El líder más grande de la historia. Augusto Cury

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Название El líder más grande de la historia
Автор произведения Augusto Cury
Жанр Сделай Сам
Серия Biblioteca Augusto Cury
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9786075572611



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mage target="_blank" rel="nofollow" href="#fb3_img_img_3f13a1c3-3905-5e5c-979b-0e9401bc6e5d.jpg" alt="Portada"/> Página de título

      ¡DEDICO ESTE LIBRO A ALGUIEN

       QUE DESEO QUE SEA MUY FELIZ!

      ¡Jamás renuncies a las personas que amas!

      ¡Lucha siempre por tus sueños!

      ¡Enamórate apasionadamente de la vida!

      ¡Descifra los códigos de la felicidad!

      Pues la felicidad sustentable no pertenece a los que no se estresan,

      sino a los que convierten sus inviernos en primaveras,

      ¡y a los que hacen de su vida un espectáculo único e imperdible!

       Prefacio

      Piense en esta tesis perturbadora: la educación mundial está formando mentes lógicas, pero idiotas emocionales desprovistos de gestión de la emoción, autocontrol, empatía o resiliencia. Sin embargo, hubo en la historia un atrevido educador que eligió a unos alumnos con ese mismo perfil: el más fuerte, Pedro, era ansioso, descontrolado e intolerante; el más amable, Juan, era emocionalmente bipolar y ambicioso; el más pragmático, Tomás, era paranoico y desconfiaba de todo; el más lógico, Mateo, tenía fama de corrupto; el más culto y osado, Judas, era taimado. ¿Reuniría usted a un equipo así para ejecutar su proyecto de vida? ¡Sería un fracaso! No obstante, el líder más grande de la historia, el Maestro de maestros, no sólo los reunió, sino que usó sofisticadas herramientas socioemocionales para convertirlos en ejemplos de mentes saludables y brillantes. Así, construyó la mayor startup mundial de educación para revolucionar a la humanidad. En esta novela psiquiátrica, el intrépido psiquiatra Marco Polo, reconocido internacionalmente, es desafiado por un grupo de decanos e intelectuales a usar las mismas herramientas que utilizó Jesús para educar a estudiantes universitarios alienados, agresivos, intratables, escorias académicas. ¿El resultado? ¡Prepárese para sorprenderse!

      AUGUSTO CURY

      1

       Experiencias sociológicas peligrosas

      El psiquiatra Marco Polo estaba sin aliento en su oficina en Los Ángeles, California. Solamente permanecía encendida la lámpara que estaba sobre la mesa. Hematomas en el tórax y la frente, edema en el labio inferior y tres puntos sobre la ceja derecha marcaban el rostro de un hombre que había sido golpeado. Pero ¿quién lincharía a un intelectual famoso, apasionado, dispuesto a contribuir con la sociedad? El viejo dicho “en tierra de ciegos, el tuerto es rey”, es una mentira. En realidad, el que es tuerto es condenado y agredido, principalmente si tiene el valor de exponer sus ideas.

      El hombre se sentó ante su computadora. No se dejaría abatir. Estaba decidido a escribir un nuevo artículo sobre el fracaso emocional de la humanidad. Inspirado, comenzó a trabajar. Iba concatenando rápidamente los pensamientos, leyendo en voz alta sus ideas a medida que fluían hacia el teclado:

      —El ser humano es un actor atormentado en el teatro del tiempo. Creamos fantasmas y nos dejamos torturar por ellos. Maltratar el tiempo es uno de esos monstruos indomables.

      Su concentración era tan grande que no se dio cuenta de que no estaba solo. Alguien había entrado sigilosamente a su oficina, y escuchaba sus palabras con horror.

      —¿Maltratar el tiempo? ¿Fantasmas indomables? ¿Cómo, Marco Polo? —indagó Sofía, que también era psiquiatra.

      Él se despertó de su trance. Al notar su presencia, Marco Polo no se volteó hacia ella, sino que esbozó una leve sonrisa, dando un suspiro de satisfacción. Ella le traía el alivio del placer en medio de los pozos de angustia.

      —Sofía, ¿qué haces aquí…?

      Ella era su novia. Después de que Anna, su esposa, muriera trágicamente a consecuencia de una enfermedad autoinmune, el psiquiatra pensaba que jamás lograría amar otra vez. Pero Sofía, emocionalmente penetrante e intelectualmente lúcida, crítica, afecta a debatir las ideas, había entrado en su historia como un terremoto, destruyendo sofismas.

