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    Fotografía erótica

    Alexandre Dupouy

    La fotografía erótica ha perdido gran parte de su exquisitez desde que Playboy y otras revistas de destape le cambiaron el envoltorio al cuerpo humano para el consumo de las masas. Al igual que sucede con gran parte de la pintura, la escultura y los grabados, la fotografía también ha estado desde sus comienzos al servicio del erotismo. Esta colección recoge fotografías eróticas tomadas desde los albores de la fotografía hasta justo antes de la Segunda Guerra Mundial, explorando sus orígenes en Francia y la evolución del género, incluido su periplo del recelo público de sus inicios al extenso mercado del que disfruta hoy en día. Este libro recoge a través de sus imágenes los encantos femeninos del pasado y, con un formato de gran comodidad, constituye un regalo perfecto.

    Dibujos Eróticos

    Victoria Charles

    De Miguel Ángel a Picasso, pasando por Rubens y Degas, el arte erótico ha atraído la atención de muchos grandes maestros, cuyas obras son capaces de cautivar al observador de forma especial. A pesar de esta atracción, o quizá precisamente debido a ella, el arte erótico nunca ha dejado de suscitar polémica y se ha tenido que defender en muchas ocasiones de comparaciones con la pornografía. Este libro, que engloba una gran variedad de estilos y técnicas, guía a los lectores desde las primeras representaciones de escenas eróticas, que se remontan a los siglos XVI y XVII, hasta obras contemporáneas consagradas como los dibujos de los cuadernos de Picasso.

    Dalí

    Victoria Charles

    Pintor, diseñador, creador de objetos extraños, autor y cineasta, Dalí se convirtió en el más famoso de los surrealistas. Buñuel, Lorca, Picasso y Breton tuvieron una gran influencia en su vida artística. La película de Dalí, Un perro andaluz, que produjo Buñuel, marcó su entrada oficial en el cerrado grupo de los surrealistas parisinos, donde conoció a Gala, la mujer que se convertiría en su compañera de toda la vida y en su fuente de inspiración. Sin embargo, su relación con el grupo pronto se deterioró, hasta su ruptura final con André Breton en 1939. El arte de Dalí, empero, siguió siendo surrealista en su filosofía y expresión, así como el principal ejemplo de su frescura, humor y exploración de la mente subconsciente. A través de su vida, Dalí fue un genio de la promoción de sí mismo: creó y mantuvo una reputación como una figura casi mítica.

    Chagall

    Sylvie Forrestier

    Marc Chagall nació en el seno de una familia judía sumamente estricta, para la cual la prohibición de la representación de la figura humana tenía la fuerza de un dogma. El no haber pasado el examen de admisión de la escuela Stieglitz no evitó que Chagall se uniera posteriormente a esa famosa escuela fundada por la sociedad imperial para el fomento de las artes, dirigida por Nicholas Roerich. En 1910, Chagall se mudó a París. La ciudad fue su “segunda Vitebsk”. Al principio, aislado en su pequeña habitación de Impasse du Maine en La Ruche, Chagall encontró numerosos compatriotas a los que también había atraído el prestigio de París: Lipchitz, Zadkine, Archipenko y Sutin, todos ellos destinados a mantener el “aroma” de su tierra natal. Desde su llegada, Chagall quería “descubrirlo todo”. Ante sus sorprendidos ojos, la pintura se le reveló. Aun el observador más atento y parcial tiene dificultad, en ocasiones, para distinguir al Chagal parisino del de Vitebsk. El artista no estaba lleno de contradicciones, ni tenía una personalidad dividida, pero siempre era distinto; miraba a su alrededor y en su interior, así como al mundo que le rodeaba y usaba sus ideas del momento y sus recuerdos. Tenía un estilo de pensamiento sumamente poético que le permitía seguir un camino tan complejo. Chagall estaba dotado de una cierta inmunidad estilística: se enriquecía a sí mismo sin destruir nada de su propia estructura interna. Admiró la obra de otros y la estudió con inventiva, librándose de su juvenil torpeza, pero sin perder un solo instante su autenticidad. Por momentos, Chagall parecía mirar al mundo a través del cristal mágico, sobrecargado de experimentación artística, de la Ecole de París. En tales casos, se embarcaba en un sutil y serio juego con los diversos descubrimientos del fin de siglo y volvía su mirada profética, como la de un joven bíblico, para mirarse a sí mismo con ironía y de manera pensativa en el espejo. Naturalmente, reflejó por completo y de manera extrema los descubrimientos pictóricos de Cézanne, la delicada inspiración de Modigliani y los ritmos superficiales complejos que recordaban la experimentación de los primeros cubistas (Véase Retrato en el caballete, 1914). A pesar de los análisis recientes que mencionan las fuentes judeo-rusas del pintor, heredadas o prestadas pero siempre sublimes, así como de sus relaciones formales, siempre hay algo de misterio en el arte de Chagall. Un misterio que tal vez descansa en la naturaleza misma de su arte, en el que utiliza sus experiencias y recuerdos. Pintar es la vida, y tal vez, la vida es pintar.

