Название | Navidad en Reindeer Falls |
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Автор произведения | Jana Aston |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417972370 |
—No me gusta.
—Sí te gusta. Y no sé por qué te asusta tanto. No es Billy. Nick está aquí para quedarse.
Billy es mi ex. Nos conocimos en la Universidad del Estado de Míchigan. Después de la graduación, volvió conmigo a Reindeer Falls. Hace poco más de un año que decidió que no estaba hecho para vivir aquí. Ni para Holly Winter.
—Feliz Navidad, próspera polla y felicidad —canturrea Noel en voz baja, pero lo bastante alto como para que la oiga.
—Vosotras dos no tenéis ni idea de lo que decís —me quejo y ataco el recorte de una guirnalda con el pegamento—. Ni idea. No va a haber un día del rosco con Nick, os lo aseguro.
—Deberías hacerlos en masa —dice Noel—. Apuesto a que hay un mercado enorme para calendarios con la cuenta atrás para el día del rosco.
—¡Sería un regalo estupendo para mis amigas! —responde Ginger con más entusiasmo del necesario. Todavía apoya las burlas de Noel como si fuera su trabajo de hermana pequeña.
—¡No hay ninguna cuenta atrás para el día del rosco! Eso no existe. Nadie quiere que exista. Y la última persona en el mundo con la que me acostaría es Nick Saint-Croix.
—Holly —me reprende Ginger—. ¿Dónde está tu espíritu navideño? ¿No hay sitio en el hostal Vagina para Nick?
—Ay, por favor, dime que no acabas de decir eso. —Coloco las chocolatinas tras las puertas nuevas y recojo mis cosas.
—¡Pues sí! —Ginger se ríe—. Yo también estoy muy orgullosa de mí misma. Esa ha sido buena.
Se desploma en una de las sillas. Coloca un pie sobre el asiento y apoya la cabeza en la rodilla mientras me observa recoger.
—Sois lo peor, pero os quiero igual. Ahora me voy a casa a hacer la maleta. Para mi viaje de trabajo —añado intencionadamente antes de que una de las dos haga un comentario indecente acerca de envolver el paquete de Nick o algo igual de ridículo—. Comportaos bien mientras no esté.
—¡Diviértete!
—Lo dudo.
Capítulo 5
Nick ha pasado a buscarme para que vayamos juntos en coche al aeropuerto. Menos mal que solo estamos a una hora y media del Aeropuerto Metropolitano de Detroit. Lo malo es que tengo que pasar esa hora y media con Nick.
Y, al contrario que mis hermanas, no estoy tan loca como para pensar que vamos juntos porque, en secreto, albergue el deseo de pasar tiempo conmigo.
—Que ni se te pase por la cabeza perder el vuelo, señorita Winter. —Así es como me planteó el ir en su coche cuando salía del despacho el viernes. Entonces, se detuvo a un metro de mi mesa y se dio la vuelta—. Ahora que lo pienso, será mejor que vayamos juntos. Te recogeré de camino al aeropuerto.
Después, me sonrió y me deseó un buen fin de semana. Salió de la oficina antes de que pudiera protestar o preguntarle si tenía mi dirección.
Me ha recogido hace diez minutos.
Han sido los diez minutos más largos de mi vida. Y todavía nos quedan ciento cuarenta kilómetros de camino.
Hasta ahora, la conversación brilla por su ausencia. Nick parece cómodo y disfruta del silencio ensordecedor mientras yo hago una lista mental con todos los temas de conversación posibles.
Tiene una postura relajada en el asiento del conductor, con una mano en el volante y la otra en el reposabrazos que hay entre nosotros. De vez en cuando, tamborilea con los dedos sobre el volante o cambia de mano con total naturalidad.
Mientras tanto, estoy tan nerviosa como un elfo que se ha atiborrado con bastones de caramelo.
Más silencio.
Me pregunto si recuerda siquiera que estoy en el coche.
