Almas muertas de Nikolai Gogol goza del nada despreciable honor de ser la primera gran novela de la literatura rusa del siglo XIX, además de uno de los fragmentos más hermosos, más arriesgados y más divertidos de la narrativa universal. Por supuesto, sólo alguien tan indescifrable y escurridizo como el consejero colegiado Pavel Ivanovich Chichikov podía ser el héroe de una obra en la que el lector va a percibir, desde la primera página, en todo su vigor, la frescura y la actualidad del universo gogoliano.
La presente edición de Almas muertas es la única en castellano que incluye las sucesivas versiones que el propio Gogol hiciera de la segunda parte de su obra. Acompañada de un exhaustivo aparato crítico, pretende, de esta manera, ser una contribución fundamental al conocimiento de un texto formalmente complejo que durante generaciones ha martirizado a editores de todo el mundo, a la vez que recuperar, con el público de hoy, la cercanía y la complicidad únicas que este escritor ruso universal estableció con el público de su tiempo.
Aunque fue publicada en 1914, Dublineses había sido concluida nueve años antes, en 1905, mas el retraso de su aparición pública no había sido voluntario. Dos editores y un impresor pusieron reiteradas objeciones a la obra por cuestiones morales, y Joyce se había resistido tenazmente a aceptar sus modificaciones. No obstante, esos nueve años sirvieron para que el autor revisara los textos y para que añadiese tres nuevos, dotando al libro de una cohesión aún mayor de la que ya tenía, y enriqueciéndolo en especial con el que lo cierra, «Los muertos», considerado uno de los mejores relatos de la historia de la literatura. Así nació Dublineses, una colección de relatos cortos que describen la rígida y estancada sociedad irlandesa de la época, sujeta a la moral católica y a los dictados del Imperio británico; todo ello en un momento en el que el nacionalismo irlandés pugnaba con fuerza porque se reconociese la legitimidad de sus demandas.
Considerada por los críticos como un prefacio de sus obras posteriores, sobre todo de su gran obra magna Ulises, Dublineses se constituye como la obra que dio inicio a la narrativa original, riquísima y compleja de Joyce, y que consiguió la liberación de la expresión artística del encorsetamiento en el que estaba sumida. Una obra imprescindible, pues, para apreciar y comprender mejor la narrativa del autor irlandés.