Como errante que no quiere nada. William Siguas

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Название Como errante que no quiere nada
Автор произведения William Siguas
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9786124405334



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      William Siguas (Cañete, 1990) estudió Lengua y Literatura en la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica. Dirige la revista de literatura Grima, la página literaria El Centenario Y La Literatura, vía Facebook, y Grima Editorial. Ha publicado los libros de poesía El hombre triangular sobre una pieza de barro (2013) y Como errante que no quiere nada (2016). Coeditor de la Editorial Ícata.

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      Como errante que no quiere nada

      Primera edición electrónica: agosto de 2021

      © William Siguas

      © Paracaídas Soluciones Editoriales S.A.C., 2021

      para su sello Paracaídas Editores

      APV. Las Margaritas Mz. C, Lt. 17,

      San Martín de Porres, Lima

       http://paracaidas-se.com/

      [email protected]

      Composición: Juan Pablo Mejía

      Arte de portada: Beatriz Torres

      Retrato del autor: Nadia Cruz Porras

      isbn ePub: 978-612-4405-33-4

      Se prohibe la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio sin el correspondiente permiso por escrito de la editorial.

      Producido en Perú

      Te preocupa que te deje.

      No te dejaré

      solo los extranjeros viajan.

      Teniéndolo todo

      no he de ir a ningún sitio.

      Leonard Cohen

      He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia

      me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra;

      y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará.

      Génesis 4:14

      Y ya voy a decir que no tuve casa, que mi casa son las viejas maletas arrastradas por trenes y aeropuertos los estadios, los parques comunales: mi jardín interior.

      Y sin embargo, amé todos mis cuartos como los castores sus guaridas clavadas en el agua.

      Y esos ríos («que pasan siendo el mismo») nombres cambiaron y lenguas y tejados, pero a la larga y siempre fueron calles donde siempre viví.

      (Y allí donde nacieron, murieron mis abuelos y mis hijos nacieron y murieron).

      Antonio Cisneros

      Para Teresa Muñoz, Celinda Bendezú, Paulina Gómez y para ti que, como dice Serrano, ahora cambias mis razones y me vistes de domingo.

      I. Poesía

      Escribana, bruja del río,

      la del lápiz labial gastado,

      hilvana mi futuro,

      detenme en la vía correcta y descansa conmigo.

      Rasga mi pluma con tus dedos exactos.

      Dame la luna de miel

      y media luna de amargura.

      Ayer y mañana muérdeme con tus dientes de hielo

      y borra lo escrito.

      Dame el verso punzocortante para saltar de la cama,

      beber tinta e incrustarme la pluma en el corazón.

      Dame el pliego uniforme para el siglo xxii.

      Piérdete en la ciudad,

      escribana, bola mágica color caqui

      que ruedas y ruedas buscando un almanaque,

      alguna fecha y parar solemnemente.

      Bruja del río, escribana,

      la del lápiz labial gastado,

      treinta páginas más, por favor.

      II. Que todo no se olvide

      Alguien escribirá de esta época en un tiempo futuro,

      alguien dirá que nuestros escritos fueron geniales e incompletos.

      Dirán que nuestros antepasados no importan,

      que fuimos mezcla de rebeldía y libertad,

      que nuestros padres no leyeron libro alguno

      (esto tampoco importa)

      pero trabajaron para adquirirlos.

      Como un caso político intimidador,

      aquel que escriba biografías revolverá la historia.

      La verdad de nuestras mentes, nuestras almas,

      correrá por hemerotecas y videotecas

      —algún resultado tendrá acudir a ellas—,

      salvo que nos encuentren atados a las palabras,

      pero nunca dirán que fuimos malos.

      Solamente apocalípticos.

      Alguien escribirá de esta época y espero no ser yo.

      III. Sobre los apellidos y los abuelos

      El abuelo Guillermo Siguas

      era un nómade como casi todos sus hijos, nietos y yo.

      Era griego con quesos y cabras

      (espero no recibir esa herencia que nos ha hecho tanto mal).

      En tiempo de guerra le dio amor a una joven que después

      sería su esposa.

      Bajó como una araña y se refugió en tiendas y carpas,

      se balanceó tanto en su hamaca

      que vio a sus dos hijos en su cabeza.

      Sacrificó cabras

      (la carne seca era para las sequías)

      y así vivió tristemente feliz

      mientras su corazón vibró todo el tiempo

      abrazando a cada hijo y también a su esposa.

      Zacarías Siguas introdujo en sus libros

      boletos y mucha lana.

      Fue brujo del sol y de la luna

      para una agricultura perfecta.

      Su esposa era alta y con trenzas, se llamaba Juana.

      Jamás la conocí

      (me hubiera gustado)

      —el gusto es mío, señora.

      Solo la vi en un cuadro en blanco y negro,

      tenía la mirada cansada, eso habrá sido en 1880.

      Desde esa fecha recuerdo todo por intuición.

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