Obras escogidas de Ireneo de Lyon. Alfonso Ropero

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Название Obras escogidas de Ireneo de Lyon
Автор произведения Alfonso Ropero
Жанр Документальная литература
Серия Obras Escogidas Patrística
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788416845095



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más, creen encontrarse bien, y hacen todo como si estuvieran sanos, incluso más que los mismos sanos, pero en realidad están más enfermos.

      De la misma manera estas personas, cuanto más elevados pensamientos creen poseer y deshacen sus nervios a base de realizar cosas inverosímiles, tanto más se alejan del buen juicio. Porque cuando sale el espíritu impuro de la ignorancia y los encuentra dedicados, no a Dios, sino a cuestiones mundanas, toma con él a otros siete espíritus peores que él; y llenando de orgullo sus mentes, les hace creer que podrán comprender lo que es superior a Dios, y, después de disponerlos convenientemente para su perdición, deposita en ellos la Ogdóada de la ignorancia de los espíritus perversos.

      Significado del zodíaco

      1. Quiero referirte también cómo, según ellos, la creación misma ha sido hecha, a imagen de las realidades invisibles, por el Demiurgo, sin que éste lo supiera, gracias a la intervención de la Madre. Dicen en primer lugar que los cuatro elementos: Fuego, agua, tierra y aire,37 fueron producidos como una imagen de la Tétrada superior. Viniendo después sus operaciones respectivas a unirse a ellos, a saber, lo cálido, lo frío, lo húmedo y lo seco, representan exactamente a la Ogdóada. Enumeran a continuación las diez virtudes siguientes: en primer lugar siete cuerpos esféricos, que ellos llaman cielos, después el círculo que los contiene y que ellos llaman el octavo cielo y finalmente el Sol y la Luna. Estos cuerpos, en número de diez, son la imagen de la Década invisible, salida del Logos y de la Vida. En cuanto a la Dodécada está indicada por el círculo llamado zodíaco: porque, según ellos, los doce signos del zodíaco manifiestan la Dodécada, hija del Hombre y de la Iglesia.

      Y puesto que proclaman que el cielo más alto38 se opone a la rapidez de los demás astros, entorpeciendo con su masa y contrapesando la rapidez con su lentitud, de modo que realiza el ciclo completo de signo en signo en treinta años, dicen que ese ciclo es una imagen del Límite, que envuelve a su Madre, portadora del trigésimo nombre. La Luna, que realiza el recorrido de su cielo en treinta días, representa con ello el número de eones.

      El Sol, al completar su revolución circular en doce meses, manifiesta por medio de esos doce meses la Dodécada. Los días mismos, al estar medidos por medio de doce horas, son la imagen de la Dodécada invisible. La hora misma, al ser la duodécima parte del día, se divide en treinta partes para ser una imagen de la Triacóntada (Treinta).

      El círculo del zodíaco admite también 360 grados, porque cada uno de los signos tiene treinta grados. Así, por medio del círculo, se conserva la imagen de la conjunción del número doce con el número treinta.

      Incluso la Tierra, según ellos, está dividida en doce zonas, en cada una de las cuales recibe ella perpendicularmente de los cielos una Virtud particular y coloca en el mundo unos hijos semejantes a la Virtud que ha ejercido su influjo, de manera que la Tierra es ostensiblemente, según ellos, la figura de la Dodécada y de sus hijos

      2. Además dicen que el Demiurgo quiso imitar el carácter infinito, eterno, limitado e intemporal de la Ogdóada de arriba, pero que no pudo reproducir su fijeza y eternidad porque era el fruto de una deficiencia; que cambió la eternidad de la Ogdóada en lapsos de tiempo, momentos y cantidades considerables de años, imaginándose poder, por la duración de los lapsos de tiempo, imitar la eternidad de la Ogdóada. Dicen aquí que como la verdad ha huido de él, le ha seguido la mentira; y por eso, en la consumación de los siglos, su obra sufrirá la destrucción.

      Lectura mística del Antiguo Testamento

      1. He aquí cómo cada uno de ellos, al hablar de la creación, encuentra cada día, tanto como puede, alguna novedad; porque entre ellos ninguno es tan “perfecto” como aquel que produce, como frutos, copiosas mentiras.

      Mas nos es preciso indicar también, para poder refutarlos ulteriormente, todas las deformaciones que introducen en los oráculos de los profetas.

