Название | La vieja escuela |
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Автор произведения | Claudia Bossay P. |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789569946554 |
El cine Normandie en la década de 1980
Luego de la experiencia en el Cine Arte Toesca, comenzó un período de búsqueda de un nuevo espacio autónomo para programar películas de “autores” de cine, pero que fueran también comerciales. Alex Doll y Sergio Salinas imaginaron la posibilidad de programar y administrar su propia sala: un cine arte más profesional.
El “proyecto de cine arte”10 era un desafío enorme que en su momento algunos consideraron destinado al fracaso: no solo por las dificultades de la autogestión, sino también por la dictadura que impactaba fuertemente el ambiente cultural en ese momento. En el mundo del cine, en particular, se vivía un difícil período en el cual imperaban la censura y el abandono institucional. La dictadura cívico-militar (1973-1990) había desmantelado las infraestructuras de producción cinematográfica, lo que se tradujo en que disminuyeran los espacios de exhibición y desapareciera el fomento del Estado a la producción de cine nacional. Las escuelas y carreras universitarias de cine fueron cerradas y se impuso el decreto ley Nº 679 en 1974, que creaba el “Consejo de Calificación Cinematográfica”, con la misión de orientar la exhibición cinematográfica en el país, evaluando las películas según criterios oficiales para: Todo Espectador, 14 años, 18 años, 21 años y Rechazada. A modo de ejemplo, podemos decir que este Consejo de Calificación prohibió El violinista en el tejado (Norman Jewison, 1971) por una escena con banderas rojas y calificó para mayores de 21 años el documental Cien niños esperando un tren de Ignacio Agüero (1988). Otra situación fue el hecho de que la ley prohibía cortar las cintas y algunos distribuidores lo hacían antes de ingresarlas al país, generando una situación de autocensura muy perjudicial. Por ejemplo, El padrino 2 (Francis Ford Coppola, 1974) se exhibió sin mostrar la parte que sucede en Cuba.11
A esta altura, entre las experiencias de los distintos cineclubes y de las exhibiciones en salas de cine arte, ya se cumplía un poco más de una década de trabajo en el circuito chileno en que se había explorado la cultura cinematográfica en Chile como una herramienta esencial del “hombre consciente de nuestros tiempos”, tal como se describiese por el Cine Club Omega. Se tenían largas conversaciones sobre cuál sería el espacio ideal para estos fines: una sala grande de más de 300 butacas, para hacerlo viable, o bien una sala más pequeña para un grupo más especializado de cinéfilos. Parte de la discusión entre ellos giraba en torno a cómo construir un espacio que a la vez promoviera un cine de calidad, pero que restringiera lo menos posible el acceso al público, es decir, que fuera un espacio abierto tanto para espectadores que a priori conocían de cine, como los que no.12 Una primera alternativa era arrendar el cine Ritz, en San Antonio con Alameda, pero al conocerse también del cierre del cine Normandie, ubicado cercano a Plaza Baquedano, esta fue la opción elegida.
Cine Normandie desde la Alameda en 1980, publicitando Grease (Randal Kleiser, 1978) en cartelera. Foto de Jorge Ianiszewski.
El Teatro Normandie en la Av. Bernardo O’Higgins (Alameda) 139, era una de las 40 salas que en ese entonces existían en el centro de Santiago.13 Era un cine del año 1941 que originalmente exhibía estrenos, películas ‘de primera vuelta’.14 La sala pertenecía originalmente al Banco de Talca, que por estos años quebró, dejando el teatro a manos de un grupo que lo administraba. Paralelo a esto, Carlos Velasco se encontró en aprietos durante la crisis económica, lo que lo motivó a empezar a desvincularse de las salas que administraba, entre ellas el Toesca y luego el Normandie. La decisión sobre la sala, sin embargo, no fue inmediata. Se consideró que quizás era demasiado grande, que podía ser de difícil acceso por la falta de estacionamientos, que su posición en la ciudad no era la más favorable, que estaba en el borde entre el centro y el oriente, lo que quizás no favorecería la asistencia (originalmente se buscaba una sala en pleno centro). A pesar de estas dudas, la elección a la larga fue certera, pues el público empezó a llenar la sala rápidamente en los años siguientes.
