Название | Corrientes de psicología contemporánea |
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Автор произведения | Martín Echavarría |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789873736445 |
Si Freud utiliza por primera vez la palabra narcisismo en 1910 para referirse a la elección de objeto homosexual, no es sino hasta 1914, en su Introducción del narcisismo que este término pasa a formar parte de la estructura conceptual del psicoanálisis. A pesar de la oscuridad del modo de escribir de Freud y de la constante evolución en que están los conceptos que maneja, se pueden distinguir básicamente dos momentos principales en el desarrollo de su teoría:
A) Un primer momento en que el narcisismo es visto como una fase de la evolución libidinal, intermedia entre el autoerotismo y la elección de objeto; y B) Un segundo momento en que se habla de una fase narcisista primaria, que se retrotrae a la vida intrauterina, en la que no hay diferencia entre el yo y el no-yo.
B) Freud toma de Ellis tanto el concepto de narcisismo como el de autoerotismo, aunque cambiándolos de significado. Para entender esta primera fase es necesario recordar la teoría freudiana de la evolución del placer libidinal a través de distintas zonas erógenas. Inicialmente, el placer erótico se montaría sobre la pulsión de autoconservación, siendo su objeto el pecho materno. En un segundo momento, el placer se independizaría de tal objeto, dando lugar a la multiplicidad de la satisfacción sexual desligada de un objeto preciso. En este segundo momento las distintas zonas erógenas procurarían un placer sexual anárquico y, sobre todo, autoerótico, no dirigido a un objeto. Cuando, a partir de la formación del esquema corporal se comienza a formar el yo, éste sería investido o catectizado con toda la energía libidinal, transformándose en el reservorio de la libido y dando lugar a una fase narcisista que se llamará narcisismo primario156. A partir de la catexis del yo (por la que Freud llamará libido del yo157), éste procede a catectizar objetos (con libido objetal)158. El yo es, entonces, el reservorio de energía libidinal y el punto de partida desde el que se catectizan los objetos.
En las psicosis, el yo retiraría completamente las catexis de los objetos y las recogería de nuevo en el yo. Frecuentemente en sus obras, Freud llama a las psicosis neurosis narcisistas, que contrapone a las neurosis de transferencia (histeria y obsesión). Mientras que esta última colocaría la libido sobre objetos (reales o fantaseados), aquella se caracterizaría por el replegamiento de la libido sobre el yo159.
C) En un segundo momento, al cambiar su concepción tópica del aparato psíquico, Freud cambia también su concepción sobre el narcisismo. En primer lugar, en este momento en Freud tienden a mezclarse los conceptos de narcisismo y de autoerotismo. En segundo lugar, cambia su concepción sobre el narcisismo primario. Ahora con esta expresión pasa a designarse el momento inicial de la vida humana, la vida intrauterina, en el que la libido se halla completamente replegada sobre el individuo (yo-ello indiferenciado160), previamente a todo establecimiento de relaciones objetales. El yo entonces se construiría en un momento ulterior o narcisismo secundario161.
El pensamiento de Freud se hace aquí muy oscuro y muy lejano del ejemplar del mito de Narciso, por lo que ha merecido críticas de sus mismos seguidores162. Muchas observaciones críticas de fondo se podrían hacer, que desbordan las posibilidades de un estudio como el presente. Se podría señalar, por ejemplo, que en las “neurosis narcisistas”, es decir, en las psicosis, aunque se da un encerramiento del sujeto en sí mismo, esto poco tiene que ver con un enamoramiento que encandile a la persona haciéndola ciega a la belleza de la alteridad. Yendo a lo esencial, según la concepción de Freud el ser humano es narcisista por naturaleza. Es imposible para éste relacionarse con los demás de otro modo que como “objetos” de descarga de la libido y, en el fondo, como una extensión de sí mismos. Pero, al mismo tiempo, el yo mismo es una construcción secundaria, pues primariamente habría un extraño narcisismo anobjetal y sin sujeto. Se trata del solipsismo irracionalista más radical163.
