Название | Con Olor a Te y Caramelos |
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Автор произведения | Mariela Dominguez |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878715483 |
…Había una vez, en un mundo sin internet, sin teléfonos, sin aviones, sin televisión, donde el correo tardaba meses en entregar una carta, un mundo devastado por una guerra y amenazado por otra, que iba a ser peor, dos familias de igual nivel social: Pobres… Igualmente desesperadas por escapar de la miseria y el dolor. En dos puntos diferentes del mundo, decidían sin saberlo mi destino.
Decidían hacer la América y recorrían un mar azul inmenso, interminable; en la tercera clase de un barco lleno de gente, lleno de horas, lleno de días, lleno de meses, lleno de preguntas. Solo aferrados a un baúl lleno de ropa vieja y gastada y alguna chuchería que valoraban como la joya más preciosa. Decidieron cambiar ese mar azul por un desconocido y prometedor rio marrón, aunque su nombre indicara otro color… y se bajaron en un puerto que parecía la torre de babel. Consiguieron alojamiento en algún conventillo cerca del rio, donde se mezclaban los olores con los sabores, y los idiomas con los dialectos y las tradiciones con las creencias… y vivían, toda la familia, en una pieza, y no eran criollos, pero vivían en “la reina del plata”, en el granero del mundo. Comenzaron a vivir y a tener hijos, a mezclarse, y tener más hijos… y de estas dos familias nacieron ellos.
Él vino en el barco. Realizó la travesía desde Turquía. Era judío, era el mayor de sus hermanos, y cada vez que veía el mar se le llenaba el alma. El era mi abuelo.
Ella nació en Buenos Aires, con la “Madonna Santa”en la cabecera de la cama de su madre. Era la menor de sus hermanos, y escondía caramelos en las tazas. Era mi abuela.
Él estudió, se recibió de tenedor de libros y fabricó zapatos.
Ella se escapaba de la escuela, no le gustaba estudiar y trabajó en una fábrica.
Los dos pasaron hambre. Los dos viajaron en tranvía. Los dos olvidaron el idioma de sus padres.
Se conocieron en esos lugares de música prohibida, de suburbio, de baile porteño, de lunfardo, porque todos los idiomas a esa altura ya se habían mezclado tanto que se habían vuelto uno, confuso, único, inconfundible, musical Esos lugares de barrio donde no faltaba el bandoneón, ni los tacos, ni los sombreros. Donde las medias de seda eran un lujo y los zapatos viejos, pero lustrados, le sacaban brillo a la pista; esos lugares donde a ella no la dejaban ir, pero iba igual.
Se maquillaba los ojos con un pedazo de carbón y se pellizcaba las mejillas para tener color… buscaba complicidad para escaparse y se ponía su ropa más linda.
Él iba con sus amigos y un día sucedió lo que tenía que suceder: se conocieron. Él la vio rara como encendida. Cabeceó y la saco a bailar. Ella dudo y dijo que no.
Pasaron los días y él siguió cabeceando, hasta que un día, un día como cualquiera, ella salió a bailar y bailaron… como si no importara nada más… como si solo hubiesen nacido para eso. Y vinieron los zaguanes, y siguieron bailando; y se opusieron a que bailen pero siguieron bailando; y se casaron a escondidas, y siguieron bailando; y no importaron las diferencias, y siguieron bailando; y tuvieron hijos, y siguieron bailando; y pasaron por todas las crisis y siguieron bailando; y fueron felices y siguieron bailando; y se pelearon y siguieron bailando; y se reconciliaron y siguieron bailando. Y en mi cabeza siguen bailando, siguen bailando ese tango viejo, de pasos cortos sin estilismo. Le siguen sacando viruta al piso, haciendo la sentadita, siguen bailando.
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