El destino de esta propiedad a comienzos de 1980 era la construcción de un hotel. Sin embargo, gracias a las fundamentales gestiones de Nicanor Parra y de Velasco, la sala logró arrendarse para abrir el nuevo Cine Arte Normandie. La sala Normandie se arrendó a la sociedad Filmoarte (creada en 1980) a la que pertenecían originalmente Sergio Salinas, Alex Doll, Ricardo Stuardo y Jorge Vera, y que luego pasó a ser Filmoarte Ltda. Ricardo Stuardo gestionó el arriendo con una condición renovable año a año, hasta 1991. A esto se sumó después la creación de Los Filmes de la Arcadia (fundada en 1982), la distribuidora de cine de Doll asociada a Filmoarte. Sergio Salinas estuvo a cargo de la programación artística y de los ejes curatoriales del Normandie. Alex Doll fue el gestor de la programación, encargado de la búsqueda y adquisición de las películas. Ricardo Stuardo, abogado con amplia experiencia en gestión cultural, fue el encargado de los aspectos jurídicos de la sociedad que administraría el cine. Además, la gestión de Stuardo fue clave para la difusión en los medios, como la Radio Cooperativa. Jorge Vera apoyaba también en la difusión del cine, pese a que se retiró tempranamente de la sociedad. Por su parte, Ricardo Stuardo permaneció en Filmoarte, aunque finalmente se retiró de ella para dedicarse al teatro. A pesar de ello, ha permanecido colaborando con el Cine Normandie hasta el día de hoy.
Paralelamente a la creación del Cine Arte Normandie, Aldo Francia solicitó a Sergio Salinas apoyo en la administración del Cine Arte de Viña del Mar, tarea que también asumieron los socios de Filmoarte Ltda. a partir de mayo de 1982, cuando abrieron la programación con la película Providence de Alain Resnais (1977).
“[El Normandie era] un cine de barrio que no estaba realmente en un barrio sino en Plaza Italia, al lado de El Cuervo y del Café Ulm, que era un reducto de resistencia musical. El Normandie, antes de ser arte, se especializaba en estrenos de segunda vuelta o reposiciones. Hasta que se convirtió en el icónico Cine Arte Normandie ese año 82.” Alberto Fuguet (VHS, 2017) |
Primera crítica del Cine Arte Normandie. Nótese que estaba impresa en un color diferente al resto de los trípticos que verán en el libro. Archivos Normandie.
Filmoarte retomó las funciones del Normandie en junio de 1982, durante las vacaciones de invierno, con la película La novicia rebelde (Robert Wise, 1965). En agosto, se inauguró oficialmente como Cine Arte Normandie, “único de la capital que funcionará de un modo regular y con un programa de estrenos y reposiciones”,15 con El caballo del orgullo (Claude Chabrol, 1980). Se convirtió así en un espacio singular para la exhibición de películas que generalmente no se exhibían o dejaban de circular en los cines comerciales. La sala se diferenció por la cantidad y frecuencia de sus funciones diarias. El único que ofrecía una oferta similar en ese momento era el Cine de la Universidad Católica, con dos funciones a la semana. El Normandie hacía tres funciones diarias (15.30, 18.30 y 21.30 horas.), a lo que luego se incorporó el cine de trasnoche los viernes y sábados y el “cine foro” los domingos en la mañana o al mediodía. El Normandie lograba estrenar a veces películas que nadie había visto, o que no se difundían por medios de comunicación. Gracias a algunos auspiciadores, se organizaban premieres a las que se invitaba a gente del mundo cultural. A las funciones regulares solían asistir además personas públicas o políticos interesados en el buen cine, entre los que podemos mencionar al expresidente Patricio Aylwin, a Hortensia Bussi, Jorge Tellier, Cirilo Vila y José Donoso, entre otros.
De esta manera, el Normandie se fue posicionando en el circuito cultural. Los medios como las radios y los diarios contribuían a la difusión de las actividades del cine, incluida la programación. Además, el Normandie imprimía sus propios programas que se podían encontrar en la entrada del cine,