La lección nórdica: Trayectorias de desarrollo en Noruega, Suecia y Finlandia. José Miguel Ahumada

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Название La lección nórdica: Trayectorias de desarrollo en Noruega, Suecia y Finlandia
Автор произведения José Miguel Ahumada
Жанр Зарубежная деловая литература
Серия
Издательство Зарубежная деловая литература
Год выпуска 0
isbn 9789562892377



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latinoamericanos un proceso de industrialización sustitutiva de importaciones con la incorporación de las nuevas tecnologías.

      La respuesta de cómo hacerlo a partir del mercado y las políticas públicas derivó en un intenso debate que superó en su dinámica y en sus derivaciones políticas al vivido en otras latitudes. Los recordados enfrentamientos entre las ideas de la Cepal, apuntando especialmente al Estado, y los consejos del Fondo Monetario, concentrándose en mejorar el mercado, fueron ásperos y complejos. El aterrizaje de esos debates se incorporó además en las posiciones de los partidos políticos. Hechos como los vividos en el mundo por los países comunistas, o la propia Revolución Cubana, profundizaron un debate que derivó en serios enfrentamientos ideológicos y políticos en toda la región. Hoy, muchos de esos debates han quedado en el pasado, pero vale la pena recordar que su superación llevó décadas de enfrentamiento, y a pesar de las lecciones de la historia aún no han concluido.

      El modelo de un mercado en manos del sector privado y acompañado por un Estado actor y regulador tuvo un buen comportamiento en las primeras décadas de la posguerra, pero luego fue sucedido por crisis inflacionarias, problemas de gran endeudamiento, creciente pobreza y crisis políticas que comprometieron la democracia y los equilibrios sociales. A inicios de la década de los 90, el denominado Consenso de Washington, en respuesta a la crisis aguda de la deuda, terminó con un modelo que privilegió el funcionamiento del mercado y limitó las intervenciones del Estado. Posteriormente, las crisis financieras internacionales y el boom de los precios de las materias primas, provocaron nuevas alternativas a las relaciones Estado-mercado.

      Los análisis de este libro constituyen una excelente aproximación al problema, con la respuesta de un modelo de economía de mercado, con intervenciones inteligentes del Estado y acompañadas por un diálogo permanente del Estado con el sector privado.

      En sus conclusiones, los autores llaman a “sacarnos las anteojeras que solo ven en el Estado una estructura burocrática, pesada, ineficiente y únicamente redistributiva”. El Estado, siguen diciendo los autores, “puede ser un actor empresarial que dinamice la economía, logre sacarla de círculos viciosos”.

      Coincido plenamente con estas pragmáticas conclusiones, que los autores extraen de la experiencia exitosa de los países nórdicos.

      Es bueno recordar cómo van quedando atrás viejos debates y grandes y dolorosas confrontaciones debido a la falta de claridad sobre las responsabilidades que deben asumir frente a los desafíos del crecimiento, el Estado y el sector privado. Yo agregaría además el de la sociedad civil, de creciente papel en el mundo actual y futuro.

      La reunión de Davos de enero de 2020 recordó precisamente que el mundo actual se enfrenta a desafíos climáticos y de desigualdad difíciles de resolver, y que producen ciudadanos infelices. Un mes después, la pandemia del covid-19 nos está sumiendo en profundos desafíos que dejan en claro la necesidad de un nuevo diálogo entre los responsables del mercado y los del Estado.

      Estas nuevas situaciones que vive el mundo reconocen que los procesos de crecimiento fuertemente estimulados por las nuevas tecnologías no pueden desconocerse, pero las dificultades que vive la sociedad con la desigualdad creciente y la impaciencia social, o los desafíos de un mundo con problemas dramáticos de sobrevivencia debidos al cambio climático, o relaciones internacionales contrapuestas por situaciones de enfrentamientos por el liderazgo mundial no pueden desconocerse ni postergarse.

      Se requieren empresarios conscientes de sus múltiples responsabilidades con la sociedad, y Estados llamados a actuar ante las nuevas demandas sociales golpeadas por los efectos de la desigualdad y las crisis del empleo. Eso convoca a diálogos Estado-empresa-sociedad civil, que permitan enfrentar el futuro con progreso, ganancias sociales y respeto por la naturaleza.

