Название | 1968: Historia de un acontecimiento |
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Автор произведения | Álvaro Acevedo |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789588956978 |
La explicación de este historiador mexicano sobre los acontecimientos del 68 no se expresa únicamente en las transformaciones culturales, sino en una interpretación geográfica y temporal del macroacontecimiento. La Revolución Cultural china de 1966 inaugura la nueva era, que llega hasta 1969 con el Otoño Caliente de Italia. Esta periodización abarca los hechos del Mayo francés o del Octubre mexicano. Aguirre considera que 1968 tiene tres epicentros planetarios: Francia para el mundo desarrollado, China para el área de influencia socialista y México para los llamados países tercermundistas. Explicar el 68 de una manera global, como la manifestación patente y estruendosa de toda una revolución cultural en proceso, conduce a Carlos Antonio Aguirre a preguntarse por las causas planetarias de los levantamientos simultáneos que se viven en el mundo a finales de los años sesenta.
En esta onda cultural planetaria Aguirre reflexiona sobre el lugar de la universidad en la sociedad mundial después de 1945 y por la nueva composición que, con sus matices, adquiere esta en gran parte de los países del globo. La incorporación de las llamadas clases medias y, en algunos casos, de los sectores populares permite la movilidad de importantes sectores sociales en el marco del ciclo económico Kondratiev [1945-1973]16. La segunda variable para explicar el 68 remite a las manifestaciones en todo el mundo protagonizadas por un sector social: los estudiantes. El movimiento estudiantil se convierte en un actor fundamental en las sociedades contemporáneas y enarbola las banderas en representación de otros sectores sociales, así muchas de sus declaraciones se hayan quedado más en el papel que en la acción.
En cuanto a las demandas de los múltiples movimientos, Aguirre considera que es posible hallar puntos de convergencia. Más allá de las diferencias y particularidades nacionales, los jóvenes de todo el mundo, al cuestionar e increpar directamente las relaciones de poder entre Estados, géneros y roles, abogan por una radical revolución cultural. El objetivo puede ser el falso realismo socialista y su “democracia centralista”, el consumismo desaforado de las sociedades “posindustriales” o las luchas por la democracia y sus proclamas contra el autoritarismo. Los movimientos de 1968 no son el resultado de crisis socioeconómicas; por el contrario, se enmarcan en contextos de relativo auge económico y cierto crecimiento social. Las principales demandas se expresan en cuestiones relacionadas con la cultura, sin negar asuntos sociales y políticos.
Una última inflexión analítica sobre el 68 se refiere al triunfo o fracaso de esta ola de levantamientos. Desde una perspectiva inmediatista, los movimientos políticos son derrotados estruendosamente, basta recordar el resultado de las elecciones en Francia o el desenlace de las movilizaciones mexicanas luego del 2 de octubre para constatar la derrota. Sin embargo, la valoración del 68 a mediano y largo plazo no parece ser la de postración, sino la de un triunfo indubitable en términos de la modificación de las estructuras y los patrones culturales. Transformaciones que muestran el impacto profundo del 68: revoluciones familiares, escolares y mediáticas; emergencia de nuevos saberes y racionalidades; movimientos antisistémicos de nuevo cuño como el feminista, el ecologista, el pacifista; defensa de derechos humanos, civiles y de minorías [étnicas o sexuales]17.
Desde un enfoque similar, pero con nuevas luces sobre el sentido del 68, Hugo Fazio afirma que este año se puede comprender como un macro-acontecimiento que facilita la explicación del presente histórico en que vivimos. Luego de tomar distancia de los años convencionales [1945 y 1989] –a los que algunos expertos recurren para entender la contemporaneidad–, Fazio señala que 1968 constituye un momento de ruptura sociocultural. Una postura que lo distancia de la valoración realizada por Hobsbawm, para quien este año es solamente un signo y no un acontecimiento que marca un antes y un después en la historia de la cultura18. Más allá de los balances políticos que se orientan a destacar la “derrota” de aquel momento, se retoma con fuerza la profundidad y la imperceptibilidad, a veces, de las transformaciones que se dan a finales de los años sesenta. Como lo sugiriera Braudel, este año puede estar al mismo nivel que el Renacimiento o la Reforma.