    Cézanne

    Nathalia Brodskaya

    Desde su muerte, hace 100 años, Cézanne se ha convertido en el pintor más famoso del siglo XIX. Nació en Aix-en-Provence en 1839 y el periodo más feliz de su vida fue su primera juventud en Provenza, en compañía de Emile Zolá. Siguiendo el ejemplo de Zolá, al cumplir los veintiún años, Cézanne se marchó a París. Durante la guerra franco-prusiana desertó de la milicia, y dividió su tiempo entre pintar al aire libre y estudiar. Al comerciante de arte Vollard le dijo: “Sólo soy un pintor. El ingenio parisino me fastidia. Lo único que quiero es pintar desnudos en las orillas del Arc [un río cercano a Aix]”. Animado por Renoir, uno de los primeros en apreciarlo, exhibió con los impresionistas en 1874 y en 1877. Su obra fue recibida con desdén, lo que lo hirió profundamente. La ambición de Cézanne en sus propias palabras, era “hacer del impresionismo algo tan sólido y durable como las pinturas de los museos”. Su objetivo era lograr algo monumental en un lenguaje moderno de tonos brillantes y vibrantes. Cézanne quería retener el color natural de un objeto y armonizarlo con las diversas influencias de luz y sombra que intentaban destruirlo; buscaba una escala de tonos que expresara la masa y el carácter de la forma. A Cézanne le gustaba pintar frutas porque se trataba de modelos pacientes y él trabajaba lentamente. No pretendía sólo copiar una manzana. Mantenía el color dominante y el carácter de la fruta, pero subrayaba el atractivo emocional de la forma con un conjunto de tonos ricos y concordantes. En sus pinturas de naturalezas muertas era un maestro. Sus composiciones de vegetales y frutas son verdaderamente dramáticas; tienen peso, nobleza, el estilo de las formas inmortales. Ningún otro pintor logró darle a una manzana roja una convicción tan cálida, una simpatía tan genuinamente espiritual o una observación tan prolongada. Ningún otro pintor de habilidad comparable reservó sus más fuertes impulsos para las naturalezas muertas. Cézanne devolvió a la pintura la preeminencia del conocimiento, la calidad más esencial de todo esfuerzo creativo. La muerte de su padre, en 1886, lo convirtió en un hombre rico, pero no por eso cambió su estilo de vida austero. Poco después, Cézanne se retiró de forma permanente a su propiedad en Provenza. Probablemente se trató del más solitario de los pintores de su época. Por momentos le atacaba una peculiar melancolía, una oscura desesperanza. Se volvió irascible y exigente, destruía los lienzos y los arrojaba fuera de su estudio, hacia los árboles, los abandonaba en los campos, se los daba a su hijo para que los cortara e hiciera con ellos rompecabezas o se los regalaba a la gente de Aix. A principios de siglo, cuando Vollard llegó a Provenza con intenciones de adquirir todo lo que pudiera del material de Cézanne, los campesinos, que se enteraron de que un loco de París estaba pagando por aquellos viejos lienzos, sacaron de los graneros una considerable cantidad de naturalezas muertas y paisajes. El viejo maestro de Aix se sintió abrumado por la alegría, pero el reconocimiento le llegó demasiado tarde. Murió en 1906 de una fiebre que contrajo mientras pintaba en la lluvia.