      El diálogo Estado-mercado que proponen los autores de este trabajo, es una valiosa contribución que nos dejan las experiencias nórdicas, muy útiles para hacer aportes al modelo de desarrollo chileno, pero también una contribución a pensar el complejo mundo del futuro, lleno de potencialidades de progreso, pero también de grandes conflictos sociales y políticos.

      ENRIQUE V. IGLESIAS

      Secretario Ejecutivo CEPAL (1972-1985)

      Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay (1985-1988)

      Presidente Banco Interamericano del Desarrollo (1988-2005)

      Secretario General de la Secretaría General

      de Iberoamérica (2005-2014)

      INTRODUCCIÓN

      El modelo chileno y las lecciones nórdicas

      I

      Las causas de la depresión están en la bonanza

      Joseph Schumpeter

      ¿Cuáles son las causas de la riqueza de las naciones? Dicha pregunta está en el corazón de parte importante de las discusiones económicas. En efecto, comprender la naturaleza de la creación de riqueza permite establecer políticas correctas encaminadas a generar la base material para que la población mejore, en forma sostenida en el tiempo, sus niveles de vida. Aquella pregunta, a su vez, cobra cada vez mayor relevancia a la luz de los recientes debates sobre la naturaleza y las tensiones del modelo económico chileno actual. ¿Cómo considerar esto en un país que ha pasado a ser la economía con el ingreso por habitante más alto de la región? En efecto, durante la década de 1990 Chile era entendido como un caso exitoso de camino al desarrollo. En tal década, el país creció a una tasa anual promedio de un 7%, donde las exportaciones se expandieron y se diversificaron, tanto en términos de bienes como de mercados, y las inversiones nacionales y extranjeras aumentaron sostenidamente, distribuyéndose a lo largo de diferentes áreas económicas como el cobre, los servicios financieros, la infraestructura, entre otros. Aquello vino en paralelo con una caída sostenida de la pobreza y una expansión del acceso a la educación, lo que sugería que el desempeño económico también lograba un mayor bienestar en la población. Sumado a lo anterior, otro elemento que le dio legitimidad al boom económico fue que se desplegó no bajo el alero de la dictadura, sino que en un contexto democrático con una sólida estabilidad institucional.

      Dicho despegue económico con democracia generó un fuerte impacto en los estudios sobre el desarrollo latinoamericano toda vez que aquel periodo catapultó a Chile como el país con mayor dinamismo en la región. En efecto, la economía chilena crecía en forma rápida y sostenida mientras América Latina se recuperaba de manera lenta e inestable de la crisis de la década de 1980. Aquella brecha en los desempeños económicos llevó a que diversos economistas señalaran que, contrario a los críticos, parte importante de dicho dinamismo se debía a la adopción temprana de las recetas derivadas del Consenso de Washington y a la solidez de su orden institucional promercado (Kuczynski y Williamson, 2003; Kingstone, 2019).

      Sin embargo, dicho aumento del ingreso per cápita no implicó la consolidación de una matriz productiva que fuera capaz de sostener en el largo plazo un incremento de la riqueza junto a derechos sociales, especialización en áreas intensivas en conocimiento y sostenibilidad ambiental. En otras palabras, el crecimiento del ingreso per cápita no fue sinónimo de desarrollo económico.

      De hecho, Chile comienza a perder su dinamismo ya desde fines de la década de 1990. El impacto de la crisis asiática en 1998-1999 trajo aparejado un quinquenio de bajo crecimiento y, paralelamente, el comienzo de un estancamiento secular de la productividad interna que llega hasta la actualidad. A su vez, la diversificación exportadora no logró dar el salto a nuevos sectores intensivos en conocimiento, anclándose en torno a áreas de procesamiento de recursos naturales y, al margen de diversos intentos de evitarlo, con débiles encadenamientos productivos con el tejido económico local. Esto repercutió en una economía con fuertes fracturas internas: por un lado, un polo de grandes empresas extractivas exportadoras que acumulaban rentas a partir de los recursos naturales con su consiguiente desinterés en generar saltos productivos y, por otro, un polo de micro, pequeñas y medianas empresas de baja productividad y bajas remuneraciones centradas en la economía doméstica que abastecen un mercado pequeño.

      Junto a esta fractura productiva vinieron