Название | Los poderes de la vida |
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Автор произведения | Omraam Mikhaël Aïvanhov |
Жанр | Философия |
Серия | |
Издательство | Философия |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788412406825 |
Llegamos ahora a una cuestión mucho más práctica: cómo cambiar el carácter, cómo mejorarlo, perfeccionarlo. Si consultáis a los biólogos sobre la herencia, os dirán que todos los rasgos de carácter que el niño recibe al nacer están contenidos en los cromosomas y que, si llegásemos a modificar los cromosomas, podríamos cambiar el carácter de cualquiera. Es verdad que los cromosomas contienen todos los elementos necesarios para la formación de las características de un niño, pero los cromosomas son solamente el aspecto bioquímico de la cuestión. Los científicos, que nunca han estudiado estos problemas desde el punto de vista de los Iniciados, no saben que en el cuerpo etérico del hombre se encuentran unos clichés, y que estos clichés, precisamente, son de una importancia superior a la de los cromosomas.
En la Ciencia esotérica, se dice que cada órgano, cada célula, posee un doble etérico: detrás de los ojos físicos hay otros ojos; detrás de los brazos, otros brazos; detrás de los pulmones, otros pulmones. Esto es el cuerpo etérico, el doble como se dice, el doble del cuerpo físico.15 Los Iniciados, que han estudiado esta cuestión, han descubierto que todas las células, pero sobre todo las que se encuentran en la materia gris y en la materia blanca del cerebro y del plexo solar, poseen una memoria y que graban la menor acción, el menor deseo, el menor pensamiento. Y ahí tenéis los clichés. Una vez grabada, cada cosa debe repetirse obligatoriamente; así es como nace el hábito y, para cambiar un hábito debemos por tanto cambiar el cliché.
Os conté que, cuando vivía cerca del Parc des Princes, en Boulogne-sur-Seine, salí un día para mandar por correo unas cartas que había escrito; las puse en el bolsillo del abrigo, y salí con la intención de pasearme e ir al mismo tiempo a correos… Sí, pero estas cartas se quedaron en mi bolsillo… Sólo dos o tres días más tarde me di cuenta de que no las había mandado, de que las había olvidado. ¡Se quedaron “en el bolsillo”! Y cuando hemos olvidado una vez, se acabó, el cliché se ha quedado bien impreso y siempre nos vamos a olvidar. Y esto es lo que me pasó a mí, las olvidé dos veces, tres veces… hasta que, al final, tomé una resolución y decidí no ponerme más las cartas en el bolsillo, sino llevarlas en la mano; así cambié el cliché y ya no se me volvieron a olvidar. Eso no sólo es válido para las cartas, sino para cualquier cosa. Estáis habituados a fumar, a besar a las chicas, a poner la mano en el bolsillo de los demás, y se acabó, el cliché se ha impreso en la memoria de las células y se repetirá eternamente. Sucede como en una imprenta, si no cambiáis el cliché imprimiréis siempre el mismo texto. Una vez que comprendí este fenómeno, saqué de él grandes conclusiones que compartí con mis hermanos y hermanas.
Tomemos el caso de alguien que estudia piano. Si no conoce las leyes de las que os acabo de hablar, empezará a estudiar un fragmento rápidamente y con mayor o menor atención. Evidentemente, con esta rapidez y esta inconsciencia cometerá al menos una falta, si no varias. Y una vez impresa esta falta, se acabó, ya no podrá corregirla; veinte o treinta años después, aunque se sepa el fragmento de memoria, si no se vigila, cometerá otra vez la misma falta en el mismo lugar, porque el cliché sigue ahí. Así que aconsejé a los músicos que empezasen aprendiendo sus fragmentos sin prisa, nota tras nota, poniendo todo el tiempo que hiciese falta para lograr un cliché impecable. Después podrán ir muy deprisa, rapidísimos; podrán incluso comer y dormir tocando, y tocarán sin faltas porque todo esta impreso en el subconsciente.
Lo que os digo aquí es absoluto. Si no aplicamos este método, nos vemos obligados a volver a empezar cuatro, cinco o diez veces, y todavía no se ha acabado, hay que prestar atención sin cesar y son muchos esfuerzos inútiles. Mientras que con la sabiduría y la inteligencia podemos economizar los esfuerzos, las fuerzas y el tiempo. No hay que darse prisa, sino trabajar con el primer cliché para que éste sea perfecto. Observad a un grabador: si tiene mucha prisa o está nervioso, traza sobre el metal una línea ligeramente desviada y después, se acabó, ya no puede corregirla o quitarla, ha quedado grabada. Debe empezar de nuevo y esto no es económico. Por eso he dado consejos a mis amigos, y aquellos que los aplican me dicen lo útiles que son.
