Sobre el día del nacimiento el "Fragmento de Censorino". Disertación sobre el "Sueño de Escipión". Censorino

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extraño que buena parte de ella se dedique a la música25.

      Los capítulos 10, 12 y 13 constituyen un excurso sobre música26, tema que es traído a colación a propósito del tiempo que el feto tarda en madurar para el nacimiento y de las distintas etapas por las que pasa desde la fecundación hasta el momento del alumbramiento: el número de días de cada una de estas etapas es puesto en relación con distintos intervalos y consonancias («symphonia» dice siempre Censorino); los tres reflejan teorías tradicionales de los pitagóricos.

      Los tres capítulos forman una unidad en la que se pasa de la música real a la «harmonía» en el hombre, primero, y, luego, en el universo: en efecto, el capítulo 10 está dedicado a la música sonora (musica instrumentalis), y es aquí donde Censorino expone la teoría de los intervalos; el 12 se ocupa del influjo éticomédico de la música (effectus musicae27); por último, el 13 versa sobre la inaudible música celestial (musica mundana), la «armonía de las esferas». Los paralelos en la literatura musical romana son numerosos28.

       3. Las fuentes

      Como Censorino mismo hace saber, compuso su obrita a partir de diferentes autores, sin aportar mucho de su propia cosecha. Los muchos autores citados29, algunos de ellos muy antiguos, no parecen haber sido consultados directamente, sino a través de escritores posteriores. Esto explicaría, en opinión de algunos30, el que Censorino no cite a Séneca, autor que no figuraba en la doxografía de la época, a pesar de que, como apuntan otros31, en ciertas cuestiones de contenido se dejan sentir ecos del filósofo.

      La base del libro la forman distintos escritos de Varrón, y, para la segunda parte, también el escrito técnico de Suetonio sobre el año romano. Las doctrinas transmitidas confieren un gran valor a esta pequeña obra.

      De Varrón cita expresamente dos logistorici, el Atticus, de numeris y el Tubero, de origine humana, y, según puede deducirse de los contenidos y de las correspondencias con otros autores, seguramente usó los Disciplinarum libri.

      Siendo, como es, clara la dependencia de Varrón, la cuestión de las fuentes se centra, en primer lugar, en saber si Censorino consultó directamente al Reatino o si se sirvió de alguna colección de fragmentos o de algún autor intermedio; en segundo lugar, por lo que respecta a la primera parte del tratado, si Varrón es la única fuente o si cuentan también las obras de Suetonio y si los capítulos musicales derivan del Tubero o de las Disciplinae; finalmente, para la segunda parte, el acuerdo parece unánime en hacerla derivar de las Antiquitates rerum humanarum de Varrón, aunque también se toman en cuenta las obras de Suetonio.

      Fontanella observa agudamente que la dependencia de Varrón es tal que podría suponerse incluso en los lugares en que Censorino no lo nombra explícitamente, y llegaría a afectar al propio título de la obra, que corresponde exactamente a perì genethliakês, subtítulo de una sátira menipea de Varrón que debía de tratar el tema de la avaricia, afrontado precisamente en el capítulo primero del Sobre el día del nacimiento32.

      En cuanto a la primera cuestión, en general se piensa que Censorino habría utilizado directamente a Varrón33, mientras que para otros autores que muestran paralelos con el nuestro habría que suponer una instancia intermedia.

      En cuanto a la segunda cuestión (si en la primera parte son los escritos de Varrón, cuyos Logistorici Tubero y Atticus son citados, la única fuente o si cuentan en ella también las obras de Suetonio), Schanz34 consideró como fuente principal los Prata de Suetonio. En sentido contrario, Diels35, Wissowa36 y P. Weber37 asignaron al Tubero de Varrón una parte mucho mayor.

      La segunda parte (caps. 17-24) la hacía Schanz derivar también de Suetonio, tanto del De anno Romanorum como de Prata; Weber, en cambio, otorgaba la primacía al De anno de Suetonio, mientras que para el resto proclamaba como fuente a Varrón (sus Antiquitates rerum humanarum 14-19); Hahn38 intentó demostrar un influjo muy fuerte de las Antiquitates de Varrón en los últimos capítulos.

