Secuestro. Javiera Paz

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Название Secuestro
Автор произведения Javiera Paz
Жанр Книги для детей: прочее
Серия
Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9788418013652



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se notaba molesto y fuera de sus casillas, pero no entendía lo que le ocurría en realidad.

      —¿Estás acostumbrada a que todo el mundo te trate bien? —preguntó con sarcasmo—. Pues yo soy diferente, todo en mí es diferente a lo que conociste allá fuera. No quiero pintarte un mundo color de rosas, estás secuestrada —emitió con crueldad—. Estás frente a un imbécil que resuelve todo a golpes, frente a un hijo de puta que no te ayudará a salir de aquí. No voy a encariñarme contigo ni nada de esas mierdas, Alice. Así que basta, basta de todo —comentó furioso.

      La vena de su cuello estaba marcada y así, violento y enojado, su cuerpo parecía más grande de lo normal. Me observaba casi con odio y no pude evitar que no me doliera lo que había dicho.

      Sus palabras me hicieron pedazos. Y entendí que no estaba viendo a Ashton de la manera en que debería, como un secuestrador. Lo estaba viendo como una buena persona, alguien que estaba siempre allí, pero claramente lo hacía por obligación. No tenía que ser amable ni nada. Y yo estaba confundiéndome.

      —¡Eres un imbécil! —grité.

      Mis ojos se cristalizaron, quise golpearlo, pero me detuve. Debía contenerme.

      —¡¿Crees que no lo sé?! —imitó mi tono de voz, pero claramente su voz era como un rugido en comparación con la mía. Se acercó a mí, tanto que tuve que levantar mi mentón para poder mirarlo a los ojos.

      —¡¿Qué te pasa?! —exploté en llanto—. ¿Crees que no intento estar bien cada día? ¿Crees que no me duele no poder escapar de este maldito lugar? ¡Solo quiero salir de aquí y tú vienes con tus porquerías a tratarme como si yo fuera una mierda!

      —No entiendes nada, Alice.

      —¡Ni siquiera te das el trabajo de explicarme qué diablos está ocurriendo!

      Ashton se quedó en silencio mirando mi rostro, que ya se encontraba lleno de lágrimas.

      —¿Por qué estás mirándome así? —bajé la voz e intenté calmar mi respiración.

      —No puedo, no puedo hacerlo —calmó el tono de su voz observándome y luego se frotó el cabello con nerviosismo.

      —¿Qué cosa? —lo seguí con la mirada mientras lo veía caminar de un lado a otro intentando aclarar los problemas de su cabeza. No me respondía, no me miraba y al verlo tan confundido comencé a desesperarme y a aterrarme la idea de que le viniera un nuevo trance—. ¿Qué es lo que no puedes hacer? —insistí.

      Ashton se detuvo, me miró a los ojos y habló:

      —Esto. No puedo ser un imbécil contigo, no quiero serlo.

      —¿Qué?

      —¡Demonios! —Pateó una silla consiguiendo que esta se volteara.

      —¡Ya basta, Ashton! —grité. Me acerqué y le tomé el codo, él se volteó para mirarme y aflojó.

      Me observó con angustia, como si en mis ojos pudiese encontrar alguna respuesta. No me alejé, me mantuve como una pared frente a él hasta que su respiración comenzó a normalizarse.

      Y, de pronto, sentí sus manos subir a mi rostro, me acercó a él y chocó su boca con la mía. Quedé congelada, sin entender lo que había ocurrido hasta que pude reaccionar. Sus cálidos labios consiguieron que mi cuerpo se relajara y una electricidad viajó por toda mi espina dorsal. Cerré los ojos inconscientemente sintiendo algo que jamás había sentido antes. Me dejé llevar al compás de su boca, de sus labios bien definidos y gruesos, encajábamos y eso me costaba admitirlo.

