Название | Praxis de la poesía |
---|---|
Автор произведения | Jean-Clarence Lambert |
Жанр | Языкознание |
Серия | Pùblicaensayo |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786078636822 |
Algunos no se resignaron. Los más tercos, los más valientes. Quizá los más inocentes. Unos se entregaron a la filosofía. Otros a la política. Unos cuantos cerraron los ojos y recordaron: allá, del otro lado, en el “otro tiempo”, nacía el sol cada mañana, había árboles y agua, noches y montañas, insectos, pájaros, fieras. Pero los muros eran impenetrables. Rechazados, buscábamos otra salida, no hacia afuera, sino hacia adentro. Tampoco adentro había nadie: sólo la mirada, sólo el desierto de la mirada. Nos íbamos a las calles, a los cafés, a los bares, al gas neón y las conversaciones ruidosas. Guiados por el azar –y también por un instinto que no hay más remedio que llamar electivo– a veces reconocíamos en un desconocido a uno de los nuestros. Se formaban así, lentamente, pequeños grupos abiertos. Nada nos unía, excepto la búsqueda, el tedio, la desesperación, el deseo. En el Hôtel des États-Unis oíamos jazz, bebíamos vino blanco y ron, bailábamos. “El Alquimista” leía poemas de Artaud o de Michaux. Caminábamos mucho. Un muro nos detenía: sus manchas nos entregaban revelaciones más ricas que los cuadros de los museos. (Fue entonces cuando, en verdad, descubrimos la pintura.) “En este hotel vivió César Vallejo”, me decía Szyszlo. (La poesía de Vallejo también era un muro, tatuado por el hambre, el deseo y la cólera.) En una casa de la avenida Victor Hugo los hispanoamericanos soñaban en voz alta con sus volcanes, sus pueblos de adobe y cal y el gran sol, inmóvil sobre un muladar inmenso como un inmenso toro destripado. En invierno Kostas se sacaba del pecho todas las islas griegas, inventaba falansterios sobre rocas y colinas y a Nausica saliendo a nuestro encuentro. En esos días llegó Carlos Martínez Rivas con una guitarra y muchos poemas en los bolsillos. Más tarde llegó Rufino, con otra guitarra y con Olga como un planeta de jade. Elena, Sergio, Benjamín, Jacques, Gabrielle y Ricardo, André, Elisa, Jean Clarence, Lena, Monique, Georges, Brigitte y ustedes [Blanca Varela y Fernando de Szyslo], vistas, entrevistas, verdades corpóreas, sombras.
Gertrude, Dorothy, Mary, Claire, Alberta,
Charlotte, Dorothy, Ruth, Catherine, Emma,
Louise, Margaret, Ferral, Harriet, Sara,
Florence toute nue, Margaret, Toots, Thelma,
Belles-de-nuit, belles-de-feu, belles-de-pluie,
Le coeur tremblant, les mains cachées, les yeux au vent,
Vous me montrez les mouvements de la lumière,
Vous échangez un regard clair pour le printemps,
Le tour de votre taille pour un tour de fleur,
L’audace et le danger pour votre chair sans ombre,
Vous échangez l’amour pour des frissons d’épées,
Des rires inconscients pour des promesses d’aube,
Vos danses sont le gouffre effrayant de mes songes
Et je tombe et ma chute éternise ma vie,
L’espace sous vos pieds est de plus en plus vaste,
Merveilles, vous dansez sur les sources du ciel.9
No creíamos en el arte. Pero creíamos en la eficacia de la palabra, en el poder del signo.10
X
Recuerda Jean-Clarence:
[…] Octavio fue para mí como un hermano mayor, nos conocimos –y si me atrevo a decir nos reconocimos– cuando yo apenas tenía veinte años, él vivía entonces en París, frecuentaba como yo el café de la Place Blanche, donde André Breton recibía a sus amigos surrealistas y a quienes atraía el surrealismo: lo he contado en mi libro Les armes parlantes. Por lo demás, fue para dar satisfacción a un deseo de Breton que me puse a traducir los poemas en prosa de ¿Águila o sol? Luego fue El laberinto de la soledad por encargo de Max-Pol Fouchet–,11 luego, Libertad bajo palabra. Estos libros aseguraron a Paz una presencia mayor en la escena francesa. Pero por esos mismos años, el escenario del mundo acogió a este mexicano que instauró una cultura planetaria en la que se conjugan el viejo crisol europeo, los todo poderosos Estados Unidos después de la caótica decadencia del comunismo soviético, América Latina todavía enigmática en sus orígenes precolombinos, la India inmemorial en proceso de transformación, el antiguo y el nuevo Japón, sí, un planeta y cuatro o cinco mundos, según el título de ese volumen en que Paz nos dice lo que piensa –y no necesariamente para bien– del siglo XX.12