    El Bosco

    Virginia Pitts Rembert

    Nacido a mediados del siglo, experimentó en toda su fuerza el drama del Renacimiento y de su guerra con la religión. Las tradiciones y valores medievales se estaban desintegrando para dar lugar al ingreso de la humanidad en un nuevo universo donde la fe pierde parte de su poder y mucho de su magia. Sus alegorías favoritas fueron el cielo, el infierno y la lujuria. El Bosco creía que cada quien tenía que elegir entre dos opciones: el cielo o el infierno, y explotó con genialidad el simbolismo de un amplio rango de frutas y plantas para dar matices sexuales a sus pinturas.

    Ángeles

    Clara Erskine Clement

    La espléndida estética de los ángeles continúa ejerciendo una atracción irrefrenable incluso en la actualidad. Las imágenes de estos mensajeros celestiales transmiten, en su grandiosidad, protección, inocencia y calma, lo que les ha convertido en una fuente de inspiración para artistas religiosos a lo largo de toda la historia del arte. Este libro presenta algunas de las representaciones más fascinantes de los ángeles, desde cupidos delicados y juguetones a ilustraciones majestuosas del Arcángel Miguel, así como su desarrollo desde la época medieval hasta la actualidad. Con un tamaño cómodo y compacto, este libro es un regalo perfecto.

    Paul Signac

    Paul Signac

    Paul Signac (1863-1935), in jungen Jahren von den Werken Monets inspiriert, war ein Freund und Kollege Georges Seurats, der die wissenschaftliche Präzision des Pointillismus mit der lebendigen Farbe und Emotion des Impressionismus verband. Auch war er ein enger Freund van Goghs, der seine Technik bewunderte, und immer auf der Suche nach neuen Inspirationen für seine monumentalen Bildkompositionen, bereiste Signac die Welt. In dem vorliegenden Buch wird nicht nur die Komplexität von Signacs herausragender, auf wissenschaftlicher Farbzerlegung beruhender Technik untersucht, sondern auch viele Details seiner berühmtesten Werke gezeigt.

    Der Ursprung der Welt

    Jp. A. Calosse

    Der Psychoanalytiker Jacques Lacan war nicht nur letzter Besitzer von Courbets Der Ursprung der Welt, sondern war sich auch dessen anzüglichem Inhalt bewusst. Und so tat der Liebhaber erotischer Kunst es seinen Vorbesitzern gleich und verhüllte beziehungsweise versteckte das Bild hinter einem „weniger obszönen“ Kunstwerk. Die Genealogie des weiblichen Geschlechts ist lang und jedes Zeitalter hatte seine ganz eigene, die Fantasie anregende Bezeichnung: Die Chinesen nannten es „Tal der Rosen“ (Vorsicht mit den Dornen!), die Perser „Honigtopf“ (Nimm dich in Acht vor den Bienen!) und die Griechen „Venushügel“ (Beachte den steilen Aufstieg!). Und so hinterlassen uns Dichter, Maler und sogar einige bekannte Psychologen immer wieder ihre Zeugnisse. Ganz unverhüllt zeigt sich Der Ursprung der Welt in vielen Abbildungen und Details in diesem für Liebhaber gemachten Buch.

    Van Dyck

    Natalia Gritsai

    Bereits mit der Eröffnung seines ersten Ateliers im Alter von 16 Jahren war Anthonis van Dyck (1599-1641) eine Legende der Kunstwelt. Er hatte Rubens schon als Kind studiert, wurde sein talentiertester Schüler und als gefeierter Hofmaler in England und Spanien zu seinem Konkurrenten. Heute ist van Dyck vor allem als Meister der Porträtkunst bekannt, der die Eleganz und opulente Schönheit des europäischen höfischen Lebens des 17. Jahrhunderts ebenso produktiv wie begabt einfing. In diesem faszinierenden Abriss über den flämischen Maler und seinen Werdegang markiert Natalia Gritsai die bedeutendsten Lebensabschnitte und Werke des Künstlers.