Название | El ministerio de la bondad |
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Автор произведения | Elena Gould de White |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Biblioteca del hogar cristiano |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877981858 |
El corazón del apóstol fue movido a simpatía al ver su tristeza. Luego, ordenando que los llorosos deudos salieran de la habitación, se arrodilló y oró fervientemente a Dios para que devolviese la vida y la salud a Dorcas. Volviéndose hacia el cuerpo dijo: “Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó” [Hech. 9:36-41]. Dorcas había prestado grandes servicios a la iglesia, y a Dios le pareció bueno traerla de vuelta del país del enemigo para que su habilidad y energía siguieran beneficiando a otros, y también para que, por esta manifestación de su poder, la causa de Cristo fuese fortalecida (HAp 108, 109).
No se podía prescindir de la digna discípula. [Dorcas] había sido una digna discípula de Jesucristo y su vida se había caracterizado por actos de caridad y bondad hacia el pobre y el afligido y por su celo en la causa de la verdad. Su muerte fue una gran pérdida; la iglesia naciente no podía pasarse sin sus nobles esfuerzos.
Esta gran obra de resucitar a la muerta fue el medio para convertir a muchos en Jope a la fe de Jesús (SP 3:323, 324).
PARTE IV
EVANGELIZAR EL VECINDARIO
Pensamiento áureo
Los miembros de iglesia deben hacer trabajo evangélico en los hogares de sus semejantes que aún no han recibido plena evidencia de la verdad para este tiempo. La presentación de la verdad con amor y simpatía, de casa en casa, está en armonía con la instrucción que Cristo dio a sus discípulos cuando los envió en su primera gira misionera. Con himnos de alabanza a Dios, con humildes y sinceras oraciones, con una simple presentación de la verdad bíblica en el círculo familiar, muchos serán alcanzados. Los obreros divinos estarán presentes para promover la convicción en los corazones. “Estoy con vosotros todos los días”, es su promesa. Con la seguridad de la permanente presencia de ese Ayudador, podremos trabajar con esperanza, fe y valor...
Mis hermanos y hermanas, entréguense al Señor para el servicio. No desaprovechen ninguna oportunidad. Visiten a quienes viven cerca de ustedes, y con simpatía y bondad procuren ganar sus corazones. Visiten a los enfermos y dolientes y muestren un bondadoso interés en ellos. Si es posible, hagan algo para que estén más cómodos. Por estos medios, ustedes podrán alcanzar sus corazones y hablar una palabra por Cristo. Únicamente la eternidad revelará de cuánto alcance puede ser esta clase de trabajo (RH, 21-11-1907).
CAPÍTULO
9
Diferentes formas de dar el evangelio a los vecinos
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16).
Una gran obra frente a nuestras iglesias. Hay una labor que deben realizar nuestras iglesias de la que pocos tienen idea... Debemos dar de nuestros medios para sostener a obreros en el campo de cosecha y regocijarnos al recoger las gavillas. Pero, si bien es cierto que esto es bueno, hay una obra, hasta ahora intacta, que debe ser realizada. La misión de Cristo fue sanar a los enfermos, alentar a los desesperanzados, vendar a los quebrantados. Esta labor de restauración debe ser hecha entre los dolientes necesitados de la humanidad.
Dios no solamente pide vuestra caridad sino vuestro semblante alegre, vuestras esperanzadas palabras, el apretón de vuestra mano. Alivien a algunos de los afligidos de Dios. Algunos están enfermos y han perdido la esperanza. Devuélvanles la luz del sol. Hay almas que han perdido su valor; háblenles, oren por ellas. Hay quienes necesitan el pan de vida. Léanles de la Palabra de Dios. Hay una enfermedad del alma que ningún bálsamo puede alcanzar, ninguna medicina curar. Oren por estas [almas] y tráiganlas a Jesucristo. Y en toda vuestra obra, Cristo estará presente para impresionar los corazones humanos (Manuscrito 105, 1898).
