Karma al instante. Marissa Meyer

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Название Karma al instante
Автор произведения Marissa Meyer
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789877477603



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el balón de tus manos y lo lanzó sobre la mesa!

      –Pero…

      –¡No te quedes allí parada! ¡Ve a buscar una toalla!

      Le habla a Lucy, pero Jude está un paso delante de todos y trae una pila de servilletas de papel para ayudar a limpiar el desorden.

      –¡Mamá! –la voz de Ellie tambalea–. ¡Es mi vestido preferido!

      –Lo sé, cariño –responde mamá, aunque puedo notar que apenas la está escuchando mientras revisa debajo de su computadora para ver si hay algo de jugo allí–. Pru, ¿podrías ayudar a tu hermana a cambiarse?

      Oír mi nombre me sacude de mi trance. Solo es un vaso derramado. Solo es un balón de fútbol. Es solo una coincidencia.

      Pero también es tan extraño.

      Mis dedos cosquillean cuando relajo mis puños y los estiro. Bordeo la mesa y Ellie obedientemente levanta los brazos para que le quite el vestido húmedo y pegajoso.

      –Es mi preferido –dice con un mohín–. ¿Se podrá salvar?

      La manera en que lo dice es más que melodramática, pero no puedo evitar sentir una pizca de culpa. Aunque yo no fui responsable. No estaba ni cerca de ese vaso de jugo o del balón. Lucy realmente tiene que aprender a ser más cuidadosa.

      –Le pondré un producto especial y esperemos que salga –digo–. Ve a elegir otro atuendo para hoy.

      Mira a Lucy con un entrecejo fruncido y feroz, que es ignorado mientras Lucy ayuda a Jude y a mamá a limpiar. Ellie expresa su indignación y sube las escaleras a toda velocidad.

      –Jude, pondré esto en la lavadora y luego deberíamos irnos –digo–. Último día, no deberíamos llegar tarde.

      Asiente y lanza las servilletas a la basura.

      –¿Quieres un bagel para el camino?

      –Seguro, gracias.

      Camino hasta el lavadero, tomo el quitamanchas del cesto de plástico que está al lado de la lavadora, luego lo desparramo sobre la tela húmeda. La mancha atraviesa el largo del vestido, justo desde arriba de la oreja brillante del mono hasta el final de la falda.

      Probablemente solo sea mi imaginación, pero juraría que la mancha tiene la forma exacta de una banana.

      8

      Apenas pongo un pie en el salón, el señor Chavez me ladra.

      –La tarea en la mesa, por favor, luego recojan su calificación del trabajo final por allí.

      Señala con el capuchón de un marcador para pizarra seco a una pila de hojas en la mesa de adelante.

      Saco mi informe del pez rape y lo apoyo en la pila con los demás trabajos. Mientras avanzo entre las mesas, me sorprende ver que mi mesa de laboratorio no está vacía. Quint ya está aquí. Temprano. Más temprano que yo.

      Me congelo. Honestamente, no esperaba que Quint estuviera aquí hoy, a pesar de que lo mencionó ayer a la noche. Como es el último día antes de las vacaciones de verano, asumí que se ausentaría junto con la mitad de los compañeros de mi año y los estudiantes de los últimos años.

      Pero aquí está, hojeando una carpeta de tres aros repleta de folios transparentes. Es el informe que presentó ayer. Nuestro informe.

      Lo miro cautelosamente mientras llego al escritorio del señor Chavez y tomo la maqueta de la calle principal. La estudio en búsqueda de alguna indicación de mi calificación, pero no encuentro nada.

      Quint levanta la cabeza y me mira cuando llego a nuestra mesa compartida y apoyo la maqueta en una esquina.

      –¿Cómo te sientes? –pregunta.

      Mi cabeza comienza a latir, solo un poco, en respuesta a su pregunta. Apenas me molestó está mañana, pero recordar que me caí hace que lleve la mano instintivamente hacia mi cuero cabelludo en busca del golpe. Ya casi ha desaparecido.

      –Depende. –Me dejo caer en mi asiento–. ¿Cómo nos fue?

      Encoge los hombros, despega una nota adhesiva azul de la carátula y presiona el papel sobre la mesa entre nosotros.

      Siento un vacío en el estómago cuando leo las palabras:

      Prudence: B-

      Quint: B+

      Calificación general: C

      –¿Qué? –prácticamente estoy gritando–. ¿Esto es una broma?

      –Pensé que podrías no estar encantada –dice Quint–. Cuéntame, ¿te molesta más la C o que mi calificación individual sea superior a la tuya?

      –¡Las dos cosas! –Me inclino hacia adelante y leo las palabras que el señor Chavez escribió debajo de las calificaciones.

       Prudence: trabajo ejemplar, pero aplicó poca ciencia.

       Quint: conceptos fuertes, pero ejecución desprolija y escritura sin dirección.

       El proyecto presenta una falta general de cohesión y las ideas más importantes no son desarrolladas por completo. Ambas calificaciones se hubieran beneficiado enormemente con mejor comunicación y trabajo en equipo.

      –¿Qué? –repito y luego suelto un gruñido consternado desde mi garganta. Sacudo la cabeza–. Sabía que simplemente debería haberlo escrito yo misma.

      Quint se ríe. Es una risa bastante fuerte que atrae más de una mirada.

      –Por supuesto que esa es tu interpretación de los comentarios del profesor. Claramente mi parte fue el problema, a pesar de que…

      Se inclina hacia adelante y da un golpecito sobre su B+.

      –Eso tiene que ser un error.

      Lo miro fijo.

      –Naturalmente.

      Mi latido retumba en mi pecho. Mi respiración se acelera. ¿Cómo es posible? Nunca he recibido una C en nada. ¡Y mi maqueta! Mi hermosa maqueta en la que trabajé tanto, todas esas horas, los detalles… ¿eso solo valió una B-?

      Algo está mal. El señor Chavez confundió quién hizo qué. Tomó una decisión fatigado después de corregir demasiados trabajos antes del nuestro.

      Esto no puede estar bien.

      –Okey, pero en serio, sin importar las calificaciones –dice Quint y toma la nota adhesiva y la vuelve a colocar en la carátula del informe–. ¿Cómo está tu cabeza?

      Sé que es una pregunta legítima. Sé que probablemente no haya una intención cruel detrás de ella. Pero, de todos modos, casi suena acusatoria, como si estuviera sobre reaccionando por algo que él considera insignificante.

      –Mi cabeza está bien –respondo con furia.

      Empujo mi silla de la mesa y tomo la carpeta de tres anillos. Doy zancadas hacia el frente del salón. Los pocos estudiantes que no faltaron hoy siguen entrando al salón y Claudia casi pega un salto para salir de mi camino mientras avanzo a paso fuerte por el pasillo.

      El señor Chavez me ve venir y puedo ver su cambio de postura, sus hombros, su expresión. Veo su expectativa, lo esperaba, no está sorprendido.

      –Creo que hubo un error –digo sosteniendo la carpeta para que pueda ver su propia nota adhesiva inepta–. Esto no puede ser correcto.