      Moisés, según ellos, comenzando el relato de la obra de la creación, muestra de golpe, desde el principio, a la Madre de todos los seres, cuando dice: “Al principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn. 1:1).39 Al nombrar estas cuatro cosas, a saber, Dios, el principio, el cielo y la tierra, Moisés ha indicado, según ellos, a su Tétrada. Y ha mostrado su carácter invisible y oculto por las palabras: “Ahora bien la tierra era invisible y no organizada aún” (v. 2). La segunda Tétrada, retoño de la primera, la ha expresado Moisés con los nombres del abismo, las tinieblas y las aguas contenidas en ellos y el Espíritu que aleteaba sobre las aguas (v. 2). Haciendo después mención de la Década, ha citado la luz, el día, la noche, el firmamento, la tarde, la mañana, la tierra seca, el mar, la hierba y en décimo lugar el árbol (vv. 3, 13); es así cómo, por estos diez nombres, ha indicado él los diez eones. En cuanto a la virtud de la Dodécada, ha sido indicada en Moisés, porque ha citado el sol, la luna, las estrellas, las estaciones, los años, los monstruos marinos, los venenos, las serpientes, las aves, los cuadrúpedos, los animales salvajes y, sobre todo en duodécimo lugar, el hombre (vv. 14-28).

      He aquí, enseñan ellos, cómo el Espíritu, por medio de Moisés, ha hablado de la Triacóntada (Treintena). Esto no es todo. Modelado a imagen del Poder Supremo, el hombre posee en sí una virtud que proviene de la única fuente. Esta virtud tiene su sede en el cerebro. De esta virtud proceden cuatro virtudes menores a imagen de la Tétrada superior: vista, oído, olfato y gusto. Dicen que la Ogdóada está representada en el hombre en el hecho de tener dos orejas, dos ojos, dos ventanas en la nariz, y doble degustación, de lo amargo y de lo dulce.

      El hombre entero es la imagen integral de la Triacóntada, de la manera siguiente: en sus manos, por medio de sus diez dedos lleva la Década, en su cuerpo, dividido en doce miembros, lleva la Dodécada. Porque dividen el cuerpo, tal como está dividido entre ellos el cuerpo de la verdad, de lo que hemos hablado anteriormente. En cuanto a la Ogdóada, que es indecible, e invisible se concibe como escondida en las entrañas.

      2. Dicen que el sol, ese gran luminar, ha sido hecho el día cuarto a causa del número de la Tétrada. Las colgaduras del tabernáculo, erigido por Moisés, hechas de lino fino, de jacinto, de púrpura y de escarlata (Éx. 26:1) ofrecen, según ellos, la misma imagen. El pectoral del sacerdote, adornado de cuatro clases de piedras preciosas (Éx. 28:17), significa igualmente la Tétrada. En una palabra, todo lo que en las Escrituras se expresa con el número cuatro, dicen que ha sido hecho a causa de su Tétrada.

      La Ogdóada, a su vez, aparece en el hecho de que el hombre ha sido modelado, según ellos, el día octavo (Gn. 2:7). Porque afirman unas veces que ha sido hecho el día sexto, y otras el día octavo, a no ser que digan que el hombre “choico” ha sido modelado el día sexto, y el hombre carnal el octavo, porque ellos distinguen estas dos cosas. Hay quienes distinguen al hombre “espiritual”, masculino-femenino a la vez, hecho a imagen y semejanza de Dios, del hombre modelado con el lodo de la tierra.

      3. Dicen que la economía misma del arca del diluvio en la que se salvaron ocho hombres (Gn. 7:7, 13, 23, 1ª P. 3:20), manifiesta claramente la Ogdóada salvífica.

      Que David significa lo mismo por el hecho de que era el octavo entre sus hermanos (1º S. 16:10, 11). Que de la misma manera la circunscisión, que tenía lugar el día octavo, manifiesta la circuncision de la Ogdóada superior. Y que absolutamente todo lo que en las Escrituras es susceptible de expresarse con el número ocho realiza, según ellos, el misterio de la Ogdóada.

      También la Década está indicada por las diez naciones que prometió Dios dar en posesión a Abraham (Gn. 15:19, 20). Se manifiesta también por la economía de Sara, que, después de diez años, entregó su esclava Agar a Abraham para que tuviera descendencia de ella (Gn. 16:2, 3). También el siervo de Abraham enviado a Rebeca y que le da un regalo de diez brazaletes de oro junto al pozo (Gn.