El Tipo Perfecto . Блейк Пирс

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Название El Tipo Perfecto
Автор произведения Блейк Пирс
Жанр Современные детективы
Серия Un Thriller de Suspense Psicológico con Jessie Hunt
Издательство Современные детективы
Год выпуска 0
isbn 9781640299955



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en serie muy inteligente que idolatra al padre asesino de Jessie.

      Kat Gentry es la jefa de seguridad del hospital mental donde está encarcelado Crutchfield.

      La doctora Janice Lemmon es la psiquiatra de Jessie, también antigua criminóloga.

      Lacy Cartwright es la compañera de universidad de Jessie, con quien está viviendo por el momento.

      Ryan Hernández es el detective del L.A.P.D. que dio una clase a Jessie.

      El Ejecutador de los Ozarks es un célebre asesino, al que no han atrapado jamás—y el padre de Jessie.

      CONTENIDOS

       CAPÍTULO UNO

       CAPÍTULO DOS

       CAPÍTULO TRES

       CAPÍTULO CUATRO

       CAPÍTULO CINCO

       CAPÍTULO SEIS

       CAPÍTULO SIETE

       CAPÍTULO OCHO

       CAPÍTULO NUEVE

       CAPÍTULO DIEZ

       CAPÍTULO ONCE

       CAPÍTULO DOCE

       CAPÍTULO TRECE

       CAPÍTULO CATORCE

       CAPÍTULO QUINCE

       CAPÍTULO DIECISÉIS

       CAPÍTULO DIECISIETE

       CAPÍTULO DIECIOCHO

       CAPÍTULO DIECINUEVE

       CAPÍTULO VEINTE

       CAPÍTULO VEINTIUNO

       CAPÍTULO VEINTIDÓS

       CAPÍTULO VEINTITRÉS

       CAPÍTULO VEINTICUATRO

       CAPÍTULO VEINTICINCO

       CAPÍTULO VEINTISÉIS

       CAPÍTULO VEINTISIETE

       CAPÍTULO VEINTIOCHO

       CAPÍTULO VEINTINUEVE

       CAPÍTULO TREINTA

       CAPÍTULO TREINTA Y UNO

       CAPÍTULO TREINTA Y DOS

       CAPÍTULO TREINTA Y TRES

       CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

      CAPÍTULO UNO

      Unas astillas procedentes de los reposabrazos de madera de la silla se le clavaban a Jessica Thurman en los antebrazos, que estaban atados a la silla con una soga áspera. La piel de sus brazos estaba al rojo vivo y le sangraba en algunos puntos debido a sus intentos constantes de librarse de sus ataduras.

      Jessica era fuerte para ser una niña de seis años, pero no lo bastante como para liberarse de las sogas con las que le había maniatado su captor. No podía hacer otra cosa más que sentarse allí con los párpados abiertos a la fuerza con cinta adhesiva mientras observaba a su propia madre de pie delante de ella, con los brazos esposados a las vigas de madera de la aislada cabaña en los Ozarks donde las tenían a ambas en cautiverio.

      Podía escuchar los susurros de su secuestrador, de pie detrás suyo, instruyéndola a que mirara, llamándole “bicho de verano” en voz bajita. Conocía muy bien esa voz.

      Al fin y al cabo, pertenecía a su padre.

      De pronto, con una fuerza inesperada que no creía posible, la pequeña Jessica se arrojó con todo su cuerpo hacia un lado, tirando la silla—y a sí misma con ella—al suelo. No escuchó el golpe de la silla cayéndose el suelo, lo que le resultó extraño.

      Elevó la vista y vio que ya no estaba tumbada en la cabaña. En vez de eso, estaba en el suelo del pasillo de una mansión impresionante y contemporánea. Y ya no era la Jessica Thurman de seis años. Ahora era Jessie Hunt, de veintiocho años, tumbada en el suelo de su propia casa, mirando fijamente al hombre que blandía un atizador de chimenea por encima de su cabeza, y que estaba a punto de golpearla con él. Sin embargo, ese hombre ya no era su padre.

      En vez de ello, en esta ocasión era su marido, Kyle.

      Sus ojos centelleaban con una intensidad frenética mientras lanzaba el atizador hacia el rostro de Jessie.

      Levantó los brazos para defenderse, pero sabía que era demasiado tarde.

      *

      Jessie se despertó con un grito ahogado. Todavía tenía las manos por encima de su cabeza como dispuesta a bloquear un ataque. Pero estaba sola en el dormitorio del apartamento. Se dio un empujón para incorporarse y sentarse sobre la cama. Tanto su cuerpo como las sábanas estaban cubiertas de sudor. Y su corazón estaba a punto de salírsele del pecho.

      Sacó las piernas de la cama y puso los pies en el suelo al tiempo que se doblaba hacia delante, colocando sus codos sobre sus muslos y su cabeza entre las palmas de las manos. Tras darle unos cuantos segundos a su cuerpo para que se aclimatara a su entorno real—el apartamento en el centro de Los Ángeles de su amiga Lacy—le echó una ojeada al reloj que había sobre la mesita de noche. Eran las 3:54 de la madrugada.

      Mientras sentía cómo se empezaba a secar el sudor en su piel, se reconfortó a sí misma.

      Ya no estoy en esa cabaña. Ya no estoy en esa casa. Estoy a salvo. No son más que pesadillas. Esos hombres ya no me pueden hacer ningún daño.

      Claro que solo la mitad de esas palabras era cierta. Aunque el que iba a convertirse pronto en su exmarido, Kyle, estaba encerrado en la cárcel esperando a su juicio por varios delitos, que incluían el intento de asesinarla,