XI
Praxis de la poesía es un libro de madurez que recoge en una sola madeja los espacios y referencias que han modelado y encauzado el itinerario del poeta. Yo lo conocí relativamente tarde gracias a Malva Flores, quien me llamó la atención sobre su contenido. Lo conseguí gracias a los buenos oficios primero de Isaura Contreras, que me lo envió por correo electrónico y luego de Gladis Yurkievich, que me consiguió un ejemplar. Desde que lo empecé a leer establecí con el libro una relación singular de apego, cosa que –debo confesarlo– no me había sucedido antes con ningún otro libro del autor.
Conocí a Lambert primero en Estocolmo, entre los fastos del Premio Nobel (me tomó una fotografía en la que aparezco con Helena Paz Garro y su ex esposa en un restaurante); luego en el homenaje a Roger Caillois que se organizó en el I.F.A.L. de la Ciudad de México hacia 1992, en la cual fui invitado a participar. El nombre de Caillois es una referencia cabal para situar de algún modo a Lambert en el paisaje de la poesía contemporánea, ya que ambos firmaron la memorable y precursora antología Trésor de la poésie universelle en 1958 con el sello de Gallimard publicada un año antes que su libro Dépaysage con litografías de Pierre Soulages.
XII
Les armes parlantes. Pratique de la poésie inscribía su desafío poético-ensayístico crítico dentro de lo que cabría llamar la cultura y la lengua de la heráldica y la emblemática. Esas armas, espadas que se estremecen que dicen y hablan son las que animan los escudos de armas y remiten a una lección poética medieval y barroca. No hay que olvidar que el mismo Paul Eluard hizo una antología de la poesía francesa del siglo XVI ni que el mismo Eluard saludó al joven Lambert con las siguientes letras: “Me gusta que Lambert se haya dado como tarea la de ‘Elucidar las palabras’”.13
XIII
Ni el nombre de Roger Caillois ni el de Jean-Clarence Lambert me eran desconocidos. Soy un lector del primero quien editó en francés en la Ciudad de México, con el sello de Ediciones Quetzal, en 1943 (¡en plena guerra!) el libro La Communion des forts. Etudes de Sociologie contemporaine; Caillois fue traducido en México por el Fondo de Cultura Económica y en Argentina por Sur y otros sellos editoriales: en 1942 se tradujo en México El hombre y lo sagrado (1939); en 1986, Los juegos y los hombres. La máscara y el vértigo (1967); en 1988, El mito y el hombre (1938). Caillois estaba en el aire, lo había citado Octavio Paz en el Laberinto de la soledad. Más tarde se publicó en Plural el discurso con el cual Caillois recibió a Claude Lévi-Strauss en la Academia Francesa. No fui ajeno a su inspiración, como consta en la colaboración que publiqué en Vuelta: “Itinerario de Roger Caillois”.14 Más tarde adopté como una guía el libro de Michel Panoff, Les frères ennemis. Roger Caillois y Claude Lévi-Strauss.15
Por otra parte el nombre del autor de Code no me era desconocido. Pero ahí de nuevo se encuentra Paz con Lambert en el prólogo a Código:
Entre la nieve y el terrón fusco,
el pino y el cacto,
entre
las palabras enterradas del poeta Ekelof
y las profecías desenterradas de Topiltzin,
el erizo de mar y la tuna tenochca,
el sol
de mediodía y el sol de medianoche,
Jean-Clarence
tiende