Sentidos de ciudad. Alejandra García Vargas

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Название Sentidos de ciudad
Автор произведения Alejandra García Vargas
Жанр Социология
Серия Antropología, estudios culturales y relaciones de poder
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9789874735867



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es el primero (entre los trabajos de vasta difusión por el campo académico de la comunicación latinoamericana, y producido desde y para ese espacio de pensamiento como primer destinatario) que llama la atención sobre la dimensión barrial. Es así que la autora mejicana propone una tarea de análisis en dos niveles: el primer nivel será el barrio; el segundo, la ciudad. De esa manera, encontrará en el barrio la representación metonímica de la ciudad, y describirá a partir de ese enclave los grandes problemas que atraviesan a la ciudad de Guadalajara en su conjunto. Esta fuerte territorialización –y el juego de escalas que produce– altera, enriqueciéndola, la triple localización que mencionáramos en los “clásicos”: tenemos, entonces, un lugar que se compone complejamente entre el barrio, la ciudad, el Estado nación y el espacio latinoamericano. Más adelante, y en sus indagaciones sobre la adscripción juvenil a las maras y otros colectivos vinculados al tráfico de estupefacientes, Reguillo (2012) pondrá la quinta dimensión: la transnacionalización global (en este caso, de la actividad económica a lo ilegal).

      Armando Silva, por su parte, presenta otra novedad en la localización. En este caso, lo novedoso proviene de la construcción de una red de ciudades en la voluntad de abordar distintas capitales latinoamericanas y propiciar, con ello, la comparación. Las ciudades que trabaja Silva (1992) son Bogotá y San Pablo, las capitales de Colombia y Brasil. La primera parte de su libro, titulada “De la ciudad vista a la ciudad imaginada”, reúne el análisis semiótico del autor de varias dimensiones urbanas de estas dos ciudades, para construir lo que él denomina los “cruces fantasmales” entre San Pablo y Bogotá. Con un rico repertorio de recursos metodológicos, el autor describe los imaginarios urbanos de estas capitales, a través del análisis de distintos tipos de textos (relatos, noticias, imágenes de circulación pública, grafitis, vidrieras, etc.).

      En la segunda parte (“De las imaginaciones urbanas a la ciudad vivida”) el autor colombiano propuso como método la aplicación de un formulario de entrevistas, a la manera de una encuesta que permitiese evaluar la proyección cualitativa de ciudadanos y ciudadanas de Bogotá y San Pablo mediante la evocación y los usos. Después de publicar su libro, Silva extendió su proyecto a las culturas urbanas de América Latina, mediante un programa patrociado por el Convenio Andrés Bello y llevado a cabo por autoridades locales o universidades públicas de catorce países. La localización, entonces, se muestra en el caso de Silva como la construcción de una red de experiencias imaginarias que se trabajan en varios puntos a la vez. Parte de la riqueza de su abordaje es justamente la sinergia que producen esas experiencias imaginarias urbanas puestas en relación.

      Tanto el trabajo de Silva (1992) como el de Reguillo (1991; 1996) se inscriben explícitamente en el campo de la comunicación social.18 Esa adscripción se lee claramente en la justificación teórica. Reguillo (1996) toma como uno de los cuatro ejes teórico-metodológicos a “la comunicación en tanto constitutivo de la intersubjetividad” (p. 19). La autora mejicana es, además, licenciada y Maestra en Comunicación Social por ITESO. Silva, por su parte, es fundador del área de Comunicación Visual de la Universidad Nacional de Colombia, en la que ha enseñado y dirigido el Instituto de Estudios en Comunicación.

      Las búsquedas de estos autores para un posicionamiento dentro de ese campo, sin embargo, serán diferentes en los vínculos que establecen con otras áreas del conocimiento social. En el caso de Reguillo (1996), la preocupación entronca principalmente con la Antropología. En el de Silva, con la semiótica y la estética. Ambos, a su vez, buscarán respuestas en la Psicología. En el primer caso, para preguntarse por la constitución de subjetividades desde la comunicación y la acción colectiva. En el segundo, para adentrarse en la ligazón con el imaginario lacaniano.

      Estamos hablando de textos de los tempranos años de la década de 1990 y ya tenemos un área de estudios delimitada e institucionalizada dentro del campo de la comunicación social, un área que en buena medida fundaron (voluntaria o involuntariamente) los textos “clásicos” de Martín-Barbero (1998) y Sarlo (1999) que hemos mencionado en el apartado anterior.