—¿Y si ponemos canciones navideñas? —sugiero. Lo que sea con tal de romper el silencio y no estar tan ociosa. Demasiado teniendo en cuenta que estoy en presencia de Nick y que los latidos de mi corazón se aceleran porque pienso en cosas que no debería. Cosas como qué sentiría Nick en el hostal Vagina—. Tengo una lista de reproducción en el móvil.
Nick me mira de reojo desde el asiento del conductor y veo un atisbo de sonrisa en su rostro justo antes de que niegue con la cabeza y exhale una risa.
—Paso.
Claro. Por supuesto que no. Nerviosa, tamborileo con los dedos sobre el muslo. Por suerte, tengo preparada una lista de temas del trabajo que podemos discutir esta semana. Me inclino para coger el bolso que tengo a mis pies cuando Nick habla de nuevo:
—Solo por curiosidad, ¿en qué mes empiezas a escuchar la lista de reproducción de Navidad? —Aparta los ojos de la interestatal durante un breve segundo. Le brillan con algo parecido a la diversión cuando me mira—. ¿El día después de Acción de Gracias? ¿El 1 de diciembre? ¿En julio?
—Ja, ja. —Dejo el cuaderno en el bolso. Me he dado cuenta de que no tengo a mano la lista que preparé. Tendré que racionarla.
—¿Quieres repasar la agenda del viaje?
—Vale.
Agarro el bolso. Recito el horario de memoria, pero, de todas formas, quiero tener el itinerario enfrente. Vamos a tomar el vuelo de la tarde-noche de Detroit a Frankfurt y, luego, tenemos el enlace a Núremberg al despuntar el alba. Además de las reuniones que ya hemos fijado en el Oso de Baviera, tenemos una visita a la fábrica de trenes de juguete con la que la compañía que quiere colaborar con nosotros y reuniones con algunos proveedores.
Nick no me interrumpe mientras recito el horario, pero tampoco parece prestarme demasiada atención. Cuando estoy segura de que he cubierto la agenda de la semana, cierro el cuaderno, lo dejo sobre mi regazo y acaricio los bordes de la tapa de cartón con la yema del pulgar. Luego, dejo escapar un pequeño resoplido de resignación similar al que hace la perrita de mis padres cuando le pongo un gorro de Papá Noel en la cabeza.
—¿Qué has hecho el fin de semana?
La pregunta me pilla por sorpresa. Sale de la nada cuando termino de recapitular la agenda. Parece sincero y que de verdad siente curiosidad. A lo mejor, también se ha aburrido de estar en silencio y le preocupa que sugiera otra vez lo de la lista de canciones navideñas.
—Lo he pasado con mis hermanas. Ginger quería compañía mientras hacía otra tanda de galletas de jengibre. He hecho la colada y la maleta para el viaje. He envuelto unos regalos de Navidad. Y, por supuesto, he ido a la coronación de la princesa del Bastón de Caramelo de este año en el parque Heritage a la luz de las velas.
La princesa del Bastón de Caramelo se corona a principios de diciembre para que cumpla con sus tareas durante el resto del mes, que básicamente consisten en salir en la carroza de la cabalgata anual de Navidad y ayudar al Papá Noel de Main Street con las colas de niños los sábados.
—Ah, la coronación de la princesa del Bastón de Caramelo —repite Nick despacio—. ¿Asistir es parte de tus tareas como antigua princesa?
¿Lo sabe? El calor me sube por el rostro de la vergüenza o de la timidez, no estoy segura. No parece que se esté burlando de mí, así que no sé cuál es su objetivo.
—No es un requisito, no —consigo decir—. Es divertido, solo eso.
—Mmm —musita Nick—. Parece que necesitas algo más de diversión en tu vida, Holly.
Vale.
¿Lo ha dicho en tono sugerente o han sido imaginaciones mías? Su voz suena a caramelo con azúcar y mantequilla y a besos bajo el muérdago. El calor me recorre el cuerpo. El hostal Vagina ha encendido un cartel de neón que dice «Disponible»