En el siglo XIX, en el actual departamento de Nariño, los tejedores desempeñaron un oficio fundamental en las sociedades rurales y urbanas, en parte, porque elaboraron piezas de diversas calidades para todos los sectores económicos. Esa tradición textil se remonta a la época prehispánica, cuando diversos grupos de las tierras altas tejieron telas finas de algodón o pelo de llama, apoyados en técnicas complejas: eran piezas teñidas con indelebles colorantes vegetales y minerales. Algunos de esos conocimientos perduraron en la Colonia y en el naciente estado republicano.La tejeduría estaba arraigada en la cultura regional de Pasto, en sus alrededores y en diversas poblaciones del altiplano de Túquerres e Ipiales, y, aunque fue una labor principalmente femenina, hubo un amor por el oficio que unió a los integrantes de las familias. Y a esto se agregó una acertada transmisión de conocimientos a través de la comunicación oral. La reputación de las «ropas de Pasto» y su uso se extendió por Santafé de Bogotá, Medellín, Popayán y Barbacoas, entre otros lugares, cuyos habitantes preferían estas prendas, por su resistencia, variedad de colores y amplia gama de calidades.Desde la cultura material y la historia de los oficios, este libro pretende destacar el valor de la tejeduría, desarrollada en esta parte del territorio colombiano en el siglo XIX. A lo largo de los tres capítulos de esta obra, el lector podrá reconocer la rigurosidad y la profundidad de la investigación que aquí se presenta. En estas páginas, Rosa Isabel Zarama se adentra en la vida de los tejedores y de los tejidos, desentraña el proceso textil y cómo era la vida cotidiana de las tejedoras urbanas y rurales, explica las circunstancias en las que aprendían su oficio, de dónde obtenían las materias primas, cómo elaboraban las prendas, las técnicas para preparar tintes, las ropas que vestían y los colores que se usaban en la época, entre otros asuntos.