Á(r)mame. Luz Larenn

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Название Á(r)mame
Автор произведения Luz Larenn
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789500210676



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que solo lo contactaba por interés, sin mencionar que me hostigaría hasta saber cómo era que la Pippa que él conocía había terminado buscando una identificación falsa. Demasiado para alguien a quien no veía al menos hacía ocho años, demasiado para alguien en quien no había confiado jamás y mucho menos ahora.

      <¿Estás en la manzana?>, preguntó, imagino que luego de ver mi ubicación en mi perfil personal.

      <Así es, tengo entendido que estamos cerca, Go Go>, si él había tenido el desparpajo de llamarme Pippa, yo le devolvía con la misma moneda. “Go Go” se lo había ganado con honores. Ocurrió durante una escapada relámpago que habíamos hecho con todo el grupo un verano, mientras estudiábamos en Gibraltar Lake. Conseguimos alquilar a muy bajo precio una cabaña que pertenecía a los tíos de Ezra, en un pueblito llamado Casper, donde nos esperaría un fin de semana de hacer fogatas y nadar en el lago.

      Pero, desde luego, si había alguien a quien podía írsele de las manos la cosa era a Frederick. Terminó bebiendo tanto que lo encontramos desnudo en el muelle de la cabaña cantando: “Baby please don’t go, go, go”. Nunca supimos a quién estaba dirigida su serenata nostálgica. Y ciertamente aquello seguía intrigándome y asaltaba mis pensamientos... de vez en cuando.

      <No lo dejan ir, ¡eh!>, escuché el campaneo de su respuesta y miré la pantalla, saliendo de mi feliz recuerdo.

      <No, así como ustedes no olvidan llamarme Pippa>, le agregué una risa para hacer que el mensaje pareciera más jocoso que mi cara de póker detrás de la pantalla.

      <Fred, necesito hacerte una consulta>, tomé aire, <y que no me preguntes nada>.

      Respondió más rápido de lo que esperaba. Y mucho más abierto de lo que definitivamente suponía.

      <Dime, soy todo ojos>. Esnob. Ojalá no siguiera intentando conquistar mujeres con esa forma tan entusiasta de parecer un galán condescendiente. Ojalá que, de hacerlo, las mujeres hoy en día al menos fueran más exigentes que ocho años atrás, cuando parecían morir a sus pies.

      <Necesito una identificación falsa>, jugué mi carta; si tenía suerte, quizá pasaría.

      <¿Qué ocurre? ¿Acaso no te están dejando entrar al club nocturno?>. Revoleé mis ojos. Aun así, si era el precio que debía pagar por pedirle un favor, adelante.

      Vi que escribía y se detenía, así varias veces. Comencé a ponerme nerviosa, hasta el punto de casi apagar el ordenador y cerrar mis ojos como si con eso consiguiera borrar mi desvergonzado e inmoral accionar.

      Finalmente recibí la respuesta esperada. Perfecta. Sin preguntas.

      <212-204-4525, se llama Börja, dile que yo te he enviado y no hará preguntas>.

      Estaba por agradecerle, cuando me llegó otro mensaje más: <Lleva billetes chicos>.

      Fred acababa de lucirse. Nos despedimos y le ofrecí tomar un café cuando anduviera por aquí. Él hizo lo mismo con los Hamptons. Ambos sabíamos que el encuentro nunca sucedería, pero quedaba bien decirlo.

      Eran las nueve de la noche cuando Börja me recibió en el quinto piso de un edificio de la zona de Hell’s Kitchen, detrás de aquella puerta con el número veinticinco pintado a mano al costado.

      Enseguida noté que se trataba de un hombre de pocas palabras y, a juzgar por su nombre, imaginé que quizás esto se debiera a la barrera idiomática, aunque tal vez fuera simplemente parco y ya.

