Название | Navidad en Reindeer Falls |
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Автор произведения | Jana Aston |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417972370 |
V.1: octubre de 2020
Título original: The Reindeer Falls Collection
© Jana Aston, 2019
© de la traducción, María del Carmen Boy, 2020
© de esta edición, Futurbox Project S.L., 2020
Todos los derechos reservados.
Publicado mediante acuerdo con Bookcase Literary Agency.
Se declara el derecho moral de Jana Aston a ser reconocida como la autora de esta obra.
Diseño de cubierta: Taller de los Libros
Publicado por Chic Editorial
C/ Aragó, 287, 2º 1ª
08009 Barcelona
www.chiceditorial.com
ISBN: 978-84-17972-37-0
THEMA: FR
Conversión a ebook: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
Navidad en Reindeer Falls
Seis personas. Tres historias de amor. ¡Ya es Navidad en Reindeer Falls!
La Navidad ha llegado al pueblecito de Reindeer Falls y, para las hermanas Winter, este será un año de regalos inesperados y magia.
Holly quiere un jefe que no se parezca al Grinch, el sueño de Ginger es abrir una pastelería y Noel quiere encontrar el amor.
¿Conseguirán las hermanas Winter que Papá Noel les conceda sus deseos navideños?
Tres relatos divertidos y emocionantes para disfrutar de la magia de la Navidad
«Jana Aston tiene una habilidad maravillosa para crear historias que encarnan el espíritu de la Navidad, dulces y llenas de amor.»
She Reads Romance Books
Capítulo 1
Mi jefe es el Grinch. Un Scrooge. Un Dursley entre Harrys.
Estoy segura, aunque no viva en lo alto de una montaña con vistas a Villa Quién ni tenga un perro llamado Max. Aunque un huérfano llamado Harry no viva en la alacena bajo la escalera de su casa. A pesar de que no haya cancelado la fiesta de Navidad de la empresa.
Apuesto a que se lo ha planteado.
Es un idiota misántropo y gruñón que tiene un pedazo de carbón como corazón. Confirmamos que es un Grinch. El mismísimo Ebenezer Scrooge.
Es lo peor.
Lo peor envuelto en un metro ochenta de perfección masculina. Sería más fácil si se pareciese al viejo Scrooge, ¿verdad? Estamos predispuestos a que nos gusten las cosas bonitas, a concederles el beneficio de la duda; como a los gatitos salvajes. No importa lo mucho que resoplen o arañen. Son tan adorables que, aun así, estaríamos dispuestos a cogerlos en brazos e intentar abrazarlos.
Nick Saint-Croix no es adorable.
Está como un…
—Señorita Winter.
Mis pensamientos se ven interrumpidos por nada más y nada menos que el Grinch. Su voz me desarma tanto como su aspecto. Suave y segura. Seductora, como un plato lleno de tus galletas navideñas preferidas. De esas que tardas demasiado tiempo en hacer, pero que se deshacen en tu boca y te recuerdan a tu infancia. Si la vida fuera justa, su voz sonaría a que se ha tragado un sapo, pero no. Ese tono sensual de barítono te tienta a acercarte a él, hasta que el cerebro se conecta con los oídos para recordarte que es horrible y que darías lo que fuera para que dejara de hablar. Con una galleta, un calcetín o una de esas mordazas de bola que has visto online y con la que fantaseas hacerle callar.
—¿Piensas asistir a la reunión de las diez? —No espera a que me percate de su presencia—. ¿O necesitas el resto de la mañana para terminar de leer el correo? No tendrá más de cien palabras y, aun así, parece que te tiene absorta.
Para que conste, son las 9:56 y la sala de conferencias está a diez segundos de mi mesa. Y Nick Saint-Croix se mueve como un ninja. Le habría oído llegar si no hubiera estado mirando el estúpido correo mientras me recreaba en fantasías en las que se le hincha la barriga y se vuelve de color verde.
«Por favor, Papá Noel. Es lo único que quiero esta Navidad».
Me giro en la silla y alzo los ojos hacia su rostro. Tiene ese tipo de mirada que hace que las mujeres se detengan en seco. Lo sé porque lo he presenciado en repetidas ocasiones en esta misma oficina. No culpo a ningún rasgo en específico de su perfección; los culpo a todos. Es de hombros anchos y cadera estrecha. Tiene el cabello oscuro y abundante, y los ojos verdes. Los ojos son lo peor; son de ese color esmeralda tan insufrible, atractivo y cautivador. Me recuerdan a la Navidad, a pinos y a regalos envueltos en colores vivos. Hasta que los entrecierra en una de sus características miradas glaciales.
Es alto. Me saca quince centímetros cuando llevo tacones. Sin ellos, cuando estoy de pie junto a Nick, me reduzco al tamaño de uno de los elfos de Papá Noel. No es una sensación agradable, así que ahora guardo unos tacones en el cajón de mi mesa para quitarme las botas cómodas en cuanto llego al trabajo.
Lleva trajes de diseño y relojes caros. Su arrogancia es como una llamada sensual a las armas. Estoy segura de que es capaz de leer todos y cada uno de los pensamientos descarriados que se me pasan por la cabeza cada vez que cruzamos miradas. El cómo le quedan los trajes de diseño se mezcla con fantasías en las que come sushi en mal estado para almorzar.
Es un Grinch sexy.
Y, cuando falta menos de un mes para Navidad, su actitud se parece a la de Scrooge. De ahí el correo. Ese mail en el que exige que presentemos hoy la campaña de «La llama amistosa», tres días antes de la fecha límite. No parece que le interesen la agenda ni las fechas límite y cree que me saco las presentaciones de la chistera.
Puedo hacerlo porque me he acostumbrado a enfrentarme a él, e ir dos pasos por delante de Saint-Croix se ha convertido en mi objetivo principal, tanto en términos personales como profesionales.
En cuanto a mi empleo, hay algo más que deberías saber. Trabajo en la compañía de juguetes El Reno Volador, lo que significa que el Scrooge que tengo por jefe dirige una empresa de juguetes.
Juguetes de verdad, no juguetes sexuales.
Menuda ironía. Un hombre gruñón y sin hijos a cargo de los mismos juguetes que provocan infinitas sonrisas, risas y grititos de alegría entre los humanos diminutos. Le pega más dedicarse a las finanzas corporativas. En concreto, a ejecutar absorciones que dejan a mamá y papá sin trabajo y vacían los fondos de pensiones.
Nunca habría aceptado este trabajo si lo hubiese conocido de antemano. He trabajado para su tío durante tres años. Un hombre encantador. No tengo ni idea de por qué Nick ha salido así.
Taciturno.
Irritable.
Apuesto a que ni siquiera pone el árbol de Navidad en casa.
Todos sabíamos que el señor Saint-Croix se iba a jubilar, por supuesto. Pero fue como si el mismísimo Papá Noel se jubilara. Aquello no era posible, ¿verdad? Papá Noel no envejece, y trabaja por y para siempre. Es la ley. La ley de la infancia, la tradición y la felicidad. Pero Reindeer Falls no es el Polo Norte y el señor Saint-Croix no es Papá Noel.
Christopher