      Para Sallmann39, la primera parte, la antropológica, tendría como fuentes los dos logistorici de Varrón que el propio Censorino nombra; la parte cronográfica derivaría de las Antiquitates; en su opinión40, el dilatado uso de Varrón nunca se realizaría a través de un extracto epigonal, sino que sería fruto de una hábil compilación de distintos escritos.

      Hemos dejado para el final la cuestión de las fuentes de los capítulos musicales, que, según dijimos, constituyen un verdadero excurso (como se desprende de la fórmula introductoria «... prius aliqua de musicae regulis huic loco necessaria dicentur» y de la conclusiva «quoniam me longius dulcedo musicae abduxit, ad propositum revertor»), y que están imbuidos del ideario tradicional del pitagorismo, tanto en la teoría de los intervalos como en el relato del descubrimiento de las leyes numéricas de la harmonía por parte de Pitágoras y cuya ascendencia varroniana no se cuestiona; lo que sí se discute es si los contenidos de esta digresión proceden del Tubero, fuente primaria del opúsculo, o de la sección musical de las Disciplinae. Richter41 coincidía con Reeh en considerar las Disciplinae como principal (él añadía «si no exclusivo») modelo, para estos capítulos, ya que, en palabras suyas, el capítulo sobre la teoría de los intervalos contiene referencias a disputas teóricas que sólo en el libro de música de las Disciplinae podrían tener espacio, no en una especulación sobre el nacimiento de los hombres. Pero nos preguntamos si, dado que Censorino liga esa exposición de los intervalos precisamente al nacimiento de los hombres, no cabría pensar que Varrón en su Tubero hubiera podido exponer esta misma teoría de los intervalos ligada a las etapas de la gestación42.

      Para Schanz la base de estos capítulos sería un tratado musical de autor desconocido, y para Weber, una fuente pitagórica; para Hahn, por el contrario, el Tubero de Varrón, en el que habría sido usada una fuente pitagórica.

       4. El texto

      El Sobre el día del nacimiento se ha transmitido sobre la base del Codex Coloniensis 166 (finales del siglo VII o principios del VIII), que, tras haber pasado por Darmstadt, volvió a Colonia en 186743.

      De dicho códice dependen los demás conocidos, recentiores, incluido el Vaticanus 4929 (siglo IX), que Jahn (1845) y Hultsch (1867) trataron como una fuente independiente44.

      L. Carrion (París 1583, Leiden 1593) fue el primero en usar el Coloniensis. La edición de Heinr. Lindenbrog (Hamburgo 1614, Leiden 1642, Cambridge 1695) sigue aún siendo útil en la explicación de ciertos aspectos del contenido. Hay otra de J. Cholodniak (San Petersburgo, 1889), que Wissowa no conoce y remite para ello a Hultsch45, que hace de ella una desfavorable reseña. La primera edición crítica fue la de O. Jahn (Berlín 1845); siguió luego la de Fr. Hultsch (Leipzig, 1867).

      Aunque Sallmann46 afirma que Censorino nunca ha estado tan olvidado como hoy, lo cierto es que el Sobre el día del nacimiento ha experimentado un renacimiento en las últimas décadas; a la propia edición de Sallmann (1983)47, hay que añadir la de Rapisarda (1991), con traducción italiana, introducción, notas y comentario. Existe otra traducción, al ruso, de Cymburskij (1986), que no hemos podido consultar, como tampoco hemos tenido acceso a la traducción de Sallmann (1988). Sí hemos podido manejar la traducción francesa de Mangéart (1843), y la italiana de Fontanella (1992, también con introducción y notas), aunque sólo el primer volumen (caps. 1-11).

      Al español creíamos que nunca había sido traducido Censorino hasta que, realizada ya nuestra traducción, nos llegó el número 6 (2001) de la revista de astrología Beroso, dedicado íntegramente al autor y que contiene una pequeña guía de lectura y una serie de breves estudios sobre aspectos concretos, a los que sigue una traducción al castellano, de Pepita Sanchís, que utiliza la edición de Nisard (París, 1866) y que, en general, es bastante correcta; sigue una reproducción de la edición de Cholodniak