Bell: La vida es puro cuento. P. S. Brandon

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Название Bell: La vida es puro cuento
Автор произведения P. S. Brandon
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9781953540119



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      –Cállate, cabrón.

      Suspiró y dijo:

      –Pues allá tú. Yo creo que podrías salir con otra chica mejor que ella.

      Cuando dijo eso, justamente pasaba su camión y se fue en ese, lo que me dio oportunidad de poder responderle a Jazmín.

      Hablamos todo el día y gran parte de la tarde, hasta que me armé de valor y le dije en un mensaje de texto: “Hagamos algo hoy, en verdad me gustaría verte”.

      “No fui a clases de árabe hoy y mis papás no están en casa, y no llegarán hasta mañana, tal vez te gustaría venir y acompañarme”, respondió Jazmín.

      Tampoco mis papás estaban en mi casa, así que pensé que sería una buena idea. Además, ya que estábamos en la misma situación, ambos podríamos hacernos compañía.

      Tomé mi mochila, puse una chamarra en ella y me fui a su casa. Ella vivía relativamente cerca de mi casa, a diez minutos caminando.

      De camino a su casa, había un vendedor de flores, el mismo vendedor con el que había comprado un ramo el día de nuestra primera cita. Pensé en llegar a comprar uno, pero no lo hice, no me detuve por nada.

      Iba hablando con Bell debido a que quería hacer una fiesta después de mi partido en su departamento con Snow. Estaba hablando por teléfono y un camión sonó tan fuerte su claxon que me aturdió y no me dejó escuchar lo que Bell decía.

      –¿Adónde vas? Si vas adonde esa perra, más vale que te la des.

      Le colgué.

      Llegué a su casa, toqué a la puerta y no tardó en abrir. Estaba en pijama. Apenas eran las ocho con quince y me sorprendió verla así: solamente con un short rosa del pijama, una camisa de tirantes y una sudadera.

      –Si tienes frío, ¿Por qué tienes short? –le pregunté incluso antes que saludarla.

      –No tengo frío. Es por otra cosa –dijo, mientras abría la puerta.

      Me invitó a pasar.

      No la saludé de beso, ni siquiera de mano. Solo me metí en la casa, pasé directamente a la sala y me dirigí al gran sofá frente de un mueble con el televisor.

      Estaba viendo un partido. Junto con Jazmín iba a ver los partidos al estadio, así que nos sentamos a verlo.

      Se quitó la sudadera antes de sentarse en el sofá. Se acurrucó a mi lado y, durante el partido, hubo un rato de coqueteo mientras estábamos viendo el juego hasta el medio tiempo. Estábamos teniendo un faje, la besaba y acariciaba sus senos. Eran pequeños y redondos. Ella me besaba y acariciaba mi pecho. Sabía que no faltaba mucho para que subiéramos de nivel. En su respiración notaba que ya estaba excitada, la misma reacción como cuando andábamos. Ya estaba listo: sabía que íbamos a coger.

      Puse mi mano en su espalda dispuesto a subir su blusa, cuando me detuvo.

      –No estás obligada a hacerlo si no quieres. Incluso, si ya te incomodé, dímelo. Incluso creo que será mejor que me vaya –dije, y me levanté de su lado dispuesto a irme de la casa, pero ella se levantó igual y se me lanzó.

      Empezamos a besarnos. Nos detuvimos y ella me tomó de la mano. Seguimos el camino hasta la escalera, entramos a su recámara. Sobre su cama aún tenía un peluche gigante de un perro que le había regalado. Enseguida lo quitó.

      –Ahora, lo único que quiero en mi cama es a ti –me dijo al oído de una manera muy obscena y nos tumbó en la cama.

      La había desnudado. Estaba besando sus senos cuando, sin previo aviso, me pasó un condón que tenía guardado debajo de su almohada. Lo tomé y me lo puse. Solté un comentario que consideré gracioso:

      –Mujer prevenida, vale por dos.

      –La verdad, estoy muy deseosa. Mi última encamada me decepcionó y cuando tú y yo lo hicimos, nunca me había sentido mejor –dijo, y me tomó otra vez.

      Ella me había montado, se mecía sobre mi verga con algo de rudeza, a diferencia de nuestra primera vez. Hasta su vagina se sentía distinto: no era estrecha, no era la misma sensación, ahora sentía que entraba y salía sin tanta dificultad. Me molesté un poco. Me cogía, la tenía sobre mí, pero no me gustaba.

      –Para –le dije–. Vamos a hacer algo nuevo.

      –Sí, porque en verdad pareciera que no sabes coger.

      –Te enseñaré a respetarme –le dije y le di una nalgada.

      También estaba muy deseoso y quise experimentar algo nuevo. Se meneaba lentamente y ahí empecé a disfrutar.

      –Ponte de perrito. Vamos a hacerlo.

      Se puso de perrito. Ya había perdido la erección, así que me masturbé para excitarme otra vez, con algo de saliva sobre el condón. Puse también saliva en su culo y, sin advertencia, la penetré. La golpeaba, dándole nalgadas. Empecé a embestirla lentamente, para que nuestro acto durara más. Se quejaba mucho; su ano estaba muy estrecho. Se quejaba; me gustaba la sensación. Me recosté sobre ella y empecé a jadear. Casi terminaba, y recordé mi molestia, y empecé a cogerla con más fuerza, y ella empezaba a decirme que parara, pero yo no quería.

      –Alí, para; Alí, ya.

      Dejé de penetrarla, pero la tenía sometida.

      –Por lo menos déjame acabar.

      Saqué el preservativo de mi miembro y empecé a masturbarme. Eyaculé en su espalda. Quedó fatigada, igual que yo, pero aún estaba molesto. Me recosté. Ella se quedó recostada boca abajo, aún jadeante y quejumbrosa. Me levanté después de terminar.

      –Pensé que me los echarías en la boca. Hoy estaba pensando en dejarte hacer eso –dijo Jazmín agotada.

      No estuve recostado a su lado como las veces anteriores. Solo me paré y me puse mi ropa, y le dije que tenía que irme, ya que tenía que levantarme temprano para ir a un entrenamiento. Le dije que me diera las llaves, que cerraría y que mañana le entregaría las llaves regresando del partido de entrenamiento.

      –Están en la mesa de la sala –dijo aún fatigada. Bajé a la sala, busqué las llaves y las tomé. Salí, cerré la puerta y le llamé a Bell.

      Eran las doce. Sabía que aún estaba despierto. Llevaba tiempo encerrado escribiendo un trabajo para la universidad. En cuanto respondió, le dije:

      –“We, paro, mándame un Uber. Estoy en la casa de la víbora. Te mando mi ubicación.”

      –“Espero que hayas usado tu víbora. Si no, no habrá Uber” –respondió.

      –Haz lo que quieras, sedúceme, persuádeme, mátame de amor. Aun así, seguirás siendo una bestia de todos modos –le reproché.

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