Pedagogía del nivel inicial: mirar el mundo desde el jardín. Daniel Brailovsky

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Название Pedagogía del nivel inicial: mirar el mundo desde el jardín
Автор произведения Daniel Brailovsky
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789875387935



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ese gesto de la obra (poner juntas dos cosas que pertenecen a universos aparentemente disímiles, como los manifestantes y el basurero) una forma de collage, que es la técnica que precisamente reúne en un mismo lienzo fragmentos dispersos y posiblemente incongruentes o conflictivos. Es como en la serie de fotos Bringing the War Home, de Martha Rosler, donde la artista:

      Pegaba sobre imágenes de felices interiores norteamericanos imágenes de la guerra de Vietnam (…) sobre el fondo de una espaciosa residencia en la que aparecían, en un rincón, varios globos inflables, [colocaba] a un vietnamita llevando en sus brazos a un niño muerto, matado por las balas del ejército norteamericano (Rancière, 2010, p. 31).

      Con este procedimiento, buscaba desenmascarar la complicidad culpable del sistema sobre el que se apoya ese confort, superponiéndole brutalmente las barbaridades de la guerra. Acerca de esta obra, observa Rancière:

      La imagen decía: esta es la realidad oculta que ustedes no saben ver, deben tomar conocimiento de ella y actuar de acuerdo con ese conocimiento (…), esta es la realidad obvia que ustedes no quieren ver, porque ustedes saben que son responsables de ella (ob. cit., p. 33).

      La foto de los manifestantes y del basurero, señala Rancière, pone en juego los mismos elementos que aquellos fotomontajes: la guerra lejana y el consumo doméstico. Lo que ve este autor en las fotos de Josephine Meckseper y Martha Rosler tiene que ver con las guerras norteamericanas. Las imágenes datan de 2005 y 1967, respectivamente. A mediados de 2020, Myriam Southwell incluyó en un capítulo de la compilación de Dussel, Ferrante y Pulfer (2020) una foto que fue luego empleada para la cubierta de la obra. Muestra un cuadernillo colgado de un alambrado del camino, dejado por docentes para estudiantes de la zona. La imagen, conmovedora en medio del aislamiento por la pandemia de COVID-19, habla de la fuerza de la escuela como institución social para llegar a cada recóndito rincón del territorio. Ese cuaderno colgado de una cerca refleja el poder igualador de la escolaridad. Pero no son los objetos en sí (un basurero, un living intervenido, un cuaderno colgado) los que traen el mundo a escena de estas maneras tan intensas, sino la mirada sensible de las maestras y maestros que convierten a esos objetos en objetos que hablan.

      Los objetos nos anteceden, sí, pero se construyen culturalmente en la práctica, cuando son vividos, nombrados, apropiados, disputados, prohibidos, ritualizados, guardados o exhibidos. Tener y usar objetos implica no solo darles un uso práctico, sino también conectarse con los símbolos, las connotaciones y los valores que ellos portan (Brailovsky, 2012). Los objetos poseen una utilidad porque solucionan problemas y realizan tareas. Pero también funcionan como vehículo de mensajes que no caben tan cómodamente en las palabras: los objetos son metáforas. Tenerlos y usarlos sirve también a docentes y alumnos para expresar el modo en que se sitúan frente a los dilemas y los debates del día a día en el jardín.

      ¿Cuántos objetos a nuestro alrededor traen recordatorios, advertencias, invitaciones y guiños que podemos aceptar para revisar nuestros modos de pensar, mirar, estar en el jardín, y en el mundo? Los objetos tienen voz. Conservan la elocuencia de las palabras que no decimos, actúan como espejo de nuestros rostros últimos. No los elegimos: están allí antes que nosotros y nos poseen en un sentido casi literal. Son la prueba tangible de que nunca estamos solos, aunque cerremos la puerta del aula y creamos ser libres por completo. Por su intermedio asumimos las herencias de pedagogías arcaicas que nos preceden y nos dan movimiento. Los objetos están vivos y nos dan vida. Nos llamamos con sus nombres, nos vestimos con sus formas. Los gestos que adoptamos para enseñar se prolongan y se precisan en los objetos que sostenemos, por eso contar un cuento, usar un títere o leer una imagen no son propuestas que consisten solo en traer un objeto. Cada movimiento con sentido se apoya en discretas (pero poderosas) bases materiales que afianzan y fortalecen ciertos idearios. Por eso, en parte, no hacemos todo lo que decimos y no dejamos de hacer todo lo que criticamos. No estamos solos. Nos acompañamos de objetos que se van renovando y sustituyendo, actualizando y permaneciendo, para ayudarnos a escribir, cada vez, ese borrador abierto que es la enseñanza en el jardín.

      Notas

      Capítulo 5

      Balbucear el mundo común

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