El pintor estadounidense George Catlin fue un pionero de la etnografía norteamericana de principios del siglo XIX que viajó entre 1832 y 1839 al conocido como Lejano Oeste con el propósito de plasmar al óleo la vida de los indios. Este estudio presenta una revisión crítica de su obra teniendo en cuenta el contexto social, político, literario y artístico en el que la desarrolló, con el fin de desvelar las lógicas que subyacen a sus descripciones etnográficas, los supuestos que permiten entender su visión romántica a la par que enciclopédica de los nativos de Norteamérica y las reacciones contemporáneas a su etnocentrismo cultural. Personaje fundamental de la cultura estadounidense, su producción es muy relevante no solo para la antropología social y filosófica, sino también para los estudios artísticos, literarios y culturales norteamericanos en torno a la construcción del Otro indígena.
Este libro estudia las formas en que las películas producidas por los grandes estudios de Hollywood transmiten unos determinados elementos ideológicos que garantizan el consenso nacional y proyectan una imagen externa funcional a los intereses de quienes ejercen el poder en la Casa Blanca. Con este propósito, se analizan una serie de cintas, poniendo de relieve el contexto histórico y el relato que desgranan para llegar a la conclusión general de que la mayoría de ellas poseen un trasfondo controvertido, que explica que una película termine legitimando la versión de cualquier proceso histórico, por encima de la interpretación que de ese mismo hecho realice la historia académica. Comprender la dinámica de expresión y representación por parte de los realizadores es fundamental para entender cómo Hollywood construye sentido.
Manuel Álvarez, un leonés emigrado a México, fue una figura singular, omnipresente en todos los acontecimientos que tuvieron lugar en el que primero fue departamento de Nuevo México y con posterioridad territorio de los Estados Unidos de América. Álvarez recurrió a actuaciones cercanas a la picaresca y la piratería para lograr sus objetivos políticos y económicos. Su labor de relaciones públicas, políticas y diplomáticas resultó indispensable para que se diera una transición pacífica entre gobiernos durante las primeras luchas por la obtención de la condición de estado de Nuevo México. La labor realizada, a menudo en la sombra, por Álvarez brilla con luz propia desde las páginas de la biografía redactada por Thomas E. Chávez a partir de su memorándum, correspondencia y otros documentos oficiales recogidos en el Museo de Nuevo México en Santa Fe.
Basándose en las novelas de Blais y de Atwood, Eva Pich Ponce describe en este estudio la relación entre la literatura canadiense anglófona y la literatura quebequense. Marie-Claire Blais y Margaret Atwood constituyen dos pilares esenciales de las letras canadienses. Estas dos autoras, que escriben en lenguas distintas (francés e inglés), tienen en común que pertenecen a la misma generación, que practican distintos géneros literarios y que abordan los problemas de la identidad y alteridad, así como las relaciones de poder. Ambas examinan las relaciones entre hombres y mujeres, y presentan un universo internacional condicionado por los crímenes contra la humanidad y los desastres medioambientales. En su literatura, el futuro está teñido de incertidumbre, aunque la solidaridad y la escritura aparecerán como los mejores medios para combatir las amenazas que acechan a la humanidad.
Este libro despliega ante el lector un doble itinerario. En el primero, constituido por los textos de inicio (Travesía I) y fin (Travesía II), se habla de las determinaciones históricas, teóricas e ideológicas que cimentaron la labor crítica del autor desde comienzos de los años setenta del pasado siglo a la actualidad, así como del origen biográfico en el que su mirada a la pantalla de cine pudo convertirse en visión tras un largo aprendizaje. De ello da cuenta el segundo itinerario en el que el recorrido por diferentes regiones del cine de Hollywood, desde sus orígenes hasta la actualidad, diseña una posición crítica ante el mismo, con el objetivo de auspiciar un espectador activo y capaz de desenmascarar las propuestas de una industria del espectáculo cuya característica esencial siempre ha sido la manipulación emocional de las conciencias.
El poeta, crítico literario, narrador y ensayista Toni Montesinos reúne todo lo que ha escrito sobre autores norteamericanos, lo que hace de este libro un complemento de «La pasión incontenible. Éxito y rabia en la narrativa norteamericana» (2013). «El fruto de la vida diversa» recoge, con el estilo ameno y apasionado que caracteriza al escritor barcelonés, a un centenar de autores norteamericanos que abarcan doscientos años de literatura estadounidense y que aparecen ordenados alfabéticamente. El autor ofrece, de esta manera, textos que responden a más de veinte años de lecturas y que constituyen un enorme y diverso caudal artístico, visto, además, con conciencia desmitificadora. Y es que, por el simple hecho de venir del país de donde vienen, muchos autores estadounidenses ya traen desde los medios de comunicación y el mundo editorial un halo de sofisticación, alabanzas hiperbólicas y mercadotecnia que Montesinos trata de cuestionar en pos de ofrecer una mirada honesta, justa y cercana tanto al lector de a pie como al especializado.