      —Es tan bueno escucharte, Marco Polo. Yo nunca podría amar a alguien a quien no admirara.

      Hacía dos días que no se veían. Era poco tiempo pero, para Marco Polo, cuarenta y ocho horas podrían traer incontables acontecimientos inesperados. Sofía quería besarlo, pero temiendo interrumpirle en sus cavilaciones, prefirió acomodarse en un sillón para hacerle compañía mientras él trabajaba un poco más en sus tesis sobre el tiempo. En la penumbra de la habitación, casi no podía distinguir el rostro de él con claridad. El psiquiatra continuaba pensando en voz alta:

      —Los colegas nos frustran, los amigos nos decepcionan, los enemigos nos hieren, pero nadie es tan cruel con el ser humano como el tiempo. Muchos intentan huir desesperadamente de sus garras, pero él los alcanza y grita: “¡Estúpidos mortales! ¡Nadie puede escapar de mí! ¡Acarícienme, hagan de cada día una eternidad!”. Muchos quieren ser jóvenes por siempre e intentan engañarlo con mil procedimientos estéticos, pero el tiempo ríe a carcajadas y les advierte: “¡Tontos! ¡Rechácenme, que envejecerán rápidamente en el único lugar en el que no se debería envejecer, el territorio de la emoción!”. Los ricos intentan sobornarlo con su poder, pero el tiempo les grita en el silencio de sus mentes: “¡Locos! La vida es demasiado breve para vivirse y larguísima para equivocarse. Quien se equivoca intentando comprarme muere en vida. ¡Soy invendible e insobornable!”.

      Al escuchar esas palabras de Marco Polo, Sofía quedó fascinada con su genialidad. Sabía que en algunos momentos todo hombre y toda mujer asumen ese papel de locos, tontos y estúpidos, intentando engañar al tiempo, comprarlo o huir de él.

      —Tienes razón. Cuando maltratamos al tiempo, él es cruel con el ser humano —ella no se contuvo y se levantó, aproximándose para besarlo. Pero en el momento en que Marco Polo volteó, Sofía vio su cara herida y se alarmó—: ¿Qué te pasó? ¿Por qué esos hematomas, esos labios hinchados y ese corte en la ceja?

      —Hice un experimento sociológico. Por un lado, fallido; por el otro, interesante.

      —¿Cómo? —cuestionó ella, preocupadísima.

      —Me disfracé como un simple ser anónimo e intenté hablar sobre las locuras humanas en algunos congresos académicos, políticos y religiosos.

      Sabía que Marco Polo era temerario, que ya había puesto en riesgo su vida otras veces, e intentó reprenderlo:

      —¡Eres tan mortífero! ¿No crees que maltratas el tiempo con otra experiencia fuera de la curva psicosocial?

      —Tal vez, tal vez —repitió él—. Pero traté de ser transparente. Me puse una barba postiza y fui a esos eventos, no como mendigo, sino como un simple anónimo. Fue sencillamente increíble.

      Soltó una risotada pero, al hacerlo, sintió cómo sus músculos se tensaban, cómo aumentaban sus dolores. Se interrumpió a media risa.

      Sofía no lograba entender cómo un psiquiatra famoso como Marco Polo, un investigador respetado internacionalmente, que había escrito más de tres mil páginas sobre una de las últimas fronteras de la ciencia, el proceso de construcción de los pensamientos y de la consciencia existencial, podía ser tan inconsecuente con su propia salud. Pero él era así. Un pensador incontrolable. Para él, la vida era una aventura irrepetible.

      —¿Crees que tienes edad para esas aventuras? ¿Cómo te atreves a vivir experiencias que ni los jóvenes rebeldes tienen el valor de encarar? Marco Polo, convivir contigo es mucho más que estar en una montaña rusa. A veces estoy en el cielo de la alegría, en el cielo del romance y de la tranquilidad, y otras veces estoy en el infierno del estrés, de la angustia y de los riesgos. Vivir contigo es una gran aventura, pero en ciertos momentos es casi insoportable. ¿No te acuerdas de que casi morimos hace algunos meses? Nos persiguieron enemigos implacables, religiosos radicales que decían que era imposible que un psiquiatra estudiara la mente de Jesucristo. Yo sé que actuaste con maestría. Sé que hiciste algo que jamás se había intentado