Название | Masculinidades, familias y comunidades afectivas |
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Автор произведения | María del Rocío Enríquez Rosas |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786078616473 |
• Experimentar, como parte del desiderátum sociocultural y la asunción genérica masculinas, (9) la rivalidad entre hombres por el amor de las mujeres, lo cual comprende: i) la apropiación total o parcial de ellas y su respectivo tráfico e intercambio en el marco de negociaciones realizadas dentro del mercado afectivo masculino; ii) se renuncia a ellas para que se vayan con quien resulte, sociocultural y económicamente, ganador y mejor posicionado en estas transacciones sentimentales; iii) se sitúa en la victimización por no contar o cumplir con los requisitos masculinos suficientes para ser merecedor del amor disputado, responsabilizando y culpabilizando a las mujeres de los resultados negativos obtenidos y por el sufrimiento y dolor de un amor profesado no correspondido, mal pagado e inmerecido.
• Poner en práctica el deseo, el erotismo y el ansia penetrativa de la sexualidad masculina sobre los cuerpos femeninos, en tanto tributo y prueba fehacientes de que se es amado por la mujer elegida, o como despedida ante la eminente partida de esta, y quien, por ese atrevimiento, merece dejarle una impronta esculpida en su sexualidad y subjetividad.
A partir de esto, se han considerado tres momentos que constituyen las experiencias emocionales y sentimentales desde los cuales se hacen los primeros análisis y reflexiones de cómo los hombres viven el amor y el desamor, expresadas en las letras de algunas canciones del bolero: 1) las canciones del amor sincero y verdadero; 2) las canciones del tránsito del amor sincero a la obligación de ser amado; 3) as canciones como el amor y desamor masculinos transaccionan a las mujeres entre el grupo juramentado.
Las canciones del amor sincero y verdadero, o si pudiera expresarte, en tres palabras, cómo me gustas para dejar volar a la imaginación
Por la histórica y hegemónica construcción patriarcal de la condición de género y situación vital como se ha construido el ser y existir de los hombres en el mundo, es que han aprendido a concebirse, desde la supremacía que esto les brinda, como sujetos para amar y ser amados. Desde este ubis (10) los hombres aprenden el complejo de prácticas socioculturales, en relación con las emociones y los sentimientos, cómo deben y tienen que relacionarse con mujeres y con otros hombres. De ahí que, amarse a sí mismos, ser amado por la Otra y el Otro, es uno de los principios que dan sentido y significado al denominado amor romántico, que tiene como basamento la supremacía sociocultural del paradigma Hombre, lo cual, a su vez, es parte del entramado político del grupo juramentado y la performancia de género desde el cual los hombres, en lo particular y colectivo, viven, recrean, representan y simbolizan la diversidad cultural de sus identidades genéricas.
Una de las primeras aproximaciones analíticas es considerar que, si bien los hombres tienen todas las condiciones para amar y ser amados, emocionarse y sentir, lo hacen desde las prescripciones que norman la masculinidad hegemónica, la cual les exige el cumplimiento de los mandatos de género, en el sentido de que los hombres no nacieron para amar a una sola mujer y permanecer con ella toda la vida sino amar a varias y que estas, desde la subordinación, aprendan y pongan en práctica los mandatos de género femeninos, como la comprensión, el perdón, el olvido y la fidelidad eterna.
Esto representa una posibilidad de conocer cómo los hombres, en la complejidad y contradicción, son capaces de expresar, desde la plenitud más honesta, imaginativa, deseosa, alegre y libre, el amor y el gusto de amar a las mujeres. Este primer momento corresponde a esa experiencia donde los hombres, desde una sinceridad abierta y una posición no dominante, expresan sus sentimientos, emociones, deseos, anhelos, alegrías, preferencias, fantasías, satisfacciones y capacidades de amar a aquellas mujeres con las que comparten coincidencias, afinidades y proyectos de vida. Desde esta perspectiva, las siguientes canciones elegidas pueden ilustrar lo anterior: Tú, mi delirio, (11) de César Portillo de la Luz, (12) Tres palabras, (13) de Osvaldo Farrés, (14) Voy apagar la luz, (15) de Armando Manzanero. (16)
En el marco de las letras de estas canciones se puede considerar que, si sentir significa estar implicado en algo y que el sentimiento guía la preservación de las experiencias emocionales y les brinda la información fundamental de lo que somos (Heller, 2004), los hombres tienen en el amor una implicación, subjetiva y objetiva, de las formas de amar a las personas, en especial a las mujeres. Como señala De la Peza (2001), el lenguaje amoroso del bolero es un código retórico que incluye temas sentimentales relacionados con el amor, los cuales sirven de guías de los referentes discursivos de los hombres, en cuanto a la correspondencia emocional que se espera de la acción del besar, desear y cantar, bajo influjos del deliro que abraza el alma y atormenta el corazón, pero que representa una dicha de estar implicado con alguien (el contigo, la Otra), a la que se le quiere también.
