Secuestro. Javiera Paz

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Название Secuestro
Автор произведения Javiera Paz
Жанр Книги для детей: прочее
Серия
Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9788418013652



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bien —me sonrió con miedo en sus ojos—. Solo quiero saber si mi amiga sigue viva, no quiero encontrármela como a Jamie… —confesó con tristeza.

      —Ella está viva —comenté.

      Alice me observó por un momento y luego regresó a su colchón. Comimos lo de siempre: sándwiches.

      El día en que habíamos entrado a la escuela de Alice, ella era diferente a como se veía ahora. Su cuerpo tenía más volumen, tenía una figura bonita, pero ahora se encontraba muy delgada. Todavía no se notaba descompuesta o demacrada, pero la delgadez se le notaba incluso en el rostro. Ella no se daba cuenta, pues no tenía donde mirarse, pero yo sí lo notaba. Aun así, seguía siendo hermosa y resaltaba entre tanta mierda junta.

      Mientras las horas pasaban, intentaba asumir que Joe sacaría a Alice de la habitación y se la llevaría con él a quién sabe dónde. Me causaba impotencia pensar en que podían hacerle daño y yo no podría defenderla ni tampoco podía armar un escándalo para que no se la llevaran. Ella se veía tranquila, no tenía miedo de Joe y, si lo tenía, las ganas de ver a su amiga superaban cualquier cosa.

      —Ashton —oí su voz. Saqué los ojos del cuaderno en el que trazaba líneas para mirarla—. ¿Alguna vez me harías daño?

      —Creo que con todo lo que te he dicho y hecho ya es suficiente daño, ¿no?

      —No me refiero a ese tipo de daño.

      —No soy un psicópata, Alice —comenté—. No podría tocarte un pelo sin que me lo permitieras antes. No soy capaz.

      —¿Y por qué siento que los demás sí? ¿Acaso todos los demás están aquí por gusto?

      —Porque son soldados, Alice, soldados de Marcus Denovan.

      —¿Y tú no?

      —Yo no estoy aquí para satisfacer a Denovan —expliqué—. Si pudiera, ya lo habría matado a golpes, pero siempre hay personas que están varios peldaños más arriba que tú y es casi imposible llegar hasta allá.

      —¿Él te obligó a estar aquí? —me preguntó, luego la vi sentarse y cruzar sus piernas.

      —Algo así… —contesté confundido. Miré a Alice, quien se mantuvo en silencio. Todos sus gestos parecían tranquilos cuando estaba junto a mí.

      —No seguiré preguntando, no quiero que te cierres y no me hables más —dijo, levantó las manos enseñándome las palmas y yo reí.

      —De acuerdo.

      La noche llegó rápidamente y Alice comenzó a mostrar que sí se encontraba nerviosa, miraba el reloj que le había pasado cada dos minutos. Era una chica que valoraba muchísimo a las personas que la rodeaban, pero ¿cómo le hacía entender que dentro de ese lugar debía salvar su propio culo antes que el de los demás?

      —Tranquila, Alice. —La observé.

      Ella se puso de pie y se sentó frente a mí, en mí colchón. Todos mis músculos se tensaron, pero se sintió bien tenerla tan cerca.

      —No quiero que me hagan daño —confesó.

      —No lo harán —aseguré, pero por supuesto era para tranquilizarla.

      —¿Me lo prometes?

      —No suelo cumplir las promesas.

      —Voy a creerte, de verdad, digas lo que digas —me observó a los ojos—. Yo creo en ti.

      Sus palabras se clavaron en mi pecho como una estaca. Recordé a mi madre diciéndome eso cuando había golpeado a un imbécil en la calle por haberla insultado a ella.

      Flashback

      —¡No pude controlarme! —admití con frustración.

      —Tienes que controlar tu temperamento, Ashton. No siempre el viento estará a tu favor.

      —Sabes que tengo esto, no puedo detenerme.

      —Sí puedes.

      —No puedo, mamá, ya basta —intenté explicarle.

      Mi cuerpo estaba en estado violento, siempre lo estaba y no podía aguantarme las ganas de golpear sin parar, pero su mirada me calmaba.

      —Yo sí creo en ti —clavó sus ojos en los míos—. Yo sí creo que puedes ser mejor que esto.

      Fin del flashback

      Miré los ojos de Alice, que se mantenían fijos en los míos.

      —¿Por qué me haces esto? —mi voz se quebró.

      —¿Qué cosa? —me preguntó con ingenuidad.

      Me acerqué a ella en silencio y la besé. No recibí ningún rechazo de su parte y yo estaba tocando el cielo con la punta de mis dedos al tenerla cerca de mí. Su pequeña boca encajaba con la mía, me gustaba, me tentaba, la quería. Ahora podía decir cómo se sentía estar besando a un ángel. Ella entrelazó sus dedos detrás de mi cuello y lentamente la tomé de la cintura dejándola sentada a horcajadas encima de mí.

      —Ya…, ya basta. —Ella se separó de mí unos segundos. Estábamos tan cerca. Nuestras respiraciones agitadas y mirándonos fijamente—. No podemos estar haciendo esto, ¿qué ocurre? —Se quedó sentada en mis piernas mirándome fijamente. Estaba controlándome para no despertar a ninguna hormona de mi cuerpo, luchando en contra de mis instintos.

      —No lo sé, me siento jodidamente débil contigo aquí —contesté.

      —¿No lo sabes?

      —¿Y tú por qué me besas, eh? —cambié el tema para que toda la culpa no recayera en mí.

      —Pues…, porque tú me besaste primero. —La oí hablar con nerviosismo.

      —Para un beso se necesitan dos personas —le dije.

      Ella alzó su mirada.

      —¿Nos hubiésemos fijado el uno en el otro fuera de este lugar?

      —No lo sé…

      —Incluso si yo siguiera con Christopher —comentó—, ¿crees que…?

      Rodé los ojos intentando no pensar en que ella me había besado pensando en él. Me tenía algo cansado ese fantasma de Christopher.

      —Haré que olvides a ese idiota.

      —¿Para qué? —preguntó—. ¿Para que me enamore de un idiota como tú? —se puso de pie y se alejó un poco de mí.

      No sonaba tan mal.

      —No. —La imité y la seguí.

      —Pero no estábamos hablando de esto —dijo negando con su cabeza—. Solo quería entender qué ocurre, ¿por qué estamos haciendo esto?

      —Estoy encantado.

      Ella iba a abrir la boca para gritar, regañarme o simplemente corresponderme, pero golpearon la puerta. Cerré mis ojos con molestia y ella suspiró irritada. Me acerqué para abrir y por ahí se asomó Joe.

      —¿Dónde está Alice? —Entró sin siquiera pedirme permiso. Alice lo miró en silencio y se adelantó para acercarse a él—. ¿Nos vamos ya?

      —Sí —contestó ella.

      Alice fijó su mirada en la mía un par de segundos y luego volteó para caminar junto a Joe.

      —¡Joe! —lo llamé y él volteó para mirarme.

      —¿Qué?

      —No te comportes como un imbécil.

      —No lo haré —sonrió divertido.

      Alice nos miraba intercaladamente.

      —Entonces deberías comenzar desde ahora porque esa cara te delata.

      —¿Qué