Con el saber se evitan las penas, las decepciones y las amarguras. Pero los humanos, que no tienen instructores, se permiten cualquier cosa, y eso se graba. La naturaleza es fiel e implacable, lo graba todo. Uno se dice: “Hago esto por primera y última vez”, pero ya se ha grabado, y vuelve a hacerlo dos veces, tres veces, muchas veces... Un hombre había decidido no ir más al bar y decía: “Ésta es la última vez, se acabó, no beberé más... ¡Pero hay que celebrarlo!” y, evidentemente, siguió bebiendo. No sólo se graba el mal, el bien también. He conocido a ladrones que rezaban todos los días. Les preguntaba cómo podían continuar rezando cuando se dedicaban a semejante “oficio”... Y respondían que era un hábito que su padre les había inculcado cuando eran pequeños y que ya no podían desembarazarse de él. La naturaleza es pues fiel; el bien, lo mismo que el mal, todo se graba.
La cuestión está ahora en cómo eliminar las viejas improntas, los viejos clichés que ya están grabados para empezar una vida nueva y luminosa. Muchos tratan de cambiar su vida, pero lloran y se lamentan porque siempre vuelven a recaer en las mismas debilidades. Así que, ¿cómo escapar? Esforzándose en hacer lo contrario de lo que teníamos el hábito de hacer, poniendo otros clichés. Pero para eso debemos tener una vigilancia extraordinaria; si no tenemos esta vigilancia, nos olvidamos, y el viejo cliché sigue siempre manifestándose fielmente. Se dice en las Escrituras: “Estad vigilantes, porque el diablo está ahí, como un león rugiente que trata de devoraros...”16 Esta vigilancia precisamente es el secreto del cambio, y de ahora en adelante debéis aprender a hacer otros gestos, a pronunciar otras palabras, a mirar de otra manera, para imprimir profundamente en vosotros los clichés de la nueva vida que vienen de las regiones celestes. Habituándoos a hacer estos ejercicios, cambiáis los viejos clichés. En realidad, los viejos clichés no desaparecerán nunca porque nada desaparece en la naturaleza. ¿Por qué? Porque ésta se cuida bien de conservar en los archivos toda la historia del mundo, todo el pasado desde hace miles de millones de años. Esto es lo que se llama el Akasha Chronica. El Akasha, es el éter; es pues en el dominio etérico en donde todo se graba y sin que siquiera nosotros lo sepamos. Hay seres que han llegado a un grado tal de elevación que han entrado en estos archivos para conocer la historia del mundo; de esta manera nos han revelado lo que el mundo era hace millones de años, cuántas humanidades han pasado sobre la tierra, por qué razón desaparecieron y hasta qué grado de evolución habían llegado. Podemos saber así muchas cosas de las que la ciencia oficial no tiene ni idea: su pequeña historia se remonta apenas a unos miles de años… ¡qué miseria!
En otra conferencia os expliqué cómo hacer un trabajo sobre uno mismo con los injertos. Suponed que tenéis un árbol extremadamente vigoroso y tenaz pero que da unos frutos ásperos, incomestibles, así que vais a hacer un injerto. De esta manera, de unos perales salvajes podemos obtener unas peras magníficas u otras frutas de varias clases. Pero para ello, hay que conocer las leyes de la naturaleza porque cualquier especie no puede ser injertada sobre cualquier árbol. Entre los frutos existen también afinidades y correspondencias, y en un árbol que da frutos con hueso, no se puede, por ejemplo, injertar otro árbol que da frutos con pepitas. ¡Los injertos, son toda una ciencia!… De la misma manera pues el discípulo puede también hacer injertos sobre algunas de sus antiguas tendencias. Por ejemplo, sobre la ira, en el árbol de la ira, en el de la vanidad, en el de la sensualidad, puede injertar otras ramas que darán unos frutos extraordinarios. Pero el mayor distribuidor de injertos es el sol.17 Si hay que ir a ver el sol cuando sale es, precisamente para pedirle injertos.
Si tenéis una sensualidad tal que os lleva a una vida desordenada y os hace sufrir, considerad que es una fuerza magnífica, un árbol formidable cuyas energías podéis extraer injertando en él otra idea, otro deseo, otro ideal.