3. El trastorno narcisista de la personalidad
El psicoanálisis más reciente habla también de una personalidad narcisista, una especie de trastorno cercano al límite o prepsicótico164, pero más organizado y, en apariencia, adaptado. Hay discusiones internas a la escuela psicoanalítica sobre la personalidad narcisista, en las que aquí ni podemos ni queremos entrar (como la discusión de Kernberg con Kohut165). Nos detendremos simplemente en la determinación de este tipo patológico de personalidad en su último teórico psicoanalítico de relevancia, Otto Kernberg.
Según Kernberg “narcisismo es un término descriptivo del que se ha hecho uso y abuso; pero existe un grupo de pacientes cuyo principal problema radica en un desequilibrio de su autoapreciación relacionado con perturbaciones específicas de sus vínculos objetales”166. “En un plano superficial, no exhiben desórdenes serios de conducta; su comportamiento social suele ser satisfactorio y el control sobre sus impulsos es en general más eficaz que en las personalidades infantiles”167.
Kernberg describe los rasgos principales de esta personalidad de este modo: “Los rasgos sobresalientes de las personalidades narcisistas son la grandiosidad, la exagerada centralización en sí mismos y una notable falta de interés y empatía hacia los demás, no obstante la avidez con que buscan su tributo y admiración”168. “En particular, son incapaces de experimentar auténticos sentimientos de tristeza, duelo, anhelo y reacciones depresivas, siendo esta última carencia una característica básica de sus personalidades. Cuando se sienten abandonados o defraudados por otras personas, suelen exhibir una respuesta aparentemente depresiva pero que, examinada con mayor detenimiento, resulta ser de enojo y resentimiento cargado de deseos de venganza, y no verdadera tristeza por la pérdida de una persona que apreciaban.”169 “Las interacciones de estos pacientes con otras personas están referidas a sí mismos de manera inusual; sienten gran necesidad de ser amados y admirados y presentan una curiosa contradicción entre un concepto muy elevado de sí mismos y una desmedida necesidad de homenaje por parte de los demás. Su vida emocional carece de hondura; experimentan escasa empatía hacia los sentimientos de otras personas; disfrutan poco de la vida, más allá del tributo que reciben de los demás y de sus propias fantasías grandiosas; caen en el desasosiego y el hastío cuando el brillo externo se desvanece y no encuentran nuevas fuentes para alimentar su autoestima”170.
Es interesante la observación hecha por Kernberg de que “estas personalidades han tenido generalmente una madre, o un sustituto de la misma, que aparentemente funciona al nivel de la adaptación superficial al medio, pero que tiene una relación con su hijo de indiferencia y de agresividad contenida, o también que hace un uso narcisista del hijo para mostrarlo como un trofeo u obra de arte”171. Estas observaciones descriptivas de Kernberg son dignas de atención, pero cuando empieza con el análisis propiamente psicoanalítico y dice cosas como que “su comportamiento altivo, grandioso y controlador es una defensa contra rasgos paranoides vinculados por la proyección de la rabia oral”172, entramos en la tradicional teorización semi-delirante característica de la escuela psicoanalítica.
Mientras que la clasificación de enfermedades de la OMS (el CIE-10), pone a la personalidad narcisista en la categoría “Otros trastornos específicos de la personalidad” (F60.8), el DSM-IV coloca el trastorno límite en su clasificación de los trastornos de la personalidad en el clúster B, que recoge las personalidades teatrales e impulsivas (junto a la narcisista, las personalidades antisocial, límite e histriónica). Sería superfluo citar aquí las características del trastorno según el DSM-IV-TR, fácilmente accesibles para todo el mundo. Baste citar lo fundamental: “La característica esencial del trastorno narcisista de la personalidad es un patrón general de grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía que empieza al comienzo de la edad adulta y que se da en diversos contextos”173. Los estudios recientes reconocen a este trastorno una alta comorbilidad. Es interesante también comprobar que, mientras Ellis consideraba al narcisismo característico de las mujeres, la personalidad narcisista se da estadísticamente más en varones (50-75%)174.
No cabe duda de que el tipo de personalidad descrito bajo el nombre de trastorno narcisista existe. Se podría dudar, sin embargo, de lo acertado de la aplicación del nombre, pero esto es relativamente secundario. Más allá de esto,