El deseo prohibido de Doug. Darlis Stefany

Читать онлайн.
Название El deseo prohibido de Doug
Автор произведения Darlis Stefany
Жанр Языкознание
Серия BG.5
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788416942947



Скачать книгу

y me tiene tan feliz.

      Cuando estoy frente al salón, me asomo por la pequeña rendija de la puerta y la localizo con mi mirada, no puedo evitar reír al notar que ella esta distraída con su celular. Aprovecho de sacar el mío y marcarle.

      Me toma un minuto tener su atención en la ventanilla, lo bueno es que toma sus cosas y sale del salón apresuradamente.

      —Muy bonito, Katherine, con tu celular en horas de clases.

      —Ese hombre no sabe de historia, me tocó un mal profesor en Hstoria del Arte, no es justo.

      —¿Has escuchado la famosa frase de Dexter? Ya sabes, «la vida es una perra injusta que hay que joder con fuerza para que no te arroje mierda».

      —Es una frase con tantas malas palabras que se me hace difícil decirla.

      Asiento y entonces dibujo una gran sonrisa en mi rostro antes de arrojarme hacia ella y envolverla en mis brazos obligándola a dar pequeños saltos a mi alrededor.

      —¡He conseguido el trabajo! Soy la asistente de Claudia Renette —digo emocionada.

      —¡Estupendo! Sabía que aceptarías y que ella estaría muy interesada en ti —dice con alegría—, supongo que ahora puedo darte una noticia que también me tiene emocionada.

      —Suéltalo —digo, liberándola de mi abrazo.

      —Kaethennis me ofreció un lugar cuando tenga su editorial, ya sabes, ella necesitará diseñadoras para las portadas, bosquejos y demás.

      —¡Eso es estupendo!

      —Lo sé —ella me sonríe—. ¿Recuerdas esa vez que dijimos casualmente que podríamos rentar un apartamento juntas?

      La miro con los ojos abiertos antes de arrojarme de nuevo y besar de manera ruidosa su mejilla, sí, seguro nos vemos como dos estúpidas.

      —Te amo, te amo, te amo —digo riendo—, debemos conseguir un apartamento y…

      —Sobre eso —me interrumpe—, Keith conoce a alguien que está rentando un apartamento en un buen lugar, es de confianza, solo que está algo urgido de rentarlo porque sale del país en un mes.

      —Es para nosotras —sentencio—, si Keith dice que es genial, vamos a creerle.

      —De acuerdo, entonces en un mes estaremos viviendo juntas.

      • • •

      No es la primera vez que vengo al apartamento que Frank comparte con su hermano, pero finjo que estoy entretenida evaluando la escasa decoración.

      Estoy nerviosa.

      Estamos solos en su apartamento, en una cita a la que no quería venir.

      —Siéntete como en casa —murmura Frank.

      —Claro —miro alrededor notando que no hay ningún televisor a la vista—. ¿Frank?

      —Dime —dice desde la pequeña cocina.

      —¿Dónde se supone que vamos a ver el cortometraje?

      —En mi habitación —me volteo a verlo y me está sonriendo, trato de devolverle la sonrisa.

      Siento mis manos sudorosas. Cálmate, Hilary, solo es una cita con tu amigo en un apartamento a solas, en su habitación.

      De ninguna manera mi virginidad me abandona hoy, así que debo tranquilizarme, no es como si Frank planeara violarme, al menos eso espero, hay cada loco en este mundo.

      —¿Hago palomitas de maíz?

      —No, no es necesario. Antes de venir comí con Katherine y Jane —digo, aunque lo cierto es que no tengo hambre, estoy alerta.

      Quizás estoy siendo un poco paranoica.

      —Bueno, pues vamos a la habitación.

      Asiento y lo sigo, incluso me encargo de subir la cremallera del suéter color azul que estoy usando, mientras menos piel muestre, mejor, ¿no?

      El cortometraje, según lo que Frank dice, tiene una duración de quince minutos.

      Los primeros cinco minutos estoy tensa, las luces están apagadas, pero me doy cuenta de que Frank no muestra ninguna mala intención, por lo que me relajo y disfruto realmente de su trabajo, un muy buen trabajo.

      Cuando va por los diez minutos me doy cuenta de que Frank está increíblemente cerca, tanto como para invadir mi espacio. Debo aprender a rechazar a Frank.

      Debo concentrarme para ver el cortometraje y no en que Frank está tomando mi mano y la está llevando a sus labios. Respiro con fuerzas.

      ¿Por qué Frank? ¿Por qué quieres volver incómoda nuestra amistad?

      Aun así, no retiro mi mano de la suya, pero es tan incómodo sentir sus labios besándolas, respira hondo Hilary, no te alteres.

      El cortometraje termina, pero por alguna razón él no se pone de pie, se acerca. Me ordeno voltear a verlo y lo encuentro muy inclinado hacia mí.

      No es como si yo nunca hubiera besado, después de todo estuve saliendo con Josh, pero no quiero besarlo. No quiero.

      Ni siquiera tengo curiosidad.

      Lo veo en cámara lenta, veo sus labios venir a los míos, siento alarmas en mi cabeza. Hago la cosa más estúpida para hacer cuando lo tengo lo suficiente cerca. Bostezo. Abro realmente muy grande la boca y cierro los ojos con fuerzas.

      Él se aleja riendo y yo finjo sentirme apenada, pero me siento aliviada.

      —Vaya, eso sí que es un bostezo.

      —Sí, lo siento, estoy agotada —finjo ver mi reloj—, de hecho, de verdad me gustaría tomar una siesta…

      Frank parece descifrar mis palabras, quizás realmente quiere intentarlo porque creo que va a replicar, pero mi celular suena y en el identificador se lee «Doug».

      —¿En la cita? —es lo primero que dice Doug.

      —¿Pero qué fue lo que pasó?

      —Oh, ya veo, necesitas escapar.

      —¿Es muy grave? —digo, caminando de un lado a otro, Frank me observa con curiosidad, escucho la risa de Doug.

      —Debe ser muy grave para que estés fingiendo una emergencia princesa.

      —Solo me tomará veinte minutos llegar.

      —Muy bien, me aprovecharé de esto, te espero en la dirección que te pasaré por mensaje.

      —De acuerdo, voy ya mismo para allá —digo con rapidez, fingiendo angustia.

      —No puedo creer que te estés inventando todo para salir de una mala cita —ríe Doug—, nos vemos princesa.

      La llamada finaliza y en lo que veo el celular rápidamente me llega la dirección, me cuesta mucho no sonreír y fingir preocupación cuando encaro a Frank, siento un poco de culpa, pero no es nada que no pueda ignorar.

      —Lo siento, Frank, se me presentó una emergencia y debo irme.

      —¿Todo bien? —pregunta siguiéndome cuando camino hacia la sala.

      —Sí, nada que no pueda resolverse —le sonrío un poco, no quiero sentir culpa—, hiciste un gran cortometraje Frank.

      —¿Suficiente bueno para darme un abrazo?

      Le doy un abrazo porque es mi amigo, al menos lo ha sido los últimos tres años y medio que llevo de carrera, me abraza por más de lo adecuado. Cuando me separo, trato de devolverle la sonrisa y salgo apresurada de su apartamento.

      • • •

      Pago al taxista, bajo del auto y, por supuesto, que estoy frente a una tienda de tatuajes, en la que a un costado Doug está sacándose fotos con un grupo de chicas, bueno, algunas de ellas lucen de la edad de él.

      Me