la mayoría tiene la mirada clavada en las ventanas atravesadas por rayos de sol o intenta enviar mensajes con su teléfono debajo de su escritorio discretamente.

      Por lo menos, el señor Chavez parece intrigado mientras estudia el modelo. Jude alzó la cabeza, sabe las largas horas de trabajo que le dediqué a esta presentación. Encuentra mi mirada y alza los pulgares de manera sutil, pero alentadora.

      Me ubico detrás de la mesa para poder inclinarme sobre la maqueta y señalar las secciones más importantes. Siento la adrenalina en mi cuerpo, ya no tengo la sensación de que me desmoronaré en una pila de pánico. Ahora estoy energizada.

      –Nuestro nuevo centro turístico será el Resort & Spa Orange Bay, pensado para una clientela de alto nivel. Visitantes que aprecien lujos y anhelen aventuras, pero… ¡cielos! –chasco mis dedos con picardía–, que también se preocupen por nuestro medio ambiente. –Señalo un rascacielos con la vara–. Una construcción con materiales reciclados y numerosos mecanismos para conservar agua y ahorrar energía, este resort será de lo único que hable la ciudad. Pero nuestros turistas no solo vendrán aquí a dormir. Vendrán a explorar. Por ese motivo, Fortuna Beach necesita nuevas estaciones para alquilar bicicletas eléctricas posicionadas en los dos extremos de la rambla. –Señalo las pequeñas estaciones con bicicletas con la vara–. También podrán alquilar botes eléctricos que partirán desde el muelle privado del resort. Pero lo que realmente atraerá turistas, lo que verdaderamente distinguirá a Fortuna Beach como destino imperdible para nuestros viajeros con conciencia ecológica…

      La puerta del aula se abre de golpe y se golpea con fuerza contra la pared.

      Me sobresalto.

      –¡Lo lamento, señor C! –dice una voz que eriza los cabellos de mi nuca. Mi sorpresa desaparece y es reemplazada por ira apenas contenida.

      Aprieto los dientes y le lanzo una mirada fulminante a su cabeza mientras llega a nuestra mesa compartida en la última fila y deja caer su mochila. El cierre es tan ruidoso como el motor de un avión. Comienza a silbar –silbar– mientras hurga entre el caos de papeles, libros, plumas y las porquerías que acumuló durante nueve meses en esa cosa.

      Espero. Alguien tose. Por el rabillo del ojo, puedo ver a Jude moviéndose en su lugar, incómodo por mí. Salvo que, por algún motivo, no estoy incómoda. Normalmente, una interrupción tan gigante como esta me hubiera transformado en una masa de nervios, pero en este momento estoy demasiado ocupada estrujando la vara mientras pretendo que es el cuello de Quint. Podría quedarme aquí parada todo el día, a pesar del silencio incómodo, esperando a que Quint se percate de la irrupción que causó.

      Pero, para sumar a mi frustración sin fin, Quint parece alegremente absorto. De mi molestia. De haberme interrumpido en el medio de nuestra presentación. Del silencio incómodo. No estoy segura de que sepa lo que significa “incómodo”.

      –¡Ajá! –anuncia victoriosamente y toma una carpeta verde neón de su mochila. Incluso desde aquí puedo ver que la esquina está doblada. Abre la tapa y toma nuestros informes. No puedo notar cuántas páginas son. Tres o cuatro, probablemente en doble faz, porque ¿quién desperdicia papel en un informe sobre ecología?

      Espero que lo haya hecho en doble faz.

      Quint distribuye nuestros informes; páginas abrochadas para nuestros compañeros y una carpeta de tres anillos para el señor Chavez. No lo hace con el método eficiente de “toma una copia y pasa las demás” que yo hubiera utilizado, posiblemente porque es el ser humano más ineficiente del planeta. No, avanza por los pasillos y entrega una por una. Sonríe, recibe sonrisas. Podría ser un político cortejando a las masas con su paso informal y expresión relajada. Una de las chicas hasta agita sus pestañas cuando toma el informe y murmura de forma coqueta: “Gracias, Quint”.

      Mis