      Sus manos se deslizaron hasta llegar a mi cintura y sin querer despegarme de su beso, llevé mis manos hasta su cuello. Seguíamos besándonos, olvidando todo lo que ocurría alrededor, del lugar en el que estábamos y de lo que éramos. No podía entender lo extraños que éramos, cambiantes y raros, pero por un minuto me encantó que fuese así. Ashton comenzó a caminar mientras me besaba hasta que mi espalda chocó con la pared, su cuerpo estaba apegado al mío, tanto que cada roce de piel se sentía como un peligroso choque de electricidad. Me separé de él unos segundos para poder respirar y bajé la mirada. Sus grandes brazos se encontraban apoyados en la pared dejándome a mí en medio. Bajó su mentón para observarme y yo lo subí. Demonios. Estábamos tan cerca, cómplices y con nuestras respiraciones agitadas.

      —Lo lamentó —susurró. Apoyó su frente en la mía y luego se separó de mí dejándome de pie ahí como una estatua. Lo vi sacar una camiseta, se la puso ignorando las heridas de su espalda y salió de la habitación. Ay, no… Respira, respira.

      Caminé frenéticamente por la habitación. No estaba entendiendo nada, ¿qué demonios había sido eso? Por una parte, quería seguir besándolo, sintiéndolo y dejándome llevar por la sensación cálida que era tenerlo cerca, pero por otra quería una explicación. Me senté en el colchón, miré a mi alrededor buscando una respuesta, miré el cuaderno que ahora se encontraba en el suelo y le arranqué las páginas que había escrito. Las guardé entre el colchón y el suelo y luego me tendí mirando el techo.

      Cuando el picaporte se giró no sabía si salir corriendo a seguir besándolo o esconderme bajo tierra para no mirarlo a los ojos. La puerta se abrió y mis ojos chocaron con los de él. Había pasado un rato, pero aun así, Ashton no parecía para nada afectado con el fogoso beso que nos habíamos dado.

      —¿Estás bien? —le pregunté sin mover mi cuerpo de donde estaba.

      —Sí.

      —¿Y tú espalda?

      —Está aquí —señaló con sus dedos pulgares hacia atrás.

      Sonreí sarcástica.

      —Debes dejar que te ayude con eso —me puse de pie, él se quitó la camiseta e intenté ignorar que hace unos minutos estábamos besándonos. Lo vi acostarse en su colchón de manera relajadas.

      —¿Qué me harás?

      —Lo que se pueda —contesté.

      Ashton cerró sus ojos intentando relajarse y entregándose completamente a mí, que solo tenía los conocimientos de enfermería de la escuela. Lo observé sin tocarlo y vi en él a un tipo inofensivo: grande, agresivo con quien debía, pero inofensivo. No podía tenerle miedo, no ahora. Me acerqué a buscar un paño, lo mojé y lo estrujé para quitarle el agua. Luego, me senté en el trasero de Ashton con las piernas abiertas para comenzar mi aventura de curarlo.

      —Me duele, por favor, no —susurró.

      —Ni siquiera te he tocado.

      Él rio.

      Comencé a limpiar las heridas que aún se mantenían con sangre hasta que llegué a sus heridas algo más graves, intenté que no le doliera, pero era imposible. Su piel estaba abierta y no podía curarle sin hacer contacto directo con el paño y el agua. Ashton se quejaba, pero no me detuvo. Así que fui limpiándole hasta que su espalda se vio mucho mejor dentro de lo que se podía, luego, con cuidado, me puse de pie.

      —Gracias, Alice —escuché su voz mientras yo mojaba el paño para limpiarlo de la sangre.

      Cuando acabé con la limpieza profunda, armándome de valor y todo eso para enfrentarme a Ashton, me volteé sobre mis pies para decirle algo como: «Hey, dime qué demonios ha pasado», pero él estaba profundamente dormido.

      Así que no tuve más remedio. Me dediqué a mirarlo: era un chico cambiante, gélido, amargo, desagradable, pero me causaba una profunda tranquilidad tenerlo cerca. No había nadie más ahí que me hiciera sentir tan segura como él. No podía entender cómo una persona como él había llegado hasta ahí porque, a pesar de toda la mierda que había visto, lo consideraba una buena persona. No me había golpeado, no había intentado sobrepasarse conmigo, solo había estado ahí conversando conmigo, haciéndome sentir bien, intentando que sonriera e intentando despegarme de una cruda realidad que nos involucraba a ambos.

      De pronto, oí un ruido fuera de la habitación