      En el primer apartado de este capítulo se recorrió una serie de localizaciones teórico-epistemológicas para unir los estudios sobre ciudades y los del campo de la comunicación/cultura desde materiales bibliográficos específicos. El camino de los Estudios Culturales que se trazó entre los dos conjuntos permitió entrever el diseño de este apartado, si se quiere más metodológico.

      Como se dijo, la biblioteca sobre ciudades en Latinoamérica es interdisciplinaria, abierta y compleja. Si se la vincula con la producción social del espacio –en tanto proceso histórico y conflictivo–, y desde el campo de la comunicación/cultura –como lugar de lectura– señala ciertas recurrencias. Los textos recorridos tienen en común una periodización histórica que brinda sentido a los pasados de las ciudades a través de una selección de momentos en común que reúnen transversalmente a las naciones del subcontinente. Se mencionó, además, que entre esos hitos del pasado resulta central la problematización de la incidencia de la cultura masiva como elemento configurador de la experiencia urbana en su carácter de “arena cultural” (Romero, 1998; Gorelik y Areas Peixoto, 2016). El conjunto bibliográfico seleccionado problematiza el carácter de intersección de escalas conviviendo en lo local urbano (Massey, 1993), que superpone la dimensión espacial a los efectos de la interseccionalidad (Crenshaw, 1991) en la construcción de la desigualdad y la diferencia a partir de grandes líneas o ejes ordenadores de la heterogeneidad social. En conjunto, la atención a la cultura masiva, a la periodización y a las intersecciones mencionadas producen una serie de categorías que sintetizan el carácter disonante o discrepante de la experiencia urbana (Massey, 2005a; Segura, 2015), no como anomalía sino como característica a ser explorada, descripta y/o analizada en cada urbe (García Canclini, 1990; Martín-Barbero, 1998; Sarlo, 1999; Rama, 2008).

      Pero también se ha mencionado la ligazón de estos estudios con el trabajo de Benjamin y el de los Estudios Culturales británicos para indicar que ese análisis proviene de materiales concretos y situados (Kohan, 2004; Zubieta, 2000).19 De modo que hay una base teórico-epistemológica que busca en la materialidad de la experiencia urbana su relación con las configuraciones sociales. Se trata, entonces, de un tipo de abordaje que parte de materiales concretos, producidos y circulantes en una coyuntura a la que al mismo tiempo dan forma (Grossberg, 2003; Hall, 1995; Hall y Grossberg, 1996; Kaliman, 2010; Slack, 1996).

      El primer desafío metodológico, entonces, refiere a la selección de aquellos materiales que operan como punto de ingreso al análisis crítico de las geografías del poder y los sentidos de ciudad, en tanto nervaduras que guían el análisis de la producción social del espacio urbano de la capital jujeña desde una opción contextualista (Grimson, 2011; Restrepo, 2010).

      La imbricación entre las imágenes en general y al audiovisual en particular con los procesos de producción social del espacio y de la cultura masiva indica que las narrativas audiovisuales producidas localmente constituyen un reservorio relevante y disponible de representaciones sobre la ciudad y lo urbano en una específica coyuntura. Por eso, se trata de materiales que permiten abordar la tensión entre la interpretación recibida sobre la ciudad y la experiencia urbana práctica que informan las emociones y razones cotidianas sobre la ciudad de hombres y mujeres situados social y espacialmente. Es decir, toman forma en las específicas circunstancias sociales, culturales y económicas en las que se encuentran las personas, aunque no se limitan a reproducirlas, sino que también producen otras nuevas. Es así que las narrativas televisivas se producen y circulan en una trama de relaciones de poder, desigualdad y resistencia espacializada y espacializante, a la que a su vez alimentan. Los sentidos de ciudad se conforman a partir de elementos diversos e incluyen tanto los recuerdos y las experiencias cotidianas personales de la interacción y la relación con otros y otras como el sentido común sedimentado sobre lugares, personajes y relaciones. La narración permite “elaborar –de manera comunicable a otro– fragmentos de esas complejas conexiones entre lo inconmensurable de lo vivido” (Lindón, 2008, s/p).

      Como sostiene Vila, las narrativas y las categorías se relacionan y una parte importante de la connotación de las categorías que utilizamos para describir