A mediano plazo, Fazio reconoce en 1968 cambios importantes en materia económica y social. A partir de aquellos años se da inicio a la tercera revolución industrial, determinada por la introducción de la robótica y la informática en la economía capitalista. El autor también destaca el papel medular de los nuevos medios de comunicación y su incidencia en la modificación de la temporalidad. A finales de los años sesenta se inicia el declive de los “años dorados” del capitalismo de posguerra, una de cuyas expresiones es el quiebre del modelo de Bretton Woods y del patrón oro. En el ámbito sociopolítico, y casi dos décadas antes, el 68 es un punto de continuidad y quiebre en el esquema bipolar de la Guerra Fría, situación que está íntimamente asociada a la emergencia de los nuevos actores sociales que Immanuel Wallerstein denomina como antisistémicos.
A largo plazo, los cambios propiciados a partir del 68 son más profundos. En primer lugar, se inicia un proceso de acentuación del individualismo como efecto de una mayor dilatación del presente. La consecuencia más inmediata son los cambios en el régimen de historicidad de la Modernidad clásica. El ensanchamiento del presente se enmarca en una mutación profunda del capitalismo en razón del tránsito, con mayor fuerza, de la transnacionalización del capital. En términos productivos, esto se conoce como el paso del fordismo al posfordismo. Estos cambios profundos se comprenden mejor si se considera que el mismo proyecto de la Modernidad deja de ser aquel ideal universalista –con claro sesgo eurocéntrico–, para convertirse en una trama de aspiraciones de modernidades regionales y locales. Recapitulando, Fazio sugiere tres niveles de ruptura iniciados al finalizar los años sesenta: 1] el advenimiento de un régimen presentista y global, 2] el paso de una globalización mundializada a una expansiva y renovada glocalización, y 3] el reemplazo de una historia mundial, centrada en Occidente, por una historia global.
En esta explicación el 68 significa la emergencia de un nuevo régimen de historicidad, definido por una radical renegociación social del tiempo, en el que se sustituye el futuro lejano por un futuro inmediato. Esta nueva experiencia del tiempo implica una nueva relación con el pasado y, con ello, modificaciones en la misma concepción de la historiografía, como se tratará más adelante. La nueva temporalidad se caracteriza desde los años sesenta hasta hoy por un futuro-presente, un presente omnipresente y una sincronicidad demostrada en las revueltas. Las agitaciones son globales, locales y simultáneas. Por esto no habla propiamente de ‘globalización’, sino de ‘glocalización’. El 68 abre la era histórica de una simultaneidad planetaria visible y profunda; logra la escala internacional para reconocer el mapamundi en el marco de muchas actividades humanas19. Procesos tendenciales, como la desterritorialización del Estado o la emergencia de modernidades sobrepuestas y múltiples, tienen repercusiones en la misma forma como se explica y escribe la historia. La emergencia de la historia cultural o de la cultura renueva enfoques interpretativos para entrar a comprender esa sensación de estar inmersos en un futuro-presente simultáneo de todos los días.
El 68 impacta la historiografía mundial ante la irreversible incorporación del presente en la historiografía. Esto explica la fuerza que adquiere la historia cultural –con sus derivaciones como la memoria social– en el quehacer historiográfico, de la mano con la revaloración de las masas populares como protagonistas de las grandes transformaciones del acontecer. La historia inmediata o el presente historizado facilita la migración de varios especialistas de las ciencias sociales hacia la historia, amplía la reflexión disciplinaria e interdisciplinaria. La historiografía universitaria también se renueva; surgen tendencias temáticas relacionadas con la cultura, entre ellas las mentalidades, la psicohistoria, la historia intelectual, la microhistoria de raíz italiana y las culturas populares. Surgen igualmente nuevos métodos de investigación historiográfica y los modelos estáticos y ortodoxos interpretativos cambian por reflexiones sobre la pertinencia de los conceptos y las técnicas empleadas para crear representaciones historiográficas renovadas.
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