José Antonio Gurpegui Palacios
Ernest Hemingway fue y sigue siendo un escritor particularmente único y controvertido. Este volumen propone un modelo de lectura filosófica, sobre todo desde la perspectiva del existencialismo que dominó Europa durante el segundo cuarto del siglo XX y que fue popularizado por pensadores y escritores como Sartre o Camus. Un enfoque como éste suscita una cuestión de naturaleza temporal, porque cuando Hemingway comenzó a publicar sus obras la filosofía existencialista todavía no se conocía en Europa. La propuesta defendida en este volumen hace referencia al reconocimiento del escritor por los autores rusos (Turgenieff, Tolstoi, Dostoievski), a los que se refiere como su influencia literaria más importante y directa, y que en ocasiones aparecen como referencias indirectas en sus novelas.
Estados Unidos es el país de las máscaras y de la doble personalidad del superhéroe de la cultura popular: la obsesión de la 'unión' enmascara sus profundas divisiones, así como el discurso sobre la expansión de la 'libertad' acompañó la permanente expansión del sistema esclavista en cada una de sus conquistas territoriales. Aunque los confederados, los esclavistas del sur, perdieron la guerra civil en 1865 y luego perdieron la guerra cultural durante el siglo XX, inadvertidamente ganaron la guerra política y, sobre todo, la guerra ideológica que hizo de Estados Unidos un imperio basado en los mitos de superioridad racial, primero, y de superioridad cultural y moral después. Así mismo, de forma subrepticia, la ideología de los perdedores logró demonizar a los pobres y a la clase trabajadora y elevar a categorías bíblicas a los ricos y a la clase inversora, de la misma forma que antes había demonizado a los esclavos mientras santificaba a los amos esclavistas. «La privatización de la verdad» es un contrapunto entre el pasado y el presente más reciente (sobre todo, el último año de la presidencia de Donald Trump), una muestra de la continuidad de la guerra civil y de la ideología de los esclavistas del sur por otros métodos. El nuevo capitalismo estadounidense es la continuación del sistema de esclavitud derrotado en la guerra. No lo distinguen las narrativas sobre la libertad y el mesianismo de los de arriba; solo algunas leyes que prohíben el azote físico e imponen un salario, y la sustitución de algunas palabras por otras, como la palabra 'negro' por 'comunista'.
"Las voces de Theresa Hak Kyung Cha: trauma, silencios, balbuceos" es una tentativa de describir la poética de la artista estadounidense de origen coreano (1951-1982). Es pronunciar 'to live' y 'to leave', y asomarse a esa desconcertante diferencia (para quienes el inglés no es su lengua materna) entre vivir y separarse. La distancia inaprensible que llega a través de ese oscilar de la voz da algunas pistas del balbucir que acompaña a su condición de exiliada. El lenguaje roto deja aparecer entre sus fisuras algún resto de vida, como una pequeña planta abriéndose paso en un muro. Una planta o las letras de una pintada que juegan a quebrar su propio mensaje, el tiempo, su alcance. En Cha las palabras acogen los huecos, las criptas, los errores, los desvíos, los giros, lo falso, lo no dicho, los fantasmas y su murmullo transgeneracional. Penetran hasta los huesos. Como Morfeo, cuestionan las deformaciones que convocan los sueños. Adentrarse en su trabajo es moverse entre el espesor cambiante de los relatos que van de boca en boca, en el cuerpo a cuerpo y que conforman el habla afectiva del siglo XX: agitada por el trauma.
James Fenimore Cooper (1789-1851) se considera el primer gran novelista norteamericano de fama internacional gracias a sus historias de aventuras, en especial 'El último de los mohicanos'. Antes de consolidarse como tal, sin embargo, probó suerte con la narrativa breve y acometió la redacción de algunos relatos de índole sentimental e intimista, de los que solo acabó dos: «Imaginación» y «Corazón». Nada más publicarlos, bajo un pseudónimo femenino y con el título de 'Cuentos para quinceañeras', se desentendió de ellos, por lo que han pasado desapercibidos para gran parte de la crítica. Con el propósito de enriquecer el estudio de la etapa inaugural de la literatura estadounidense, presentamos la primera versión en español y la edición crítica de estos textos olvidados que constituyen un eslabón perdido en la historia del cuento norteamericano.