      Me indicó que esperara en una sala, que habría sido el living de aquel pequeño apartamento. Dos hileras de sillas unidas contra una pared en L le habían robado el protagonismo al concepto de living. Me sorprendió el despliegue para una actividad tan secreta como aquella. Más me sorprendió que al recorrer con la mirada el resto del lugar se encontraran pegados pósteres y comunicados que hacían alusión a las consecuencias del consumo de drogas y alcohol. Con seguridad, me hallaba en un sitio que no oficiaba de lo mismo de día que de noche, con lo que se convertía en una perfecta fachada de actividades ilegales. Desde luego que Frederick estaría involucrado, si nunca salía limpio de un cacheo, como solía decir mamá.

      A los veinte minutos de aguardar mirando el cielorraso, las demás sillas vacías, una mancha en el suelo que me estaba poniendo particularmente nerviosa, para luego volver a comenzar el mismo recorrido, Börja salió del otro ambiente con el plástico en su mano.

      –Esto debería servir, señorita.

      Tomé mi nueva identificación y automáticamente me estremecí de pies a cabeza. La doctora Morgan acababa de elevar la apuesta: lo que hasta hacía horas se había tratado de una mentira sin demasiada importancia de una Audrey aburrida queriendo salir de su realidad, ahora la llevaba a jugar en las ligas mayores.

      Y, una vez que la utilizara, sellaría mi destino.

      12

      Juliet

      Un año antes

      Jeffrey me había estado llamando toda la tarde, pero decidí no atenderlo. Quería estar sola. Si aquella noche iría a mi cita misteriosa, trataría de darle toda la importancia que merecía, libre de potenciales amantes buscando correrme de foco.

      El enigma sobre quién podía ser el muchacho me tenía algo nerviosa. Dudaba entre ir o quedarme con Debbie mirando la nueva temporada de alguna serie. Finalmente toda duda se disipó cuando recibí la dirección: <Lexington Avenue y la 47, Bobby’s Grill, estará cerrado, pero pasa, que estaré adentro esperándote>.

      Encendí mi laptop y busqué Bobby’s Grill, se trataba de un bar diurno que ofrecía desayunos, brunchs y almuerzos, pero que por las noches permanecía cerrado. Fantaseé con la idea de que él fuese el dueño del lugar, nunca había salido con alguien que tuviera un estatus superior al estándar y, si bien no me importaba lo material, suponía un buen cambio para mis decisiones románticas.

      Vi fotos que los clientes habían subido a una página web de críticas de restaurantes, parecía ser un antiguo diner, de esos que ya casi no existían, al menos en la isla.

      Le respondí con un OK, un beso y abrí el clóset de nuevo, en busca del atuendo perfecto para –con un optimismo desbordante– el hombre perfecto.

      Salí a eso de las siete y media rumbo al metro; prefería ir con tiempo y viajar tranquila, puesto que caminar esta vez no se trataba de una opción aceptable con zapatos de tacón nuevos.

      Los dormitorios de la NYU se encontraban diseminados por varias calles contiguas a la universidad. Nosotras vivíamos en Jones y Bleecker, no muy lejos de allí, en el Greenwich Village. Así que, saliendo a esa hora, llegaría unos minutos antes de las ocho a Bobby’s Grill. Puntual aunque no desesperada.

      Al llegar me encontré con la puerta cerrada, tal y como mi chico misterioso me había anticipado, y se abrió al empujarla, tal y como mi chico misterioso me había solicitado que hiciera.

      El local se encontraba vacío, me sorprendieron las sillas sobre las mesas, a decir verdad, me sorprendió la estética abandonada, parecía un antiescenario de lo que hasta ese momento podría haber sido el inicio de un amor inolvidable, o al menos de un buen revolcón.

      Caminé unos pasos más en dirección al centro del negocio y, como no sabía su nombre, menudo detalle, solo atiné a articular un sonido parecido a un “¡Ey!”, modulando mi voz con fingida sensualidad. Nadie respondió.

      Un ruido proveniente de la cocina me hizo saltar en mi lugar. Parecía haberse caído un cucharón de acero o algo así. Aceleré mi andar sin percatarme de que el piso se encontraba absolutamente mojado, tanto que resbalé y caí de espaldas sobre un charco. Perfecto.