Estas posibilidades y realidades de vivirse en el amor sin dominación genérica, impronta la vida de los hombres en el deseo de palpar que las emociones y los sentimientos se intersectan como una totalidad subjetiva que recorre el itinerario sociocultural de un estado psicológico, como es el delirio. Brinda el goce de transitar por uno de los órganos considerado vitales para la existencia bio–psico–socio–cultural humana, como es el corazón, entre la tristeza, la alegría y la dicha que abraza las dimensiones deontológicas de la conciencia amorosa.
Así, el saber cotidiano sobre las relaciones amorosas se trasmite (De la Peza, 2001) en una confesión del secreto que nace del corazón y en el intersectar de las manos con las de la pareja se confían las ansias para expresar, en tres palabras, cómo me gustas. De esta forma, los hombres, en la asunción genérica y situación vital, van significando la experiencia emocional y sentimental de su ser y existir, en el marco del claroscuro del amor, al apagar la luz para pensar en ti, y dejar volar la imaginación para amar, en ese lugar de la música, su armonía, su cadencia, donde no hay imposibles y se vive de ilusiones, implicadas, en los más ardientes deseos de la pasión mordedora de la corporeidad y sexualidad femeninas.
Es así como emociones y sentimientos articulan la percepción mixta (Fernández, 2011) del acontecer amoroso, en la que se es dichoso porque se es querido también. Así, el amor, en tanto expresión de esta percepción mixta, va conformando la experiencia fascinante del enamoramiento de los hombres, quienes al aprender la interpretación, uso y apropiación del canto bolerístico, cristalizan la experiencia afectiva, significada de alegrías, deseos, fantasías, extravíos espacio–temporales hacia otras dimensiones subjetivas (del delirio), en donde no hay imposibles y poco importa vivir de ilusiones si así se es feliz. Esta es una semántica como los hombres aprenden, introyectan y proyectan, como plantea Le Breton (1999), una evaluación, más o menos lúcida y sensible como las emociones, nutridas de los pensamientos del actor —en este caso de los hombres— se apoyan en un sistema de valores, arraigados en una cultura cuyas expresiones lingüísticas, gestuales y estéticas significan la performatividad genérica del enamoramiento masculino que, al apagar la luz, conduce por delirios amorosos con epígrafes literarios, que en tres palabras confiesa los se-cretos del corazón.
Las canciones del tránsito del amor sincero a la obligación de ser amado, o de cómo es que, siendo ese amor mío, con el que me muero por tener algo con él, además, me tiene que ayudar de nuevo a amar y a perdonar
Articulada con esta forma de implicación sentimental abierta, sincera y pretendidamente no dominante, en el grupo de los iguales, la socialización genérica de los mandatos dominantes masculinos tiene lugar y da sentido a la enajenación de la condición genérica de los hombres. Esto comprende que el poder de dominio, la gobernanza sobre las mujeres, la capacidad de decidir sobre la vida de las y los demás, los tipos de relaciones que se establecen con las mujeres y otros hombres de diferentes condiciones socioculturales, está significado por las emociones y los sentimientos que, entre otros aspectos, dan lugar a formas, sutiles y no del control ejercido sobre las personas a las que se ama. Así, desde este otro escenario, es posible conocer cómo las formas de expresión del amor sincero se concatenan con formas amorosas de control, obligatoriedad y ordenanza como los hombres demandan, en la desigualdad de todo orden, la corresponsabilidad de las mujeres para