Visitar a cada familia y conocer su condición espiritual. Dondequiera que se establezca una iglesia, todos los miembros deberían empeñarse activamente en una obra misionera. Deberían visitar a cada familia del vecindario y conocer su condición espiritual. Si los profesos cristianos se hubieran empeñado en este trabajo desde el momento cuando sus nombres fueron por primera vez inscriptos en los libros de la iglesia, no habría ahora una incredulidad tan difundida, tales profundidades de iniquidad, una impiedad tan sin paralelo, como se ve en el mundo en la actualidad. Si cada miembro de iglesia hubiera procurado iluminar a otros, miles de miles hoy día estarían con el pueblo que observa los mandamientos de Dios.
Y no solamente en el mundo vemos los resultados patentes del descuido de la iglesia de trabajar en los propósitos de Cristo. Debido a este descuido, se ha provocado una situación en la iglesia que ha eclipsado los elevados y santos intereses de la obra de Dios. Un espíritu de crítica y amargura ha entrado en la iglesia, y el discernimiento espiritual de muchos se ha ofuscado. Debido a esto la causa de Cristo ha sufrido grandes pérdidas. Las inteligencias celestiales han estado esperando para cooperar con los agentes humanos, pero no hemos discernido su presencia.
Ya es sobrado tiempo de que nos arrepintamos. Todo el pueblo de Dios debiera interesarse en la obra de hacer el bien. Debieran unir el corazón y el alma en fervientes esfuerzos para elevar y alumbrar a sus prójimos (T 6:296, 297).
Buscando a quienes deseen oír. Hace varios años, durante una visita previa al sur, mientras hacía un largo viaje, a veces preguntaba quiénes ocupaban los hogares por los cuales pasábamos, y supe que en muchas de las mansiones sureñas había hombres que ocupaban importantes responsabilidades en la administración de grandes propiedades. Al hacer más preguntas, supe que nadie había procurado presentar a esos hombres la Palabra de vida. Nadie había ido a ellos con la Biblia en la mano para decirles: “Tenemos algo precioso para usted y queremos que lo oiga”. Ahora me ha sido presentado repetidas veces que ésta es una obra que debe ser hecha. Hemos de ir por los caminos y por los vallados y llevar a la gente el mensaje de la verdad que Cristo nos ha dado. Hemos de constreñir a muchos para que entren (Manuscrito 15, 1909).
Es de valor para Cristo que establezcamos relaciones. Son muchos los que han quedado sin esperanza. Devolvámosles la alegría. Muchos se han desanimado. Dirijámosles palabras de aliento. Oremos por ellos. Hay quienes necesitan el pan de vida. Leámosles la Palabra de Dios. Muchos tienen el alma aquejada por una enfermedad que ningún bálsamo ni médico puede curar. Roguemos por estas almas. Llevémoslas a Jesús. Digámosles que en Galaad hay bálsamo y Médico (PR 531).
El trabajo para toda clase de gentes. Dondequiera que uno vaya hay una obra que debe realizarse en favor de todas las clases sociales. Debemos acercarnos a los pobres y a los depravados que han caído por causa de su intemperancia. Y, al mismo tiempo, tampoco debemos olvidarnos de las clases más altas: abogados, ministros, senadores y jueces, muchos de los cuales son esclavos de los hábitos intemperantes. No debemos escatimar ningún esfuerzo para mostrarles que la salvación de sus almas es importante, y que vale la pena luchar por ganar la vida eterna (TI 7:59).
Llamados a diferentes tipos de trabajo. El Señor llama a su pueblo para que emprenda diferentes tipos de obra misionera, que siembre en todas las aguas. No hacemos sino una pequeña parte de la obra que él desea que hagamos entre nuestros vecinos y amigos. Siendo bondadosos con los pobres, los enfermos o los desposeídos, podríamos obtener una influencia sobre ellos, de modo que la verdad divina encontrara acceso a su corazón. No debiéramos pasar de largo sin aprovechar ninguna oportunidad de servicio. Esta es la obra misionera más elevada que podemos hacer. La presentación de la verdad con amor y simpatía de casa en casa está en armonía con la instrucción de Cristo a sus discípulos en su primer viaje misionero (RH, 6-6-1912).
Ayudar a la humanidad como lo hizo Cristo. Mientras él [Cristo] pasaba por los pueblos y las ciudades, era como una corriente vital que difundía vida y gozo por dondequiera que fuera.
Los seguidores de Cristo han de trabajar como él obró. Hemos de alimentar a los hambrientos,